RICITOS DE ORO NO HABLA ALEMÁN

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Para quienes entienden que la vida real es muy distante de los cuentos de hadas.

RICITOS DE ORO NO HABLA ALEMÁN

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“¿Cuándo empezó nuestro final?”

El telón del Teatro del Bosque Julio Castillo se levanta y uno oso comienza a tocar el acordeón mientras canta una melodía en alemán. El mundo onírico y surreal se ha establecido en menos de un minuto de haber empezado la puesta en escena. De ahí, el peludo animal pedirá al público que lo siga hacia las entrañas mismas del espacio escénico, a su sótano, donde se encontrará con una casita de ensueño, el hogar de los tres ositos de aquel cuento de niños. Sin embargo, aquí no hay historias llenas de magia e ilusión, lo que se encuentra es una relación agotada con sabor a sopa de papa que debe acabar… aunque ninguno de los que la conforman se den cuenta de tan cruda realidad.

“Estoy en un tiempo artificial.”

Haciendo uso del biodrama, de crear una ficción a partir de eventos reales sucedidos en 2020, Paula Watson, en mancuerna con Luis Eduardo Yee, coordina la creación escénica colectiva “Ricitos de Oro no Habla Alemán”. La dificultad de levantarse de la cama cada mañana, las discusiones entre una pareja, ya sea por no cambiar un foco o por la ausencia de unos cigarros, la cancelación de un viaje y la frustración que conllevó, y la imperante necesidad de encontrar un lugar en el universo que se sienta como un hogar son tan sólo algunos de los múltiples conflictos que se plantean en este montaje, tomando como excusa y línea narrativa el cuento de Robert Southey en el que una niña invade el espacio de tres osos esperando encontrar el propio. El resultado es un viaje onírico, surreal, profundamente honesto y doloroso a la vez alrededor del camino que una mujer tuvo que recorrer para poder llegar a un atisbo de la felicidad que tanto anhela.




“Las cosas se mueven más rápido cuando hay silencio.”

Paula y Luis Eduardo se confrontan. Están parados frente a frente, pero en planos distintos por lo que no se están realmente viendo a los ojos. Son una pareja cansada, llena de reclamos, con afecto el uno por el otro, pero que claramente la cotidianidad los ha desgastado. Hay hormigas en la cocina, se lanzan reclamos alrededor de que las plantas no se riegan solas, el hastío de todo aquello que se ha dicho mil y mil veces más es evidente. Son múltiples las líneas argumentales que conforman “Ricitos de Oro no Habla Alemán”, todas ellas conduciendo al camino de la insatisfacción. A momentos metateatral, donde Luis Eduardo Yee rompe con la ficción para convertirse en director de escena pidiendo a Paula Watson que exprese sus sentimientos de manera distinta para hacerlos más contundentes, en otros una alucinación surreal en la que tres osos, dos actores y una versión más joven de Paula se sientan a la mesa a comer sopa de papa, cada una de las escenas que conforman la puesta en escena es el claro resultado de una muy sincera exploración, no sólo escénica pero igualmente visceral y emocional. El nivel de impacto y resolución de cada uno de los momentos no son equilibrados, algunos caen en el terreno de lo confuso, pero el total de la propuesta llega a los asientos como si de una bofetada se tratara, obligando al espectador a plantearse muchas preguntas sobre dónde se encuentra su lugar en el universo, golpe que es recibido con gusto ante tan compleja y fascinante dramaturgia escénica.

“¿Crees que lo que hemos deseado es imposible?”

Mamá oso, papá oso y bebé oso se ponen a ver televisión. Escuchan a un comentarista hablar sobre los seis hábitos de una familia feliz. Comer juntos, hacer ejercicio, respetar el tiempo a solas… cada una de las recomendaciones que se mencionan, los osos las realizan mientras que Ricitos los observa a cierta distancia. Las acciones se repiten, cada vez más frenéticamente, y Ricitos trata de integrarse a ellas, impone su presencia en las dinámicas de una familia que no le pertenece, exponiendo así su necesidad de ser aceptada. La escenificación de “Ricitos de Oro no Habla Alemán” está íntimamente ligada con su dramaturgia, experimentación que lleva a que Luis Eduardo Yee baile con tres osos una famosa canción de Mecano, a que una casita de miniatura sirva como reflejo de las situaciones presentadas por los actores, a que el sótano del Teatro del Bosque Julio Castillo se transforme en la casa de los tres osos, un espacio donde seis actores puedan exorcizar sus propios demonios. Apoyado por el meticuloso concepto escénico y el diseño de vestuario e iluminación de Mauricio Ascencio, mismo que crea una casita entera plagada de pequeños detalles por doquier que remiten a un hogar de décadas atrás, y que es capaz de llenar el espacio de la luz blanca de la luna mientras que la luz cálida de una vela colorea una mesa de ese calor de pareja perdido, el montaje presenta génesis y apocalipsis de una crisis existencial, una que más de uno proyectará sobre su propia realidad y sus referentes a partir de que el mundo dejará de tener sentido.




“Yo no sé en qué momento nos creímos eternos.”

La mano de Ricitos/Paula se mueve por un momento de manera seductora por su propio cuerpo, hasta llegar a su propio cuello para ahorcarlo. Su desesperación ha llegado hasta ese punto. Durante una fuerte pelea entre Paula y Luis Eduardo, el segundo propone repetir la escena con totalmente otra emotividad. Ambas escenas, igual entre sí en diálogos, se presentan con la misma honestidad, primero de forma casual y luego con ira absoluta. Discutir sobre el cómo regar unas plantas se convierte en un terreno minado en el que ambos miembros de la pareja muestran sus emociones descarnadas. El reto actoral que representa “Ricitos de Oro no Habla Alemán” es abordado desde la fractura emocional por parte de Paula Watson y Luis Eduardo Yee, quienes interpretan personajes de ellos mismos en una potente demostración de biodrama. Junto con ellos, Luis Ra Acosta, Leonardo Barragán y Emiliano Cassigoli interpretan a los tres osos del cuento vestidos en disfraces de dichos animales, aportando un elemento casi fársico a momentos, de verdadero patetismo en otros. El elenco lo completa Ayla Rodríguez como una alter-ego de Watson, una donde se miran al espejo preguntándose qué pasó.

“No olvides que aquí eres feliz.”

He amado profundamente. Me he entregado por completo a relaciones, para un día despertar y ver a la persona a mi lado como si fuera un extraño. Más de una vez me he metido a la regadera para perderme bajo el agua con ensoñaciones de cuán mejor sería mi vida si tuviera el valor de irme a otro lado, de romper con los lazos que me ahorcan, si decidiera alejarme para encontrar mi propia cama, mi propio hogar. Ricitos no es un cuento de hadas, no es una historia de tres ositos con platos de sopa de papa. Ricitos eres tú, soy yo, somos todos los que estamos perennemente en esa búsqueda eterna de llegar a un lugar en el que nos sintamos completamente en casa.

 

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: “Ricitos de Oro no Habla Alemán”

DRAMATURGIA: Paula Watson

DIRECCIÓN: Paula Watson y Luis Eduardo Yee.

ACTUAN: Paula Watson, Luis Eduardo Yee, Ayla Rodríguez, Luis Ra Acosta, Leonardo Barragán y Emiliano Cassigoli.

DÓNDE: Sótano del Teatro del Bosque Jului Castillo

DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.

CUANDO: Lunes y Martes 20:00 horas. Hasta el 11 de Diciembre 2023.

CUANTO: $150. Aplican descuentos. Boletos en taquilla y en ¿Buscas boletos para ricitos de oro no habla alemán? Encuentra entradas en Ticketmaster MX

DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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