EL AMOR DE LAS LUCIÉRNAGAS
Para quienes quieren emprender un muy divertido viaje hacia el verdadero adiós.
EL AMOR DE LAS LUCIÉRNAGAS
Un par de calcetines apuntando al techo fueron todo lo que María necesitó para salir huyendo a Noruega, específicamente a Bergen, al fin del mundo. Escapar del engaño, del corazón que le ardía de dolor en el pecho pero que igualmente cargaba dentro de ella, de su realidad. Claro que lo que nunca calculó sería que el fin del mundo sería un lugar pavorosamente aburrido, donde la única diversión disponible la encontraría en el fondo de una botella de vodka. María está cansada, dolida, alcoholizada y con una máquina de escribir con una maldición sobre ella a su disposición. Ten cuidado con lo que escribes, Nicole Kidman lo puede hacer realidad. Las luciérnagas alumbran la noche y lo único que se escucha es la promesa de un nuevo día detrás de la música de una jarana.
El teatro en México está actualmente viviendo un momento de transformación muy importante y uno de los principales agentes para este cambio es el dramaturgo y director Alejandro Ricaño, quien ha ido adquiriendo gran importancia dentro de la dramaturgia contemporánea gracias a obras como “Más Pequeños que el Guggenheim” (crítica en www.entretenia.com), “Cada vez nos Despedimos Mejor”, “Un Hombre Ajeno” y por supuesto, “El Amor de las Luciérnagas”, presentándose actualmente en el Teatro Helénico.
“Nuestro amor es como las luciérnagas, intermitente.”El proceso de pérdida que vive María tras un engaño amoroso cobra tintes de realismo mágico cuando una doble de ella aparece repentinamente, tras haber declarado que quisiera que alguien más se hiciera cargo de su vida. Esta muy peculiar situación llevará a la protagonista, junto a su aún más peculiar amiga Lola, a un viaje de Noruega a Ciudad de México, a Tlacotalpan, a la orilla de un lago en Guatemala para por fin despedirse de su pasado en aras de poder seguir adelante. Un sentido del humor único, plagado de ironía y ácido sarcasmo, con un cierto exquisito sabor a absurdo, esconde una premisa profunda y compleja, sobre identidad, la dificultad para superar el dolor y la posibilidad de encontrar el amor en los lugares más recónditos del universo. Todo esto, aunado a diálogos y escenas de gran agilidad, ingenio y teatralidad, dan como resultado una obra sólida, redonda y de gran divertimento, prueba fehaciente del por qué Ricaño se considera por muchos, yo incluido, el más importante dramaturgo en los últimos años.
El texto de “El Amor de las Luciérnagas” es sumamente bien logrado, pero lo que realmente lo eleva a niveles exquisitos es la dirección que imprime el mismo Ricaño, brindándole todavía más congruencia a las palabras, acentuando la comedia con una precisión exacta, estableciendo un ritmo deslumbrante y, a momentos, elevando todo el montaje a niveles de verdadera poeticidad escénica, apoyado por tan sólo tres maletas y una hermosa iluminación a cargo de Matías Gorlero, emulando la intermitencia de la luz de las luciérnagas. Ricaño realiza un trabajo completo de autor, con discurso y propuesta, pero sin olvidar por un solo momento a su público, quien finalmente recibirá el producto terminado. Una lección que muchos dramaturgos y directores en este país podrían aprender.
El elenco de “El Amor de las Luciérnagas” brilla con gran intensidad al evidentemente haberse entregado a la visión de su creador. Cada uno de los siete actores en escena se deja llevar por completo por las palabras del dramaturgo y por la coreografía escénica marcada por el director, para producir un montaje que funciona como la maquinaria de un reloj suizo. Cada gesto, movimiento, pausa o entonación se encuentran al servicio de la obra, dejando en claro que el más ligero tropiezo podría entorpecer todo el montaje. Sin embargo, no pude notar un solo momento durante la función en que esto sucediera, gracias a una clara disciplina de trabajo de todos los involucrados.
Una vez establecido esto, es necesario destacar el trabajo de Sonia Franco como María, al menos la principal u original, quien logra transmitir todo la angustia que ebulle constantemente en su interior, lidiando con lo imposible que le resulta continuar con su vida. Esto sin menospreciar el trabajo de Ana Zavala y Sofía Sylwin, como las otras dos Marías en escena, quienes asumirán diferentes facetas de un mismo personaje, a veces de manera muy graciosa, a otras mucho más introspectiva. Igualmente vale la pena aplaudir el trabajo de Hamlet Ramírez como Ramón, un humilde fabricante de jaranas, el único personaje verdaderamente serio de toda la obra, ardua tarea dentro de una propuesta claramente cómica. Y por supuesto, una muy especial mención a Sara Pinet como la extravagante amiga Lola, quien se encarga de arrancar el mayor número de carcajadas durante toda la función, proyectando una inocencia un tanto perversa que resulta entrañable. El elenco de “El Amor de las Luciérnagas” trabaja como una unidad bien concatenada y, como tal, se lleva un enorme aplauso con el oscuro final.
La realidad la llevamos a cuestas y nunca podremos eludirla. A veces es maravillosa, a otras no tanto y en ocasiones es sencillamente abominable y profundamente dolorosa. Lo único cierto es que tenemos que vivirla, cada uno de nosotros y, aunque quisiéramos, es imposible eludirla, no podemos trasferir la responsabilidad a alguien más. Al igual que la luz de las luciérnagas, la felicidad viene y va, a veces tenuemente, a veces con toda la intensidad del sol. Bañémonos en esa luz y disfrutémosla cuando esté presente para que la podamos llevar por dentro y nos ilumine cuando la oscuridad nos invada, asegurándonos de que todo lo que necesitamos está aquí, justo aquí, no en alguien más, sino en ti, en mí.
La primera vez que vi “Más Pequeños que el Guggenheim” me enamoré profundamente de la obra y desde entonces la seguí por los diferentes teatros donde se presentó, viéndola un total de ocho veces, siempre llevando a amigos diferentes para compartir con ellos tan maravillosa y divertida experiencia. Ahora, mientras escribo esta crítica, volteo a ver mi calendario en la pared para poder calcular cuándo será la siguiente vez que tenga oportunidad de ver “El Amor de las Luciérnagas”, pensando a quienes invitaré para que podamos vivirla juntos. “El Amor de las Luciérnagas” es exactamente el tipo de teatro por el cual Entretenia existe, con la esperanza de poder contribuir con nuestro granito de arena para que estas verdaderas joyas escénicas puedan tener localidades agotadas y ovaciones de pie en cada función.