UNA LUNA PARA LOS MALNACIDOS
Para quienes quieren aplaudir un exquisito montaje de la última obra de Eugene O’Neill.
UNA LUNA PARA LOS MALNACIDOS
Por Juan Carlos Araujo
Ya sólo quedan ellos dos en la granja, los demás se han ido. Él, un viejo ladino constantemente seducido por el alcohol, y ella, una mujer de reputación derruida y mucho más frágil de lo que aparenta, permanecen y han fincado todas sus esperanzas en la palabra de un hombre que dice amar a quien llena el vacío de su alma mientras que su cerebro flota entre los humos provocados por el whisky. Unos cerdos y una reja rota resquebrajarán la calma y pondrán en marcha planes desesperados que dejarán al descubierto lo que la luz de la luna trataba de ocultar.
“Jim está destinado a ser estafado.”“Una Luna Para los Malnacidos” fue la última obra escrita por el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1936, Eugene O’Neill, como secuela a la que se considera la obra de teatro más importante de la dramaturgia estadounidense del siglo XX, “Largo Viaje de un Día Hacia la Noche”. Con un inusitado sentido del humor, su muy reconocida habilidad para crear personajes de enorme complejidad humana, el realismo que caracteriza su producción literaria y utilizando su propia vida como fuente de inspiración, O’Neill creó una pieza de exquisita poeticidad enmarcada por lo craso, lo común y lo cotidiano; una verdadera obra de arte cimentada en los bajos placeres que producen las prostitutas y el alcohol.
“Debe de ser el aire el que huele a whisky.”Los lamentables intentos de Phil Hogan y su hija Josie por salvar su granja de ser vendida a un vecino millonario por Jim Tyron, un heredero alcohólico y amigo de la familia, es en el fondo una tierna y agridulce historia de amor que revela cuán frágil es el ser humano en su constante lucha por encontrar la paz ante lo inevitable. “Una Luna Para los Malnacidos” expone de forma cruel y a la vez hermosa los sacrificios que dos personas profundamente enamoradas la una de la otra están dispuestas a hacer con tal de que el otro tenga una mejor oportunidad de ser feliz. Es a partir de este sublime acto de generosidad absoluta que O’Neill alcanza uno de los puntos más altos de su dramaturgia al mismo tiempo que hace las paces con los fantasmas de su propia historia familiar con una obra de teatro sumamente bien lograda a partir de cambios radicales de tono, la construcción de imágenes que se antojan indelebles en el espectador y la poesía que le inspira la luna.
“Yo lo único que quiero es que cuando menos esta noche sea distinta.”La concepción escénica que Mario Espinosa propone en la dirección de “Una Luna Para los Malnacidos” es tanto ambiciosa como bellamente ejecutada dentro de su sencillez. Un precioso escenario circular diseñado por Gloria Carrasco para representar la entrada a la granja es iluminado con elegancia por Ángela Ancona para la creación de ambientes cargados de teatralidad, donde una pareja que nunca llegará a estar junta se puede inundar con la luz de la luna y donde no se necesita más que salir del círculo y sentarse en su orilla para representar el interior de la granja. Este diseño espacial se une con un ritmo que se ajusta con elegancia a los cambios tonales dentro del texto y a un desarrollo de los personajes que revela un claro entendimiento de la producción literaria de O’Neill para dar como resultado un verdadero homenaje a la obra de uno de los más grandes dramaturgos del siglo pasado.
“Parece que nuestro romance bajo la luz de la luna ha sido un desastre.”El elenco que conforma “Una Luna Para los Malnacidos” revela casi de inmediato el profundo trabajo de mesa que se debe haber realizado en preparación para el montaje con actuaciones que, además de capturar la esencia del teatro de Eugene O’Neill, funcionan como una unidad sólida donde ningún trabajo sobresale o es opacado. La siempre esplendida Karina Gidi interpreta a Josie Hogan durante el primer acto con una buena dosis de agresividad, humor y vulgaridad para poco a poco transformarse en una hermosa figura materna capaz de cometer el máximo sacrificio con tal de sobrevivir y hacer feliz a quien tan profundamente ama. A su lado, Rodolfo Árias como Jim Tyron lleva un camino similar al lograr proyectar en un inicio a un hombre despreocupado por la vida, dominado por las mujeres y el alcohol, para después conmover a cada uno de los asistentes con una revelación que nubla la vista mientras se acuesta en el regazo de su amor para descansar. El cuadro actoral lo completan Patricio Castillo quien resulta entrañable como Phil, el desparpajado padre de Josie, y José Juan Sánchez quien con escasos minutos en escena convence y divierte en el papel del muy ridículo y patético vecino. Sin duda un montaje que brilla con gran intensidad gracias al compromiso de cuatro grandes actores.
“Dios, permítele que recuerde este momento y olvide el resto.”El teatro en México está viviendo una época maravillosa y prueba irrefutable de ello es la presencia cada vez más frecuente de obras de primer nivel que apuestan por un público inteligente y sensible capaz de admirar y aplaudir la obra de grandes dramaturgos como le es Eugene O’Neill. Me siento afortunado y honrado por el privilegio de ver el primer montaje que se realiza en mi país de “Una Luna para los Malnacidos”, realizado con evidente amor y pasión por cada uno de los privilegiados. Espero de todo corazón que muchos, muchos más compartan mi sentir llenando el Foro y conmoviéndose con tan poderosa historia, admirando la estupenda dirección y ovacionando tan poderosas actuaciones.
“Tú querías mi amor para consolar tu pena.”La primera vez que vi “Largo Viaje Hacia la Noche” de O’Neill, pude sentir cómo se congelaba mi sangre en horror a medida que avanzaba la trama y descubría con qué enorme crueldad castigaba el autor a sus personajes a medida que avanza la noche y un avaro padre es capaz de dejar morir a su hijo mientras que su madre se encuentra completamente dominada por los efectos de la morfina y su hermano por los del alcohol. Encontrarme con “Una Luna Para los Malnacidos” me trae esperanzas al descubrir el perdón y la paz en O’Neill hacia su propio hermano alcohólico. No siempre sabemos o entendemos las verdaderas razones, el subtexto del por qué la gente actúa como lo hace. O’Neill me recuerda que en todos cabe la capacidad de perdonar si encontramos al niño perdido en busca de su mamá dentro de cada uno de nosotros. En mi caso, o en el de mi hermano con quien casi no hablo, de su papá.
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DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
DIRECCIÓN: Mario Espinosa