MADRES E HIJOS
Para quienes desean observar un debate entre el más rancio conservadurismo y el orgullo de vivir en libertad.
MADRES E HIJOS
“Con qué naturalidad dice usted la palabra esposo.”
En una de las noches más cortas del 2014, Betty ha llegado sin invitación al hogar que Chris ha formado con su esposo Pierre y su hijo Danny de seis años. La casi octogenaria mujer declara que no sabe exactamente a qué ha venido, más unos cuantos vasos de whisky habrán de revelar el dolor, pero sobre todo la ira, que aun guarda en su interior. El mundo ha cambiado mucho en 20 años, desde que su hijo André muriera de SIDA en los noventa, un mundo donde los derechos de un hombre homosexual ni siquiera le garantizaban el poder sostener la mano de quien se ama antes de morir en una cama de hospital. El mundo ha cambiado… Betty no tanto.
“Lo contagió su elección.”
Considerado como uno de los dramaturgos contemporáneos más importantes en los Estados Unidos, Terrence McNally, recién fallecido en 2020, fue una de las voces escénicas de mayor fuerza a finales del siglo XX en abordar no sólo temáticas pertinentes a la comunidad LGBTIQ+, sino específicamente sobre la plaga del VIH que azotó y diezmó a toda una generación de hombres homosexuales. Pensada como una continuación a su obra Andre’s Mother, “Madres e Hijos” es una confrontación entre una madre que justamente perdió a su hijo a garras del SIDA en 1990 con quien fuera su pareja, un sobreviviente que ahora vive felizmente casado y con un hijo en una sociedad donde derechos se han ganado y se puede vivir con la frente muy en alto.
“Yo pensé que ya había superado nuestra pérdida.”
El rechazo que Betty siente ante la idea de que Chris y Pierre son esposos, peor aún padres con un niño de seis años, es evidente en su cuerpo, en sus comentarios ponzoñosos, un claro reflejo de la amargura que ha invadido su alma a lo largo de más de veinte años. Chris, orgulloso de la vida que ha logrado, trata desesperadamente por encontrar un punto medio donde pueda haber cabida a menor rencor, menos enojo, mucha más comprensión y, quizás un poco de perdón. La construcción dramática en “Madres e Hijos” es un debate donde McNally convierte a los personajes en símbolos. Mientras que Betty representa a una sociedad conservadora que se niega a aceptar que la homosexualidad es algo natural, que el SIDA no es un castigo divino contra los sodomitas, y que todes deberíamos tener los mismos derechos por igual, mientras que Chris y su familia son la voz de la actualidad, de las guerras ganadas, del orgullo que nace del poder andar de la mano en la calle con la persona que se ama sin temor a ser atacado. Bajo este planteamiento, la dramaturgia es más discursiva que basada en la progresión de un conflicto, es más un encontronazo de ideologías planteadas por personas mientras hablan en la sala de un departamento que una propuesta donde se la acción trasciende la palabra. Los planteamientos que el dramaturgo pone sobre la mesa siguen vigentes en la actualidad, sin duda, más el estilo de escritura empantana el conflicto que el texto cubre con capas de diálogo a momentos no tan civilizado.
“No eran tiempos para odiarnos.”
Dentro de un cubo al centro del escenario se encuentra la sala del departamento de Chris. Fuera de esta estructura, se hallan sillas para que miembros del elenco tomen asiento mientras entran a escena, convención que se usa a momentos, en otros no. Tonalmente la puesta en escena está insertada en el realismo, estableciendo así un ritmo pausado, sin grandes acentos más allá de los que marca el texto de McNally cuando los personajes se alteran, principalmente Chris y Pierre ante la inmensa capacidad de Betty para atacar de forma pasivo-agresiva. La dirección de “Madres e Hijos» corre a cargo de Diego del Río, quien también es responsable de la traducción y adaptación junto con la protagonista Diana Bracho. Así como en palabras el único verdadero cambio que se percibe en la obra es que los nombres son distintos del original, el montaje de la obra presenta la dramaturgia del autor sin necesariamente ponerla en crisis, cuestionarla de alguna manera, conectarla a su lectura en 2024, o estableciendo un propio punto de visto más allá de la presencia de las sillas antes mencionadas, rúbrica perenne del director.
“No entiendo cómo mi vida se convirtió en esto.”
Chris está dividido emocionalmente. Sabe a la perfección que la presencia de presencia de Betty en su hogar no sólo lo altera a él, sino a su esposo Pierre, quien no tiene el menor problema con mostrar su disgusto con la llegada de esta mujer a su departamento. Betty, una mujer cuyo físico dista de estar en las mejores condiciones, no puede evitar dejar ver la amargura que ahoga su alma, aun cuando tampoco es capaz de detener el caer víctima de los encantos del sencillamente adorable Danny. Dada la propuesta de escenificación, “Madres e Hijos” depende de la actoralidad para que la tensión dramática se genere. El elenco conformado por Diana Bracho, Juan Manuel Bernal, Eugenio Rubio y Antuan Trejo, quien alterna funciones con Luca Guerra consigue la naturalidad en escena, establecen el realismo y operan, en su mayoría, desde la veracidad emocional. Mientras que Bernal consigue encarnar a un hombre gay que aun se encuentra en conflicto por los traumas del pasado, que claramente sigue batallando con aspectos de homofobia interiorizada, aun cuando la guerra está más que ganada, y que no puede evitar desbalancearse ante la presencia de su suegra, Rubio es la viva representación del gay que desborda orgullo y no está dispuesto a volver a bajar la frente a nadie. Ambos como pareja son la carta más fuerte de la puesta en escena junto con el joven Trejo quien despliega una naturalidad en el escenario poco común en alguien de tan corta edad. Por su parte Diana Bracho, quien es importante mencionar hace uso de un micrófono cuyo diseño de audio demerita por completo su interpretación al lanzar su voz lejos de ella y suena demasiado grave para que sus palabras sean cabalmente entendidas, opta por un tono medio en su actoralidad que no lleva la tensión dramática a lugares de mayor contundencia.
“¿Qué les pasó a los gays de las últimas décadas del siglo XX?”
Tan sólo el año pasado, sobre el mismo escenario, tuve la oportunidad de ovacionar de pie el montaje de La Golondrina de Guillem Clua, dirigida por Alonso Íñiguez, sobre la confrontación entre una madre que perdió a su hijo homosexual en la matanza de la discoteca Pulse en Orlando, Florida con quien fuera su pareja; hace un par de semanas admiré profundamente y aplaudí rabiosamente el trabajo que presenta Laura Uribe sobre disidencias de cuerpxs y genero en Cuir Love. Las narrativas en torno a las problemáticas de la comunidad LGBTIQ+ han evolucionado profundamente en los últimos diez años, desde que Terrence McNally escribiera “Madres e Hijos”, porque nuestros discursos como personas de la diversidad hemos continuado la batalla y ganado derechos, muchísimos más de los que aquellos que perdieron la vida en contra del VIH en los 90s alguna vez hubieran imaginado. Es importante seguir contando estas historias. Sin embargo, más urgente aún me parece es confrontarlas, exponerlas, cuestionarlas con quienes somos ahora, con las luchas que aún se libran, con aquello que en el México de 2024 nos amenaza.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Madres e Hijos
DRAMATURGIA: Terrence McNally
TRADUCCIÓN: Diana Bracho y Diego del Río
DIRECCIÓN: Diego del Río
ELENCO: Diana Bracho, Juan Manuel Bernal, Eugenio Rubio, Luca Guerra y Antuan Trejo.
DÓNDE: Teatro Milán
DIRECCIÓN: Lucerna 64 esquina con Milán, Colonia Juárez.
CUÁNDO: Viernes 20:45, Sábado 19:15 y Domingo 18:15 horas. Hasta el 30 de junio 2024.
COSTO: $1080, $900 y $720. Boletos en taquilla y Boletos para Madres e Hijos | Detalle de fechas para Más Teatro y Culturales | Ticketmaster MX
DURACIÓN: 105 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con valet parking.