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Para quienes entienden que en la ficción del escenario la violencia se puede sentir muy real.

EL AUTOR

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“¿Qué se supone que tenemos que hacer o qué?”

Las críticas se dividieron. Mientras que algunos aplaudieron el valor del dramaturgo y director por una propuesta tan arriesgada, otros la condenaron por ser disruptiva en demasía. Independientemente de la opinión experta, la temporada agotó las entradas casi de inmediato. Uno de los espectadores que tuvieron la oportunidad de verla, en su última función, pagó muy caro las consecuencias. No fue la única víctima. Un elenco incapaz de dejar al personaje en el escenario, un creador que perdió por completo la línea divisoria entre lo permisible y lo aberrante, y un círculo de testigos que se volvieron cómplices entre sorbos de cerveza y dar permiso para continuar, todos fueron impactados por una ficción que, a sabiendas de su inexistencia, no deja de ser real en la mente.

“¿Parezco un monstruo?”

Reconocido por su patente rechazo a las convenciones tradicionales del teatro, el creador escénico experimental británico Tim Crouch pone en tela de juicio el rol pasivo del público, cuestiona su responsabilidad ante una pieza de teatro, en su obra de 2009, “El Autor”. Narrada a partir de cuatro voces, la de un amante del teatro, la del titular escritor de una obra por demás disruptiva, y el actor y actriz que participaron en ella, Crouch construye una serie de anécdotas, una cada vez más terrible que la otra, en torno a un proceso creativo profundamente violento y grotesco para construir una obra de teatro, y las consecuencias que dicha obra dejó en todos quienes la experimentaron, ya sea desde adentro o fuera. El resultado es directamente proporcional a la capacidad de cada espectador de involucrarse con la ficción, de crear imágenes mentales a partir de anécdotas que van de lo ofensivo o moralmente cuestionable, hasta lo impensable, todo ello contado con toda calma como si de una conversación casual se tratara.




“Oye, ¿y de qué está hecha la sangre?”

Miguel, con un parche en su ojo derecho, comparte su entusiasmo por la butaca a pesar de haber sido físicamente violentado por su tan amado teatro; Carmen comparte su proceso creativo para crear su personaje, incluyendo el cínicamente usar a una víctima de violencia para sus muy fines egoístas; Emilio confiesa que cada vez encuentra más y más complicado deshacerse del personaje una vez acabada la ficción, culminando en un lamentable suceso al final de una función; Enrique comparte cómo le mostró a su elenco unos videos conteniendo imágenes de asalto sexual que nadie debería de ver bajo ningún contexto. A lo largo de cada una de estas escenas, de estas narrativas, se le va preguntando al público si se quiere que siga la historia, si alguien quiere que se detengan, nadie levanta la voz, nadie toma una postura contra las historias que, in crescendo, cada vez son más perturbadoras. A primera instancia, pareciera que la acción en “El Autor” es nula, meramente cuatro personajes relatando una serie de situaciones construidas para provocar y shockear al público. Sin embargo, la propuesta de Crouch va un paso más allá al imponer la acción sobre el testigo, sobre quien ocupa la butaca, retándolo a dejar su pasividad y tomar una postura ante los horrores que se le plantean en tono casual durante la obra. Ir a una marcha más por subirse al tren del mame que para protestar, o una inapropiada fantasía sexual con una empleada en un spa, son ejemplos del cómo el dramaturgo comienza sus provocaciones, retando a que se vocalice una opinión desde el espectador. Sin el menor resquicio para ir hasta las últimas consecuencias, Crouch lleva la violencia imaginativa a limites insospechados, impensables incluso, en espera de alguna reacción, cualquiera excepto la pasiva recepción de palabras sin la menor consecuencia.

“Nada es real.”

El público se sienta sobre el escenario en sillas que se han dispuesto concéntricamente. Los intérpretes están sentados igualmente por el espacio, a lado de los espectadores. La mayor parte del tiempo se trabaja con luz de sala, no hay una búsqueda de ficción a partir del artífice escénico, todo el foco se ha puesto en la palabra, en la capacidad interpretativa. Siendo congruente con la propuesta del escritor, la dirección que Benjamín Caan establece para “El Autor” es una de intimidad, creando complicidad con los asistentes, quienes optarán por compenetrarse con la dramaturgia o escucharla desde la protección del distanciamiento emocional. Al tener a un hombre a escasos centímetros de distancia, describiendo un dantesco acto de perversión sexual, con la más tranquila voz, la reacción puede llegar a ser visceral, acto de rebelión que la misma obra alienta. Este complejo reto tonal, donde se establece un realismo palpable, libre de toda exacerbación emocional es clave para el buen desarrollo de la propuesta.




“Pensé en sacarme los ojos.”

Miguel Santa Rita entra al teatro con los demás asistentes, su rol como espectador una pieza clave para el éxito de la obra. Su emoción ante el inicio de la obra, la forma en que pone música irrumpiendo la escena, claro ejemplo de que algo no está del todo bien en su mente, su casi infantil manera de expresar sus sentimientos por el teatro, no vienen de ningún lugar ficcional, todo es honesto. Esta excitación se contrasta con la tranquilidad con que Enrique Arreola, quien declara estarse interpretando a sí mismo, relata todo su proceso creativo para llegar a la obra. En medio tono, sin el menor aspaviento, declara su fascinación por la violencia, los cuestionables métodos que utilizó para preparar al elenco, incluso un acto criminal al final de una velada. En medio de estos extremos, Carmen Madrid y Emilio Guerrero se muestran a momentos como una niña blanca privilegiada, como un actor comprometido con su arte, como una víctima de abuso sexual a quien la rabia consume, como una bestia a punto de liberar su ira sobre el primero que se le atraviese. Para que la propuesta experimental de “El Autor” funcione, para provocar al espectador a alejarse de la pasividad, es necesario que los integrantes del elenco sean capaces de liberarse de toda ficción para verdaderamente habitar las personalidades en la obra. Los cuatro histriones consiguen esto cabalmente, elemento que conduce a la puesta a escena a su capacidad transformativa y disruptiva.

“Este público de hoy está muy mal escrito.”

Hacia el final de “El Autor”, y aún dentro de la ficción, se abre un espacio para que los asistentes comenten algo sobre lo que se les ha compartido, sobre su experiencia hasta el momento. Una persona comentó sobre lo rica que estaba la chela que Miguel Santa Rita le había compartido. Nada de lo que se habló durante la obra parecía haberle afectado. Sin embargo, enfrente de mí, otra persona se encontraba completamente desencajada. Luego de haber reído a carcajada abierta en conexión a algunos de los ciertamente ingeniosos comentarios de Santa Rita, este miembro del público perdió por completo la sonrisa, la dejó de lado para dar rienda suelta a sus lágrimas. Este ejemplo demuestra la tesis de la obra, la capacidad o no de compenetrarse con una ficción y permitirse ser tocado, afectado por ella. Estoy escribiendo estas letras a más de dos días de haber visto la puesta en escena y, yo confieso, no haberme aún podido quitar el sentimiento de incomodidad que Enrique, Miguel, Carmen y Emilio me provocaron. Eso es el teatro, nuestra capacidad de entregarnos de lleno al más maravilloso, y en ocasiones el más violento, de los juegos que este arte nos proporciona.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: El Autor

DRAMATURGIA: Tim Crouch

DIRECCIÓN: Benjamín Cann

ELENCO: Enrique Arreola, Miguel Santa Rita, Carmen Madrid y Emilio Guerrero.

DÓNDE: Teatro El Galeón Abraham Oceransky, dentro del Centro Cultural del Bosque

DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.

CUANDO: Lunes y Martes 20:00 horas. Hasta el 30 de Octubre 2023.

CUANTO: $150. Aplican descuentos. Boletos en taquilla y en ¿Buscas boletos para el autor? Encuentra entradas en Ticketmaster MX

DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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