
LOS PERROS QUE SÓLO RECONOCÍAN LAS ENAGUAS
Para quienes desean adentrarse a la resiliencia de una comunidad hidalguense de 12 habitantes desde su voz femenina.
LOS PERROS QUE SÓLO RECONOCÍAN LAS ENAGUAS
“Donde todo está en pausa y no pasa nada.”
En Manzanitas sólo quedan 12 habitantes. Luisa, Teresa, Maura y Tomasa son cuatro de esos escasos pobladores, vetustas mujeres sin descendencia con historias que compartir, experiencias de vida que se han ido hilvanando dentro de un bordado cargado de mucho sacrificio y dolor, de agachar la cabeza y obedecer, de tener que abandonar sus tierras o sus identidades, todo ello en una existencia que da testimonio de la fuerza de sobrevivir en un mundo que pareciera haberles negado demasiado. Bienvenidos a esta tierra hidalguense donde, entre juegos infantiles y ladridos sordos, todavía existe la capacidad de levantar con orgullo la frente y enfrentar lo que queda de vida.
“Lo que me gusta de bordar es la certeza.”
Entremezclando elementos del teatro documental y del biodrama, la autora y directora Mayra Simón desarrolla “Los Perros que Sólo Reconocían las Enaguas”. Esta obra docuficcional aborda las historias verdaderas de cuatro habitantes de Manzanitas Cieneguilla Cardonal en Hidalgo, cuya principal característica es el tener una población de doce personas, para hablar de las violencias sistémicas a las que la mujer se debe de enfrentar como parte de los usos y costumbres de esa localidad, reflejo de una dura realidad que sigue estando presente en gran parte de la República Mexicana.
“Las siete semillas se negaron a germinar.”
Planes de procreación para aumentar la población del pueblo, sin tomar en consideración la opinión de las siete mujeres que viven ahí; la decisión de abandonar la tierra natal para trabajar limpiando casas ajenas, con todas las violencias que dicho trabajo implica; historias que dan cuenta de mujeres hablando con los animales, identidades y nombres descubiertos a la luz del fuego, y un hermoso libro dorado de rezos que no se puede descifrar por el no saber leer.
“No vas a tener quien te ore para sacarte del infierno.”
La estructura narrativa sobre la que se construye “Los Perros que Sólo Reconocían las Enaguas” se basa en ir contando las vivencias de las cuatro protagonistas al mismo tiempo, compartiendo un poco de cada una antes de pasar a la siguiente. Al mismo tiempo se les van inyectando ciertos elementos oníricos o surreales que dan un aura de misticismo a dichas historias. Esto funciona también por una cierta dosis de humor que se le va inyectando a la dramaturgia. No obstante, la ausencia de una progresión dramática que genere conflicto o expectativa lleva la obra hacia un terreno empantanado donde se siguen compartiendo una serie de anécdotas hasta llegar a una conclusión que parte de un rompimiento con las narradoras, misma que podría insertarse en cualquier momento después de pasada la hora. Una vez establecido, se aprecia la habilidad de Mayra Simón para capturar la realidad de dicha comunidad hidalguense, de la dura vida que se lleva como mujer indígena, presentación que levanta cuestionamientos, realiza una crítica social no evidente y necesaria, una denuncia que clama por una mayor libertad para las mujeres insertadas en la vida rural, por sus derechos a buscar la felicidad sin tener que sentirse atadas a tradiciones, hombres, tierras o a nada.
“Una cosa es estar amargada y otra es estar triste.”
El bordado tradicional hidalguense está presente a través de dos aros de gran tamaño que representan dicha labor artesanal y que conforman la parte central de la escenografía. Hacia la mitad de la obra, las cuatro narradoras ataviadas con rebozos típicos en colores vivos metafóricamente van hilvanando sus historias a través de ir cruzando hilos por los aros y entre ellos.
“Declaro la guerra a mi peor enemigo que es…”
Uno de los aciertos más destacables en “Los Perros que Sólo Reconocían las Enaguas” se halla en la propuesta visual que la dirección de Simón presenta. El diseño de la escenografía a cargo de Ricardo Salgado consigue transportar al espectador al universo de Manzanitas, más no de una manera literal o burda, sino apelando a la imaginación y a una simbología que acentúa la dramaturgia. Esto también se consigue gracias a la musicalización de Eduardo García que igualmente permea el montaje de la localidad hidalguense. En algunos momentos de la obra se escuchan las voces reales de las mujeres entrevistadas, lamentablemente la calidad del audio o del diseño sonoro no permiten que sus palabras sean entendidas cabalmente desde la butaca.
“Yo pienso que la vida avisa, nomás hay que saber escuchar.”
Las cuatro ancianas son personificadas por el elenco joven y capaz conformado por Edna Rodríguez, Sharim Padilla, Araceli Martínez y Fabiola Villalpando. Sus voces y movimientos imitan la vejez a lo largo de gran parte de la obra, no de manera realista sino acercándose más a la caricatura, decisión que se pareciera alejarse de la propuesta documental en favor de la comedia. Al momento de tener que convertirse en muñecas, sus movimientos se congelan; si se representa que están en una iglesia, se convierten en un grupo de señoras chismosas; al hablar de las violencias a las que han sido sometidas, sus emociones se perciben como honestas debajo de la farsa forzada de hacer una voz no propia.
“Un enfermo no puede quedarse en el pueblo porque lo contamina.”
La propuesta actoral proveniente desde la dirección en “Los Perros que Sólo Reconocían las Enaguas” levanta cuestionamientos alrededor de la necesidad de solicitar de actrices no necesariamente racializadas un hablar que no busca ser real o natural, sino que se acerca más a la forma en que se ha representado a la mujer indígena en los medios de manera no favorable. Ciertamente, Edna Rodríguez, Sharim Padilla, Araceli Martínez y Fabiola Villalpando demuestran talento, lo ponen al servicio de la puesta en escena, y demuestran en la conclusión sus verdaderas identidades para lanzar un potente mensaje a la audiencia con fuerza. Más no por ello se deja de lado esta pregunta, más cuando la génesis del proyecto es tan cercana a la autora y directora quien claramente sabe de lo que habla de primera mano y entiende las dolencias de las voces que captura.
“Todos somos frágiles en las manos equivocadas.”
Tuve oportunidad de ver “Los Perros que Sólo Reconocían las Enaguas” por primera vez durante la 41 Muestra Nacional de Teatro celebrada en la Ciudad de México el 27 de noviembre de 2021. En aquel entonces, presentándose en el inmenso Teatro del Bosque Julio Castillo, la obra se veía diminuta, devorada por el gran escenario, su mensaje no alcanzando de lleno a su audiencia. Ahora, cuatro años después, y en un teatro que se adecua mucho mejor a la propuesta escénica, las historias de Luisa, Teresa, Maura y Tomasa tienen una mayor resonancia. Más esto no es sólo por un cambio de espacio, es también porque los tiempos también lo han hecho. Desde entonces México se ha pintado de morado, la voz de la mujer se escucha con mayor fortaleza, el empoderamiento es cada vez más real. Hay mucho camino por andar, pero las mujeres están listas para hacerlo con el orgullo y la fuerza que hoy retoman para agacharse nunca más.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Los Perros que Sólo Reconocían las Enaguas
DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Mayra Simón
ELENCO: Edna Rodríguez, Sharim Padilla, Araceli Martínez y Fabiola Villalpando
DÓNDE: Teatro Orientación, Luisa Josefina Hernández, dentro del Centro Cultural del Bosque.
DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.
CUANDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 3 de agosto 2025.
CUANTO: $150. Aplican descuentos. Boletos en taquilla y en Boletos | LOS PERROS QUE SOLO RECONOCÍAN LA ENAGUAS | Centro Cultural del Bosque
DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.