EL ETERNO VERANO DE LA GUERRA

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Para quienes desean sumergirse en el abrazo de un infierno disfrazado de puter0.

EL ETERNO VERANO DE LA GUERRA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“¿Puedo besar a mi padre, señor?”

Bienvenidos sean todos al Chicago Club. Desciendan a las entrañas del averno y pasen todos a este burdel donde las más bajas pasiones, perversiones y fantasías encuentran un desfogue. Ignoren cualquier grito que pudieran escuchar y enfóquense en los bailes exóticos que se ofrecen en la pista principal; no presten atención al soldado traumatizado, al reportero esclavizado, a los cuerpos amarillos contra la pared, que aquí todo es mera ilusión. Vamos, atraviesen por la puerta que siempre está abierta, tomen asiento y prepárense para extender sus alas. Si tienen suerte, en el infierno aún hay posibilidad de recibir ese abrazo o beso que tanto añoran y que nunca recibieron.

“¿Andas haciendo un reportaje o salvando putas?”

La profunda oscuridad que habita en el ser humano es retratada dentro del microuniverso de un prostíbulo en Tijuana a inicios de la década de los 90, justo en tiempos de la guerra del Golfo, en “El Eterno Verano de la Guerra” del reconocido dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa. En voz de un padrote, su hijo soldado y comprometido a casarse con una prostituta experimentada, un reportero drogado y aprisionado, un par de apostadores extremos jugando un perverso y peligroso juego con un indocumentado, y una madre nada ciega al estercolero en el que habita, la trama entrelaza narrativas en torno a la violencia, corrupción, desilusión y sexualidad que atraviesan a las personas, al mismo tiempo que deja entrever una luz de esperanza donde una caricia es capaz de salvar a la humanidad entera de su propia decadencia.




“Te urge enamorarte de lo que sea y yo soy lo que sea en estos momentos.”

Un joven soldado busca un abrazo de su padre antes de partir hacia la guerra; una madre se dedica lo más que puede a cuidar de su hijo quien regreso completamente traumatizado del frente; una meretriz encadena a quien habrá de ser su reemplazo; un aterrorizado prisionero se enfrenta a sus torturadores mientras que su nombre cambia a cada momento. “El Eterno Verano de la Guerra” es un caleidoscopio de personalidades entrecruzándose en el mismo espacio, un bunker dedicado a los placeres carnales, no exclusivamente sexuales. Es en este lugar que Hinojosa hace uso de ciertos símbolos y constantes – la búsqueda de un abrazo, una puerta supuestamente siempre abierta, el cambio de identidad a través del nombre, entre otros, – para establecer una dicotomía en su línea dramática. Por un lado, se encuentra la podredumbre a la que es capaz de descender la raza humana, donde sin miramientos puede convertir a sus semejantes en objetos, meras monedas de cambio. Por el otro se vislumbra la inmensa fragilidad sobre la que operan las personas detrás de una dura fachada, producto de vacíos emocionales, soledades anímicas que desarman a un padre ante su hijo desarticulado por la guerra, abren cerrojos de esclavos que no tienen la menor intención de escapar, permiten a una madre a mirar hacia el frente para poderse salvar del tártaro al que ella voluntariamente se adentró.

“Yo soy una puta y tú un hijo de puta, ¿quién es mejor?”

El escenario, con una isóptica diagonal, representa diferentes espacios dentro del Chicago Club. Al centro está un camerino donde las prostitutas se arreglan antes de salir al escenario, diván incluido; hacia el fondo es un cuarto en el que apostadores ponen en juego su propia vida; en un extremo se halla la oficina del padrote, del otro una mesita de sala junto a una silla donde la madre pareciera esperar de forma abnegada. La iluminación de cada espacio tiene su propia temperatura, de lo cálido a lo gélido, adoptando tonos purpúreos durante un baile sensual que realiza la más reciente adquisición del lugar al ritmo de Bette Davis Eyes de Kim Carnes. Entre medias de red con pedrería de fantasía, tacones plateados o trajes formales propios de los ochenta, cada elemento de vestuario refleja la realidad de cada personaje. La dirección que Lorena Maza establece en “El Eterno Verano de la Guerra” consigue crear una atmosfera densa, asfixiante a momentos, claro reflejo del inframundo en el que existe la obra. Apoyada por un equipo creativo de trabajo encabezado por Jesús Hernández en la escenografía e iluminación, Jerildy Bosch en el diseño de vestuario, y el diseño sonoro y música original a cargo de Miguel Hernández, Maza transita entre un realismo en el que la violencia se percibe real, y un espacio a la vez dantesco y onírico donde monstruos y bellas aves con alas desplegadas coexisten. A pesar de un ritmo pausado, que a momentos se pudiera percibir como aletargado, la puesta en escena alcanza picos emocionales de gran contundencia a través de la creación de poderosas imágenes que reflejan la vorágine emocional en la que habitan los personajes.




“Acabo de asesinar a un hombre y no hay nadie que me castigue.”

El soldado pareciera un niño disfrazado de militar cuando se enfrenta a su padre; al volver de la guerra se ha convertido en un infante que se deja sorprender por los ruidos que su madre le dice que hacen los animales. El reportero exuda ingenuidad al entrevistarse con la prostituta que desea salvar; mientras baila drogado, travestido a manos de sus captores, desborda una sensualidad que pareciera siempre había llevado en su interior. El padrote es violento, un ser despreciable que no es capaz siquiera de desearle a su hijo que regrese con vida del Golfo Pérsico; cuando le mira frágil y desvalido, no puede evitar dejar caer sus defensas para ser el padre que tanto anhelaba el soldado antes de perder la mente. “El Eterno Verano de la Guerra” cuenta con un sólido elenco conformado por Álvaro Guerrero, Laura Almela, Miguel Tercero, Víctor Oliveira, Hamlet Ramírez, Tamara Mazarrasa, David Montalvo y Elías Toscano. El tono que establece la dirección, acentuando la dicotomía de la dramaturgia entre lo sórdido y lo hermoso, produce interpretaciones capturan dualidades en los personajes como es el caso de Tercero o de Guerrero quienes se muestran duros y frágiles, o se pueden percibir como falsos y vulnerables como es el caso de Mazarrasa y Montalvo. A partir de esta premisa, y entregar actuaciones realistas que operan desde la entraña, el elenco en su entereza se merece las palmas finales de la obra.

“¿Me vas a llevar a ver el sol?”

Todos hemos visitado el Chicago Club alguna vez en nuestra vida. Todos, en cierto momento, nos hemos visto al espejo y nos hemos enfrentado con cuán horrendos podemos llegar a ser, hasta qué punto llegamos a descender. Sin embargo, también somos capaces de amar, de darle la mano a quien nos necesita y enseñarle el sonido de los elefantes antes de emprender el vuelo. Es en esta dualidad que vivimos día a día, bajo la responsabilidad de entender que esa puerta frente a nosotros puede ser una salida hacia la luz, o un camino hacia el más oscuro de los avenos.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: El Eterno Verano de la Guerra

DRAMATURGIA: Hugo Alfredo Hinojosa

DIRECCIÓN: Lorena Maza

ELENCO: Álvaro Guerrero, Laura Almela, Miguel Tercero, Víctor Oliveira, Hamlet Ramírez, Tamara Mazarrasa, David Montalvo y Elías Toscano.

DÓNDE: Teatro Salvador Novo, dentro del Centro Nacional de las Artes.

DIRECCIÓN: Avenida Churubusco 79, Country Club Churubusco.

CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 16 de Abril 2023.

COSTO: $150. Boletos en taquilla y ¿Buscas boletos para El eterno verano de la guerra? Encuentra entradas en Ticketmaster MX Aplican descuentos.

DURACIÓN: 110 minutos sin intermedio.

DATOS ADICIONALES DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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