LA CIUDAD Y LOS PERROS
Para quienes admiran la literatura de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura.
LA CIUDAD Y LOS PERROS
Amistad, compañerismo, lealtad, sueños, disciplina y travesuras adolescentes. Una academia militar donde la libertad los fines de semana está condicionada a la conducta de los internados. Una época donde las buenas costumbres son cuidadas y el amor nace a partir de una mirada furtiva y apenas el roce de brazo con una pierna. Un ambiente castrante y competitivo donde las rencillas cobran nuevas dimensiones y pueden desembocar en traiciones y hasta en un asesinato.
“Quién sabe hasta cuando estemos consignados.”La primera novela del escritor peruano, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, fue adaptada a la escena hace más de un año por el afamado director Edgar Saba y montada en Perú con gran éxito y avalada por el mismo Vargas Llosa. Ahora llega a nuestra ciudad dentro de las actividades del Festival “Viva Perú 2013”, donde tendrá una corrida de tan sólo ocho presentaciones. Como se puede entender de entrada, la oportunidad que se nos presenta es difícil de dejar pasar.
“Ya no eres un cadete, sino un civil cualquiera.”Conoceremos al Jaguar, el clásico bravucón que siempre acaba en malos pasos; al Poeta, quien comercia con cartas de amor y poemas para aquellos que quieren enamorar a las muchachas de la ciudad; al Esclavo, quien sencillamente no está equipado para sobrevivir su estadía en la academia debido a su personalidad apocada y a todo un grupo de adolescentes que simplemente están tratando de encontrarse a sí mismos, y su lugar en el mundo, a medida que el sistema represivo militar los obliga a castrar su propia esencia.
“En el Perú todo se hace a medias, por eso todo se malea.”Las respuestas al examen de química han sido robadas. Un acto tan aparentemente insignificante desencadenará toda la acción. Dominados por los oficiales, más preocupados por escalar en los rangos y en proteger su institución que en la educación, y tentados hacia los placeres de la vida civil, desde el amor hasta la prostitución o el robo, estos cadetes intentan entender la línea entre el bien y el mal, lo correcto y lo perverso, la lealtad y la traición o entre la vida y la muerte.
“Los muertos se quedan encerrados sábados y domingos.”
El montaje de Edgar Saba es visualmente muy atractivo, sin duda. Una estructura que se asemeja más a un fuerte que a una academia militar cobra vida y se transforma, utilizando diferentes niveles y estructuras móviles, para crear diferentes espacios y cuadros escénicos, algunos de ellos verdaderamente memorables. El elenco, totalmente peruano, está ciertamente comprometido con sus personajes y cobran mayor y mayor fuerza, sobre todo en el segundo acto, conmoviendo o provocando disgusto, dependiendo de la situación.
Ciertamente el montaje no es exitoso en toda su extensión. El diseño de iluminación, que incluye prender luces de sala a momentos, me resultó un tanto sucio en su propósito y desempeño. Probablemente esto se deba al trabajo de reubicación de la obra al recinto mexicano, pero me parece que es un elemento que termina por parecer descuidado.
Para un público mexicano el acento, el vocabulario y la rítmica de los actores peruanos resultará difícil de entender a momentos, sobre todo si no están sentados en la primera sección del teatro, ya que la acústica del Teatro Julio Castillo no logra transportar las voces hacia los asientos más alejados. Aunado a esto, la musicalización de la obra utiliza un volumen demasiado alto a momentos, entorpeciendo mi entendimiento de los diálogos. Asimismo, la decisión de utilizar el muy reconocible soundtrack de Phillip Glass para la película “The Hours” me resultó una decisión desafortunada por el hecho de que rompe completamente con el ambiente de época y lugar que se está buscando. Sencillamente me distrajo el reconocer música de una película americana dentro de una adaptación teatral de una novela peruana.
“Ni en la guerra debe haber muertos inútiles.”Yo confieso que no conocía nada de “La Ciudad y los Perros” antes de ver la obra. Leer el programa de mano, antes de que comenzara la función, me ayudó muchísimo a entrar y entender este mundo de imaginarias, polillas, cadetes y huevones que creó Mario Vargas Llosa en 1963. La historia me fue atrapando poco a poco hasta estar inmerso en ella, a medida que las actuaciones y el montaje mismo la acrecentaban poderosamente. A veces conmovido, a otras horrorizado, “La Ciudad y los Perros” es una gran muestra del buen teatro que se realiza en Perú. Estoy seguro que cuando vaya a Lima en un futuro a visitar grandes amigos que tengo por allá, ir al teatro será un punto de vital importancia en mi agenda.
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