
LOS MAROMEROS
Para quienes entienden que, desde el averno, el camino a la sanación es por el teatro que cuenta uno mismo.
LOS MAROMEROS
“Tuve un accidente: se me perdió la vida.”
Su cordura pende de una soga roja. Luego de verse en el espejo y ya no reconocerse, tras permitirse descender al peor de sus infiernos y no ver la salida, entumecida por el alcohol, las pastillas y la inmensa lástima que siente por ella misma, la escritora está a un respiro de terminar con su camino por esta vida. Una vecina… o amiga… una joven de su pasado que recuerda muy bien quién fue en algún momento en que sabía lo que era una sonrisa detendrá sus intenciones autodestructivas. Por una sola noche la llevará a un teatro bar del centro de la Ciudad de México donde la dramaturga no tendrá más remedio que andar en tacones, disfrutar de usar una falda corta y beber una copa. Al mismo tiempo también habrá de enfrentar a sus propios personajes, a esos seres en algún pueblo de Oaxaca en espera de un final y con muchas historias que contar, un malabar que realizar, y, finalmente, bajar un telón de teatro que culminará en el perdón, la calma, y la paz.
“Son mis textos y son sagrados.”
La oscuridad que ahoga cuando uno se halla sumida por la depresión, la diferencia entre la felicidad y el éxito profesional, el enfrentarse a la vejez como mujer, la necesidad de celebrar y divertirse como camino para sanar desde uno mismo, y la capacidad del teatro, de hilvanar grandes historias, para salvar vidas son algunos de los temas que se tocan en “Los Maromeros”, primera parte, más la última entrega, en la trilogía de la Tierra de la dramaturga y directora Verónica Musalem, compuesta también por Los Caminantes y Los Errantes o ese Amor. Ambiciosa y a la vez profundamente íntima, la anécdota es autobiográfica en su génesis, con fuertes ecos a Tres Mujeres Altas de Edward Albee. En su estructura dramática, la obra remite a Seis Personajes en busca de un Autor de Pirandello, a la vez que echa raíces profundas a la mística de Oaxaca, y opera desde múltiples capas narrativas y de realidad que la convierten en onírica y cruda, divertida, crítica e incluso metateatral.
“Escriban su propia historia sin mí.”
Dos canadienses han llegado a un pueblo diciendo que vienen a “ayudar” a sus habitantes, cuando en realidad lo que buscan es el oro que se supone se encuentra dentro de una montaña. Los artistas del lugar y lo que podría entenderse como un nahual, todos más vivos que los salvadores blancos, les enredan en historias que salen de la mente de la autora. Por su parte, la exitosa e infeliz mujer debe permitirse una noche de juerga en algún tugurio de la CDMX para que no sólo pueda terminar su inconclusa obra, y sus personajes puedan dar fin a sus relatos, sino para que también ella sea capaz de enfrentarse a sí misma y en el proceso salvar su propia vida. La premisa con que comienza “Los Maromeros” presenta a un personaje complejo en medio de una profunda crisis existencial. De ahí se van sumando capas narrativas, universos paralelos sucediendo en distintas realidades, algunas en un pueblo que existe en la mente de una dramaturga, otras en un bar teatro del centro de la capital. Es en el desarrollo de estas líneas argumentales, y sostener la progresión dramática que el texto de Musalem tiende al empantanamiento, sobre todo cuando las situaciones en cada uno de los espacios argumentales se han establecido y las narrativas comienzan una trayectoria circular sobre su propio eje sin verdadera progresión. No obstante, las conclusiones a las que llega la dramaturgia son pertinentes, confrontativas y sólidas, un espejo sobre el que muchos miembros del publico mayores de 30 se verán reflejados, forzados a la reflexión y a apreciar el lugar en el que se encuentran de sus propias vidas.
“¿Hace cuánto que no compras flores para ti?”
La vida de la autora pende de un hilo, en escena de una cuerda roja, a la que se aferra para no caer. Detrás de ella, enmarcados por telas rojas que remiten a telones de teatro y con una tela traslucida frente a ellos, los personajes de su obra parecieran querer salir de su cerebro y entrar al mundo real. A medida que estas capas van cayendo, y los múltiples telones se abren, la profundidad del teatro funciona para recrear este bar donde una mujer de vestido verde baila sobre una tarima al fondo del lugar. Durante toda la obra se pueden ver en los laterales a los técnicos moviéndose, al elenco preparando sus entradas a escenas, en ningún momento se pretende ocultar que todo esto está sucediendo en un recinto teatral, espacio de sanación para la protagonista en la ficción y para la autora en la vida real. La dirección de Verónica Musalem a “Los Maromeros” consigue fortalecer su propio texto a través de crear un espacio que jamás permite al espectador que se le olvide que esté en una ficción que se desarrolla en los confines de un escenario y de un teatro. Es a través de este discurso metateatral que la puesta en escena puede ser onírica y lúdica, donde los malabares y criaturas místicas cohabitan con ambiciosos canadienses, o cruda y real, donde en un bar la gente se emborracha, y una decadente cabaretera se mueve al ritmo de La Cama de Piedra, mientras que una mujer se confronta a una joven versión de ella misma. Esto se consigue en gran medida con el apoyo de Alain Kerriou, responsable de la escenografía e iluminación, así como de Edyta Rzewusk en el diseño de vestuario y de Alberto Santiago compositor de la música original y encargado del diseño sonoro.
“No me gusta en lo que me he convertido.”
Al inicio de la obra, la autora se muestra verdaderamente desesperada, a un paso de entregarse a la oscuridad que le ahoga el alma. En una mezcla de enojo, frustración y profunda zozobra derrotista, es incapaz de verse al espejo sin ver únicamente todo lo que está mal en su vida. A medida que es empujada a verse con otra luz, es forzada a ponerse vestido corto y tacones por una supuesta vecina/amiga, la exitosa mujer se va permitiendo sonreír, disfrutar de una copa, de darle final a las historias inconclusas en su mente, de bailar y recordar que hay felicidad después de los cuarenta. En el centro de “Los Maromeros” se encuentra Gabriela Núñez en el papel protagónico. Su trabajo actoral consigue transmitir con veracidad el camino desde el infierno hasta la salvación de la autora, cada uno de los pasos que toma cimentados en emociones que se perciben como verdaderas. A su lado, el resto del elenco conformado por Gastón Yanes, Aleyda Gallardo, Luis Ernesto Verdín, Ginés Cruz, Ana Corti y David Sicars dan vida a una plétora de personajes, en su gran mayoría con resultados que se alinean tanto con la propuesta escénica como con la veracidad emocional que proyecta Núñez, sin importar si sus roles son realistas o místicos. Esto último se percibe y aprecia especialmente en Gallardo quien puede ser un nahual o una cabaretera con el mismo nivel de credibilidad.
“Voy a borrarme y volver a dibujarme.”
Uno de los grandes privilegios de dedicarme a la crítica teatral es la oportunidad de ver el desarrollo de los artistas escénicos a lo largo de los años. En el caso particular de Verónica Musalem, he tenido la fortuna de ver, y aplaudir, la Trilogía de la Tierra en su entereza. Esto me ha permitido ser testigo de su evolución escénica, ya que en 2019 me llevó de las entrañas del Teatro Julio Castillo a presenciar la ritual caza de un venado, en 2022 al Foro La Gruta donde el fin de una relación se convirtió en un ritual chamánico, y ahora en 2025 al Teatro Salvador Novo a presenciar los poderes curativos de las artes escénicas a partir de una crisis existencial. Sin embargo, más allá de la escena, el poder ver la trilogía entera me ha permitido conocer a la mujer, al ser humano detrás de las palabras y de la dirección, y es ahí, en la persona, donde más se cimenta mi aprecio y admiración por Verónica, una sobreviviente que se ha permitido vulnerar en el teatro para compartir sus violencias, volverlas universales, convertirlas en un reflejo de la experiencia humana.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Los Maromeros
DRAMATURGIA Y DRECCIÓN: Verónica Musalem
ELENCO: Gabriela Núñez, Gastón Yanes, Aleyda Gallardo, Luis Ernesto Verdín, Ginés Cruz, Ana Corti y David Sicars.
DÓNDE: Teatro Salvador Novo, dentro del Centro Nacional de las Artes.
DIRECCIÓN: Avenida Churubusco 79, Country Club Churubusco.
CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 7 de Junio 2025.
COSTO: $150. Boletos en taquilla y Boletos para LOS MAROMEROS en CENART Aplican descuentos.
DURACIÓN: 110 minutos sin intermedio. Principio del formulario
DATOS ADICIONALES DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.