FRUTO EN LA SEQUÍA

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Para quienes desean descubrir el mito de la Coatlicue en una contadora convertida en golondrina.

FRUTO EN LA SEQUÍA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“Tengo 41 años y un vientre que es disidencia.”

A sus 41 años, Elena tiene claro que, sin importar lo que diga su jefe, su médico, o la sociedad entera, no le interesa en lo más mínimo ser madre. Sin embargo, un gorrión y una pluma azul tienen otros planes para su vientre impoluto. Con la memoria de una descendencia de mujeres desafiantes a la espalda, y con un ramo de ramas secas en la mano, Elena comenzará una transformación profunda que le llevará a desplegar sus alas blancas hasta convertirse en una diosa madre y en la más bella de las aves.

“¿Si una no se hace caso a sí misma, entonces a quién?”

La nueva línea curatorial de la Compañía Nacional de Teatro, intitulada Dialéctica de la Diversidad, tiene como objetivo la búsqueda identitaria y patrimonial de nuestro país desde el escenario. Resultado de esto surge el laboratorio de investigación y producción El Teatro de Arte Mexicano, el cual dará como resultado en este año cuatro propuestas escénicas que reúnan a artistas de diversas disciplinas en pro de hablar de nuestros mitos y leyendas, pero desde la contemporaneidad. “Fruto en la Sequía” de la dramaturga Itzel Lara es la primera entrega de este proyecto, obra que aborda el mito de la Coatlicue a partir de elementos distópicos y de realismo mágico.




“Mi diagnóstico: mujer incompleta.”

Elena tiene muchísimo trabajo en su oficina en estos días. Se encuentra muy estresada porque, aparte de tener que hacer inventario, cometió un error que desencadenó una crisis de café que alteró mucho a su jefe. Para complicar aún más las cosas, tiene que ir a hacerse su examen con el médico para que la revisen sobre sus capacidades reproductivas, situación que podría o no valerle un bono o incluso declararla empleada del mes. Al momento que una pluma azul busque asentarse en su vientre, completando así una profecía declarada por un gorrión, Elena debe enfrentarse a su pasado y a un nuevo destino que la transmutará. La manera en que Itzel Lara aborda aspectos de la femineidad, desde el amor maternal y el derecho de una mujer a decidir sobre su propio cuerpo, hasta violencias heteropatriarcales, es a través de una realidad trastocada, llena de poeticidad, en la que el mundo pareciera distorsionado por una pátina de surrealismo tanto violento como inspirador. En este espacio alternativo, “Fruto en la Sequía” encuentra tierra fértil para que la dura realidad para una mujer en la actualidad coexista con un mito de la antigüedad mexicana, un jardín florecido por la capacidad transformativa de una pluma mística.

“Mamá me quería, supongo, pero odiaba ser madre.”

La oficina de Elena se representa con un escritorio metálico de aquellos típicamente encontrados en una oficina de gobierno. Alrededor de ella y su jefe, paneles cuadrados y rectangulares flotan con imágenes proyectadas de ciertos elementos como números y ojos femeninos, todo ello alusivo a la obra de la artista visual Érika Lujano; con un vestido blanco de mangas anchas, Elena comienza su transformación final mientras que la música de un cello tocada en vivo por Natalia Pérez Turner se escucha y una cascada de alpiste cae desde las alturas. “Fruto en la Sequìa” se convierte en un espectáculo visual arrebatador, que intensifica exponencialmente la fuerza de la dramaturgia, gracias a la propuesta de dirección que Hugo Arrevillaga realiza. Apoyado por un preciso trabajo de multimedia a cargo de Miriam Romero, el de iluminación por Matías Gorlero capaz de asombrar con elegantes halos de luz blanca o cálida, así como el sensible diseño de vestuario de Laura Marnezti quien con pequeños guiños establece personalidad a cada personaje, así como al camino de Elena, Arrevillaga se aleja de los lenguajes escénicos que lo han caracterizado para experimentar en nuevos lenguajes teatrales, hecho que consigue con resultados más que favorecedores. A pesar de un diseño de microfonía que anula toda intimidad, y un diseño sonoro que a momentos oscurece las palabras del gorrión, la dirección en “Fruto de la Sequía” es enteramente congruente y acertado dentro de la línea de exploración a la que pertenece, una que demuestra que lo enteramente identitario de la mexicanidad no está en conflicto con la contemporaneidad.




“Tú ya te secaste, no vas a florecer.”

Elena tiene que hacer inventario. Su actuar es el correcto dentro de los cánones laborales, su hablar contenido, reflejo de una mujer forzada a seguir un canon del cual no está enteramente de acuerdo. Al ser tocada por la pluma, se abre una corriente de emotividad que va dejando salir poco a poco, no a borbotones, a medida que reflexiona sobre sus relaciones familiares, particularmente con su madre. Al momento que ha de transmutar a golondrina, su corporalidad refleja la manera en que sus extremidades se vuelven alas, se abre su pecho para dejar caer sus entrañas, hecho que se refleja con movimientos mecánicos precisos, fuertes, pero con pequeños guiños al ave que ha de pronto ser. “Fruto en la Sequía” encuentra en Judith Inda un vehículo actoral que da gala de rango tanto emocional como físico, un despliegue histriónico en que la actriz se vulnera, permite que sus emociones se muestren de manera clara, más no exacerbada, al tiempo que sigue un movimiento escénico coreográfico meticuloso, logrado gracias en parte a la asesoría recibida de Óscar Serrano Cotán. Por su parte, Miguel Ángel López ofrece una contraparte actoral al trabajo de Inda, que en una dirección opuesta resulta igualmente admirable. Ya sea como jefe de oficina, dueño de un vivero, o como el médico encargado de revisar las capacidades fértiles de Elena, Miguel Ángel provoca carcajadas a partir de un evidente entendimiento de que la seriedad es un elemento clave en la comedia, infusionando a momentos pequeños destellos casi caricaturescos más propios de la farsa. Esta contraparte ofrece un necesario respiro a la profunda seriedad en la que habita el personaje de Elena, decisión de creación de personaje que crea una dupla digna de toda una ovación final.

“Eres el principio del vuelo.”

“Fruto en la Sequía” es un portentoso banderazo de salida que marca una nueva era para la Compañía Nacional de Teatro. Bajo la dirección de Aurora Cano, se auguran nuevos riesgos, exploraciones escénicas que brinden una renovada relevancia a tan importante institución, una fresca bocanada de aire que demuestra que una Compañía Nacional no tiene porque estar estancada en el pasado, en estándares decimonónicos que no apelen a las nuevas audiencias.  Bajo esta gran promesa, es indiscutible el deseo de estar presente en las tres siguientes puestas en escena del laboratorio El Teatro de Arte Mexicano. No me cabe la menor duda de que estaré presente cuando levanten el telón “Aleteo” de David Gaitán, en torno al rugido del jaguar, “La Conversión del Diablo” de Carlos Pascual, sobre el mito de la religión, y “Xtab” de Conchi León, sobre la leyenda de la diosa maya del suicidio.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Fruto en la Sequía

DRAMATURGIA: Itzel Lara

DIRECCIÓN: Hugo Arrevillaga

ELENCO: Judith Inda y Miguel Ángel López.

APARICIÓN EN VIDEO: Santiago Valdés Badillo

MÚSICA EN VIVO: Natalia Pérez Turner

DÓNDE: Teatro de las Artes, dentro del Centro Nacional de las Artes.

DIRECCIÓN: Avenida Churubusco 79, Country Club Churubusco.

CUÁNDO: Miércoles, Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 2 de Abril 2023.

COSTO: $150. Boletos en taquilla y ¿Buscas boletos para Fruto en la sequia? Encuentra entradas en Ticketmaster MX Aplican descuentos.

DURACIÓN: 55 minutos sin intermedio. Principio del formulario

DATOS ADICIONALES DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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