ASIMOV
ASIMOV
Por Juan Carlos Araujo
Una nueva era de hielo ha cubierto al mundo bajo su manto congelado. Los pocos seres humanos que han sobrevivido a la tragedia ahora dependen de sus propias manos para cortar leña y conseguir comida en estos nuevos tiempos carentes de tecnología. La nieve acabó con todo aquello que funcionaba con circuitos, chips, cables y electricidad, así que ahora en vez del sonido de engranes moviéndose o de motores rugiendo, lo único que puede llegar a cortar el silencio absoluto que trae la nieve es el melancólico canto de un viejo violín. Una madre y su hija duermen y sueñan entre tanto frío, un pequeño robot está buscando ser feliz. Su encuentro será afortunado pero hay leyes inamovibles que seguir.
Las novelas “1984” de George Orwell y “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley o películas como “Blade Runner”, “Matrix” y, más recientemente, “Los Juegos del Hambre” son excelentes ejemplos de lo que es una distopía, un mundo ficticio indeseable en exacta oposición a una utopía. Hiram Molina ha creado su propio mundo distópico infantil en “Asimov”, una muy diferente pero entrañable obra infantil (recomendada para mayores de 8 años) que se convierte, por medio de títeres, en una carta de amor al escritor de ciencia ficción más grande de todos los tiempos: Isaac Asimov.
La dramaturgia de Molina es interesante, sin duda, sobre todo en los momentos en que entran en juego las leyes de la robótica creadas por Isaac Asimov. Conseguir que un tema tan complejo y adulto pueda ser no sólo entendido sino realmente apreciado y disfrutado por niños es una labor que merece admiración. Sin embargo, lo que realmente me cautivó en “Asimov” es el hermoso e imaginativo trabajo artesanal con que Edwin Salas ha creado los títeres de Abba y Asimov para la obra. Manipulados desde un banco, movidos con manos y pies, las marionetas de Salas son sencillamente adorables en su aparentemente sencilla manufactura y su gran expresividad escénica. Claro que nada de esto sería posible sin el trabajo del mismo dramaturgo manipulando a Asimov, o de Anabel Domínguez quien se encarga de Abba. Ambos titiriteros logran hechizar a los niños quienes se maravillan y aplauden al ver a estos dos títeres lanzándose bolas de nieve y a sus papás al quedar fascinados ante la delicadeza con que un robot acaricia el cabello de la única humana en escena. En verdad que el trabajo de Molina y Domínguez resulta memorable y de una estética exquisita.
Aún si la magia de “Asimov” se encuentra en los títeres, el corazón se encuentra en la encantadora Violeta Isfel quien da vida a Imani. Su interacción con Abba y Asimov, ya sea con una dulce mirada, pasando sus dedos por el pelo artificial de uno de ellos o con gritos de desesperación tratando de localizar a su hija tras una tormenta, es lo que logra respirarles vida a esas maderas talladas, convenciendo a los espectadores, niños y adultos, de que esos títeres son los que responden y no los humanos vestidos de negro detrás de ellos. Isfel es el hilo conductor de la historia pero, de igual manera, es quien se conecta directamente con el público, sobre todo los más chiquitos, gracias a su enorme carisma, su bellísima cara y la pulcritud con que desempeña su interpretación.
La primera vez que vi “Asimov” en el Foro La Gruta del Helénico, encontré el tema un tanto complejo e incluso macabro para niños más pequeños. Ahora, en su nueva y muy mejorada versión en Foro Shakespeare, esta encantadora obra se ha convertido en una fuerte opción para aquellos papás que confían en que sus hijos son capaces de apreciar y entender algo un poco más complicado que la última película de superhéroes o de princesas. Estoy seguro de que los niños más grandes encontrarán en el pequeño robot un buen tema de plática con sus amigos durante el recreo en la escuela, mientras que una buena guerra de bolas de nieve entre títeres y el público, una manta gigante cubriendo a todos los asistentes y un eficiente trabajo de producción consiguen que los más jóvenes se diviertan de lo lindo. Prueba de ello era la niña de no más de cuatro años sentada justo detrás de mí, quien no dejaba de interactuar con los títeres, incluso llegando a gritar órdenes al robot Asimov, quien, siguiendo las leyes de la robótica, no podía dejar de obedecerla para el enorme deleite de la chiquita. “Asimov” es una obra que apuesta a un teatro infantil más inteligente que la más reciente adaptación de la última película de Disney. Apuesten a la inteligencia, sensibilidad y capacidad de entendimiento de sus hijos. El futuro se los agradecerá.
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