PROYECTO LARAMIE
Para quienes entienden que la violencia contra cualquier humano, el que sea, es intolerable.
PROYECTO LARAMIE
“Bienvenido a Laramie. Población: 26,687.”Un acto tan asqueroso y repugnante como el que le tocara la pierna no podía quedarse así como así: lo golpearon y torturaron hasta dejarlo sin sentido. Que se atreviera a pensar que ellos eran como él merecía un castigo ejemplar: lo amarraron a una cerca y lo dejaron abandonado a su suerte. Mathew Shepard cometió el pecado de ser homosexual, gay, maricón, puto y pagó con su vida por su desviación. Lo que sucedió esa noche en Laramie no sólo afectó al muerto o a su familia, la comunidad entera nunca volvería a ser igual.
“Me llamo Matt y quiero que sepas que soy gay.”El dramaturgo Moisés Kaufman mostró su interés en los procesos judiciales y en un teatro documental al utilizar las transcripciones reales de los tres juicios a los que fue sometido Oscar Wilde en su obra “Actos Indecentes”. Un par de años después, su curiosidad se volvió al manifestar al enterarse del caso de Mathew Shepard quien fuera brutalmente golpeado y torturado hasta la muerte por dos jóvenes en las cercanías del pueblo de Laramie, Wyoming en 1998 por el simple hecho de haber sido homosexual. Esto derivó en que Kaufman, junto con miembros de su compañía teatral Tectónico, se dirigieran a esa población para llevar a cabo más de doscientas entrevistas entre diferentes miembros de la comunidad, incluyendo conocidos y familiares de la víctima. El resultado de este experimento: la poderosa y escalofriante obra “Proyecto Laramie”.
“Si yo no te digo que soy puto, tú no me das una golpiza.”Una obra compleja tanto en su estructura como en su fondo, “Proyecto Laramie” resulta un verdadero reto para cualquier director, así como para los seis actores involucrados. Narrar más que actuar, sugerir más que escenificar, crear imágenes impactantes a partir de los más básicos recursos tanto escénicos como de utilería y con un mínimo de movimiento por el escenario son tan sólo algunos de los obstáculos que la directora Luciana Silveyra y su equipo de trabajo abordan de lleno para que el montaje consiga mantener la atención de los espectadores durante las dos horas que toma contar la historia de Mathew, sus agresores y de todo el pueblo.
“El odio no es un valor de Laramie.”El primer punto a apreciar de “Proyecto Laramie” es el preciso ritmo que se la impreso a la obra para que la narrativa fluya de manera natural, ágil y orgánica dentro de un montaje que perfectamente podría caerse en dos segundos debido a una falla dentro de esta exacta maquinaria que ha creado Silveyra. Los actores reaccionan, hablan, se mueven, sacan objetos y los devuelven a su lugar con una precisión mecánica que permite el flujo de la obra, pero sin verse artificial o actuado. El segundo punto que me llamo la atención de la dirección de Luciana fue su capacidad de crear una atmósfera tan profundamente intimista en un teatro que alberga los fines de semana un musical de Broadway. Aun cuando esto se puede volver un arma de doble filo si no se tiene bien cuidada la proyección vocal de todas y cada uno de los actores, puedo decir que a varias filas de distancia del escenario podía sentir que los personajes me hablaban a mí directamente, pidiéndome que escuchara lo que tenían que decirme para que la atrocidad que les ha aquejado nunca vuelva a suceder.
“Hay más gente gay en Wyoming de lo que aparenta.”Claro que nada de esto sería posible sin un verdadero talento actoral en el escenario. Ciertamente lo que más luce dentro del trabajo de los actores es su habilidad para interpretar a toda una multitud de personajes, una colección de personalidades en su mayoría típicamente gringas, a lo largo de toda la función. Maestros, meseros, choferes, granjeros, entrevistadores, jueces y hasta los mismos asesinos o el padre de la víctima cobran vida en manos del elenco, quienes cambian a partir de una gorra, una nueva inflexión de voz o algún aditamento en sus manos como un volante. A manera de ejemplo, resulta fascinante ver a Héctor Berzunza transformarse de un simpático chofer a un asesino en cuestión de segundos o ver como Paola Arrioja pasa de entrevistadora a entrevistada, de chica neoyorquina a pueblerina en cuestión de segundos. Sin embargo, el verdadero aplauso que se lleva cada uno de ellos se debe a la clara y palpable convicción que proyectan durante toda la obra, en cada uno de los personajes que interpretan, en un evidente deseo de que el público escuche, se conmueva y sea capaz de cambiar el mundo.
“Usted me robó algo muy preciado y nunca lo voy a perdonar por eso.”“Proyecto Laramie” marca el inicio de César Perrín como productor teatral. Una apuesta muy arriesgada que habla de coraje y convicción de su parte por montar obras que buscan ir mucho más allá del simple divertimento. Le deseo el mayor éxito posible en esta primer aventura en vísperas de muchas más obras que rindan frutos de la misma o superior calidad.
“Los acusados dejaron a la víctima rogando por su vida.”Una de las obras que más ha marcado mi vida fue “El Juego que Todos Jugamos” dirigida por Alejandro Jodorowsky. De ella he extraído una de las filosofías más poderosas con las que guío mi diario vivir: el mundo es un lugar horrible, pero yo no tengo porqué ser una persona horrible. Odiar a alguien, matarlo, por sus preferencias sexuales es un hecho horrible; lo que sucedió en Laramie hace más de quince años fue un hecho horrible; lo que le pasó a Mathew Shepard fue un acto horrible. Lo más horrible de todo es que aún sucede, en todo el mundo, sin que las cosas cambien. Tenemos que aprender, madurar, evolucionar y nunca olvidar.
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