QUISIERA SER UN ROCKSTAR
Para quienes quieren acompañarlos en su dolor.
QUISIERA SER UN ROCKSTAR
“Pos más que le llores, no va a despertar.”Ella se ha ido y es hora de decirle adiós. Una mujer llena de sueños, de energía, de tanto amor para quienes tuvieron la fortuna de conocerla, de compartir aunque fuera un solo momento a su lado. Si tuvo algún defecto, si cometió algún error, si lastimó a quienes la quisieron… ya nada de eso importa. Ella murió y todos hemos sido invitados a esta ceremonia para poder despedirnos, rendir un último homenaje a esta hermosa mujer, tal vez reír un poco recordando tantas y tantas locuras, pero sobre todo dejar que nuestras lágrimas fluyan libremente en señal de amor y respeto a quien nunca volveremos a ver. Adelante por favor, gracias por venir y compartir esta pena. Esto es un funeral.
El nerviosismo que conlleva el no saber qué hacer o qué decirles a los familiares o amigos más cercanos, el dolor propio, las risas nerviosas que amenazan con salir ante la incomodidad de la situación, las carcajadas que estallan al recordar los buenos tiempos o las lágrimas que comienzan y se detienen a intervalos regulares con cada nueva marejada de emoción que pega como una dura cachetada. Todo aquel que ha tenido la desventura de asistir a cualquier ceremonia en conmemoración o despedida de un difunto, llámese velorio, entierro, misa, funeral u homenaje, seguramente ha experimentado una, varias o todas las situaciones antes descritas. “Quisiera ser un Rockstar” de Christian Diez sumerge a los asistentes, sin ningún tipo de advertencia o piedad, a toda esta avalancha de emociones al hacerlos parte de una ceremonia fúnebre.
Un montaje atrevido, innovador y bastante macabro, “Quisiera ser un Rockstar” busca un balance entre un ambiente casi naturalista y uno de gran teatralidad. Por un lado, desde antes de entrar a la sala se crea este ambiente de solemnidad que impera en este tipo de eventos; una vez dentro, el público se enfrenta al llanto, a las conversaciones susurradas y las omnipresentes galletitas dentro de un velorio. Por el otro lado, conoceremos a la difunta a través de los recuerdos de los dolientes, se organizará una fiesta donde todos podrán bailar y reír o se recibirán recuerdos de enorme valor de manos de la muerta misma. Christian Diez, quien también actúa y dirige el montaje, manipula las emociones de cada espectador, en busca de que cada quien pueda experimentar o incluso revivir el duelo y sus procesos. A momentos la dirección me pareció un tanto condescendiente con los asistentes, tomando un tono sobre explicativo acerca de lo que sucede en el escenario, y un tanto sucia en algunos elementos como la iluminación. Sin embargo, el impacto que pueden llegar a producir ciertas decisiones de montaje, sobre todo al final del mismo, dejan una poderosa marca difícil de quitar aún horas después de acabada la función.
Para poder llevar esta difícil propuesta a una realidad, se necesita de una absoluta entrega actoral por parte de los cuatro involucrados. Aun cuando encuentro que los resultados son positivos globalmente, destaco el trabajo de Tania Ángeles y Miranda Rinaldi quienes convencen de manera definitiva en sus personajes de la difunta y la examante ahogada de pena, respectivamente. Ver a Tania repartir sus pertenencias más preciadas a diferentes miembros del público o ver a Miranda despedirse en una mezcla de dolor y shock de a quien alguna vez amó mientras le acaricia la cabeza son posiblemente los puntos más altos de todo un viaje que produce constantes escalofríos y a momentos bastante angustia. “Quisiera ser un Rockstar” debe ser exhaustivo para los cuatro actores involucrados y se nota en la pasión con que se dejan llevar por su dolor.
Reír con los recuerdos, beber una taza de café y comer una galleta difícil de tragar por el nudo en la garganta, rezar en busca de respuestas, llorar para sacar el dolor, mirar fotografías viejas o participar en el juego «el difunto exquisito». Los seres humanos hemos creado toda una serie de mecanismos de defensa para poder lidiar con el inmenso dolor que produce el despedirse, para siempre, de nuestros seres queridos. Cuando le dije adiós a mi papá, a mi amada Maru, a mis dos abuelas, en cada una de esas ocasiones y desafortunadamente en muchas, muchas más, viví cada una de esas emociones. “Quisiera ser un Rockstar” nos obliga a ser parte de un duelo y cada quien decidirá hasta qué grado se quiere involucrar. Es peligroso hacerlo, pero sentir es humano. Atrévanse.
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