LAS DESPEDIDAS

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Para quienes entienden que el cáncer no significa ni infelicidad ni soledad.

LAS DESPEDIDAS

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (@RiAlCastillo)

 

“Lo único que quiero es el mejor diagnóstico para Ana.”

En un abrir y cerrar de ojos, con el resultado de los estudios médicos, pasó de ser mujer a paciente. La reacción de todos a su alrededor, incluyendo ese buen partido que decía todas las palabras correctas pero que realmente estaba aterrado por la situación, el verse forzada a detener por completo lo que ella creía que era una buena vida y el tener que enfrentarse a su propia muerte a los 31 años le han provocado una ira que no la deja ni respirar. Muy pronto Ana descubrirá que con ayuda de su mejor amiga y un tatuador de buen corazón, la vida puede continuar mejor que antes.

“A mí no me convierte en santa estar enferma.”

El cáncer de mama es una de las principales causas de muerte en las mujeres de nuestro país. Esta terrible enfermedad es el punto de partida de donde la escritora y actriz Lucía Gómez Robledo escribe “Las Despedidas”, un melodrama con tintes de comedia que, a pesar de ser excesivamente discursivo, logra tocar fibras emocionales profundas principalmente en aquellas personas que han tenido que, directa o indirectamente, lidiar con el cáncer en cualquiera de sus monstruosas facetas.

“No he sido feliz en fácil 5 años.”

El mayor logro dramatúrgico en “Las Despedidas” radica en la manera en que Gómez Robledo captura la esencia del camino emocional que el personaje principal tiene que recorrer del enojo, la frustración y depresión hacia la paz y la esperanza entremezclando efectivamente el melodrama con el buen humor, hecho reflejado en una fiesta de despedida que Ana y su mejor amiga hacen para decir adiós a los senos de la protagonista. En la medida en que el texto se enfoque más en esta travesía y menos en diálogos sobre explicativos sobre la situación, el arco dramático se verá beneficiado, permitiendo que el texto evolucione a algo netamente teatral donde el mensaje de esperanza y amor sea más enviado de manera más elegante.





“Ahorita no soy más que un caso clínico.”

Dos actores, cada uno sentado en lados opuestos de la primera fila de butacas, esperan. Una de ellos en llanto abierto. De la parte trasera del auditorio, se abren las puertas y entra Ana, bajando desafiantemente las escaleras, mirando al mundo con sus penetrantes ojos oscuros, hasta tomar el escenario por asalto y hablarle directamente al público su desgraciada situación. El trabajo que realiza Bárbara Riquelme en la dirección de “Las Despedidas” es inteligente al sacarle máximo provecho a un espacio escénico alternativo que no tiene todas las características propias de un teatro pero que se presta perfectamente para la puesta. Aunado a esto, Riquelme construye tres espacios perfectamente delimitados sobre el escenario para poder darle movilidad y ritmo a la puesta, para beneficio de los espectadores. Este tipo de decisiones, así como una sólida iluminación y manejo del tono, revela el buen ojo que tiene la directora para hacer buen uso de teatralidad al mismo tiempo que deja que el mensaje del texto salga a flote hacia cada uno de los espectadores.

“Las cicatrices no son feas, sólo hay que aprender a vivir con ellas.”

Una de las marcas de una buena actuación radica en la capacidad de transmitir con verdad y contundencia las emociones que siente el personaje que el actor o actriz está interpretando. Esto queda más que en claro en la comprometida labor que realiza Lucía Gómez Robledo en “Las Despedidas” al apropiarse por completo de Ana y dejar que cada una de las distintas emociones que experimenta sean transmitidas desde con la pura mirada hasta en la manera en que se anuda una mascada a la cabeza o en la manera en que confronta a sus padres con su necesidad de escapar de la prisión en que se ha convertido su recamara. A su lado, Amaya Blas interpreta con oficio y buena manufactura toda una serie de personajes femeninos, desde una enfermera hasta a su mejor amiga, diferenciando cada uno de ellos sin tener que recurrir a trucos actorales de baja calaña. Sin embargo, resulta desconcertante la decisión de otorgarle el papel masculino a Emilio Flores quien, a pesar de evidentemente estar comprometido con el montaje, no logra llenar los personajes que le toca interpretar, en la mayoría de los casos simplemente por no ser creíbles dada su juventud y clara falta de tablas.

“El chiste es que hay un después asegurado.”

Yo confieso que mientras veía “Las Despedidas” no podía dejar de preguntarme cuántas de las mujeres que se encontraban entre el público estaban pasando o habían pasado por exactamente el mismo camino que Ana recorría sobre el escenario. Ese pensamiento me produjo escalofríos en un principio para después llenarme el alma a medida que escuchaba risas constantes de todo el auditorio. El cáncer es una de las más terribles maldiciones que sufre la humanidad hoy día, pero eso no significa que tenga el poder de arrancarnos nuestra capacidad de reír, de ser felices, de disfrutar cada segundo en esta Tierra con la más absoluta plenitud. Una mujer siempre será bella, sin importar si son senos o tatuajes lo que adornan su pecho.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: “Las Despedidas”

DRAMATURGIA: Lucía Gómez Robledo

DIRECCIÓN: Bárbara Riquelme

ACTÚAN: Lucía Gömez Robledo, Amaya Blas y Emilio Flores.

DÓNDE: Centro Cultural FUCAM

DIRECCIÓN: Avenida Bordo 100, Colonia Viejo Ejido de Santa Úrsula Coapa.

CUÁNDO: Jueves 20:00 hrs. Hasta el 3 de Septiembre.

COSTO: $200. Boletos en taquilla.

DURACIÓN: 60 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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