
GIRASOLES EN LA LUNA
Para quienes desean ver la no admitida guerra en nuestro país desde la agridulce mirada clown de la infancia.
GIRASOLES EN LA LUNA
“Había una vez un niño tan solo que se enamoró de una flor.”
Tristán juega a volar… o más bien está huyendo. Con una maleta en las manos y unas gafas de aviador en los ojos, el niño surca los cielos mientras se aleja de un pueblo que pronto será destruido. Durante su vuelo, o escape, pasa a los habitantes que alguna vez le vendieron un helado o le regalaron un caballito balancín, y que en poco tiempo caerán ante la bestialidad de los hombres metralleta. Tristán le tuvo que decir adiós a una casa vacía pues sus padres también están ausentes a causa de la barbarie que los hombres llaman guerra. Con una flor en la mano, cuyos pétalos tienen el poder de saciar la más feroz sed, un pequeño dejará volar su imaginación hasta el espacio, pues la cruda realidad es un globo rojo a punto de explotar.
“¿Existe realmente el mal?”
En la actualidad, en muchas partes del país, empezando por Culiacán, Sinaloa, se vive bajo un estado de guerra, quiera ser admitido o no por las autoridades. La violencia sin control, perpetrada tanto por miembros del narco como por militares, ha provocado la muerte, desapariciones y desplazamientos forzosos de miles y miles de personas por todo México. Esta reprobable realidad es fuente de inspiración para Honorio Israel Ríos Hernández quien escribe, dirige y actúa en “Girasoles en la Luna”. Este unipersonal aborda tan crudo tema desde la mirada de un niño, o el recuerdo de ese niño por quien ahora es un hombre de más de 40 años, y se entremezclan diversos lenguajes escénicos como son el clown, la danza, el teatro físico y la puppetería para crear un espacio lúdico y onírico en un universo devastado la maldad a la que es capaz de descender el hombre.
“Hay hombres que arrancan 5,000 rosas de su jardín y no encuentran lo que buscan.”
Luego de verse forzado a salir huyendo de su hogar, Tristán se ha quedado completamente solo, su única compañía es un girasol que guardó en su maleta, el último recuerdo que le queda de una vida humilde e inmensamente feliz. Esta flor se convierte en su compañera y salvadora, le lleva a soñar con un mundo mejor, ya sea cuando muera o cuando encuentre a sus familiares desaparecidos, pues al parecer no es capaz de ver otra alternativa. En ese proceso recordará historias de habitantes del pueblo, de un juguetero que tuvo la osadía de negarse a matar, de un anciano que murió junto a él, o del campo de girasoles que con tanto amor sembraba Consuelo, su madre, mientras el resto del pueblo sembraba maíz. Con una duración de apenas 40 minutos, el viaje al que “Girasoles en la Luna” lleva a sus espectadores es potente. Desde la inocencia que sólo un niño puede aportar a la guerra, el proceso con que la pierde y se enfrenta a la muerte, hasta el negarse a rendirse ante la oscuridad para seguir manteniendo con vida algo de esperanza, cada escena que va armando Ríos Hernández apoya a la progresión narrativa, aumenta la tensión dramática, culminando con un momento catártico donde Tristán se deja envolver por la desesperación y comete un acto reprobable sobre quien dice estar enamorado, para después devolver a la humanidad una luz con la cual seguir adelante sin perder la fe en la humanidad. Es en esta construcción que la dramaturgia es digna de admirarse.
“Los hombres metralleta aniquilaron la palabra niño.”
Tras una rutina en la que se combinaron elementos clown con físicos para representar la salida de Tristán de su poblado, el niño saca un pañuelo para secarse el sudor. Este elemento se convierte en una bandera blanca con la que pedirá que no se le mate cuando se encuentre cara a cara con hombres armados. En la siguiente escena, un títere de gran tamaño, creado con tubos de ventilación y demás elementos metálicos, sale en escena como una potencialmente amenazadora figura, misma que no sabe cómo reaccionar cuando se encuentra cara a cara con el girasol, un pedazo de vida hermosa que atenta contra su visión bélica de la vida. Con un cambio de luces y el sonar de disparos por todo el recinto, se da cuenta de que la guerra lo ha alcanzado y cae muerto ante los ojos del niño. Los horrores a los que se somete Tristán son interpretados bajo la mirada infantil como globos, burbujas, el títere de un anciano a partir de una máscara, un sarape y un guante, o de una escalera con un rehilete en su cima. La escenificación de “Girasoles en la Luna” da cuenta de la clara visión que tenía Honorio Israel Ríos Hernández para su propia puesta en escena, al hermanar con claridad la dramaturgia con el montaje, haciendo uso de unos cuantos elementos que hacen que tan delicado tema exista en un espacio de imaginación devastadora. Ya sea musicalizando con el Himno a la Alegría de Beethoven o con Lucy in the sky with Diamonds de The Beatles, desplegando su capacidad para construir visualmente fascinantes títeres de tamaño natural, aun cuando la operación de los mismos no sea tan precisa, o creando magia simplemente con el voltear de una cubeta, cada elemento que el director ha creado sirve para que la obra avance, sea más sostenido su mensaje, llegue con absoluta fuerza a las butacas.
“Mi vida ha estado compuesta por muchos adioses.”
En la mirada de Tristán, la de un hombre adulto, se puede ver reflejada la inocencia que aún habita en el niño. Cuando habla de sus deseos de ir a la luna para sembrar flores, una ligera sonrisa ilumina su rostro, aun cuando hay tintes de tristeza en ella. Sin embargo, en los momentos en que la desesperación y el miedo le invaden, Tristán grita con rabia que necesita un poco de afecto, que quiere agua. El trabajo actoral de Honorio Israel Ríos Hernández en “Girasoles en la Luna” reflejan el mismo compromiso que el creador tiene con su obra, ahora aplicándolo a la honestidad con la que crea a su personaje. Desde su propia fisicalidad habitando un cuerpo corpulento, siendo capaz de verse maravillado con unas burbujas o liberando a un animal feral capaz de devorar pétalos, cada una de las escenas que desarrolla el actor parten de un espacio en su interior que opera con verdad.
“¡Abrácenme por favor!”
Siempre que le regalo flores a mi esposo, rosas específicamente, pido que incluyan un girasol en el centro del arreglo floral como un símbolo del futuro, de la esperanza que me trae el saber que, no pase lo que pase, el sol va a salir mañana y los girasoles voltearán a verle para darle los buenos días. No importa cuán seca esté la tierra, o cuán húmeda por la sangre derramada, con la llegada de la primavera volverá a brotar vida de la tierra. Ante la bestial oleada de violencia que azota a México en estos días, ante la imposibilidad de controlar a fuerzas armadas que aniquilan sin piedad a madres, padres, amigos, familiares, y niñes, lo único que nos queda es clamar justicia, exigir que se haga algo para poner alto a esta violencia enajenada, mientras seguimos con la esperanza de que con el nuevo día sigan brotando girasoles aquí en la tierra, o hasta donde nuestra imaginación de niños nos lo permita.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Girasoles en la Luna
DRAMATURGIA, DIRECCIÓN Y ACTÚA: Honorio Israel Ríos Hernández
DÓNDE: Centro Cultural El Hormiguero
DIRECCIÓN: Gabriel Mancera 1539, Del Valle.
DURACIÓN: 45 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: No cuenta con valet parking o estacionamiento.