Voces que vienen del mar

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Iván Gaxiola

Las sirenas no usan falda comienza con una instalación de zapatos rojos, en clara alusión al proyecto de Elina Chauvet, símbolo de lucha contra el feminicidio y la violencia de género. Estos zapatos teñidos evocan la ausencia de mujeres silenciadas por la violencia y plantean la denuncia desde el inicio. Después de atravesar la instalación, el público cruza un túnel hecho de plástico que representa el mar, sus olas, su lejanía. En el túnel se observan rostros de mujeres desaparecidas, así como mensajes de dolor y ausencia que acompañan las fotografías: “¿Has visto a mi hija?” “¿Dónde está?”. Esta atmósfera de océano y vacío es la antesala que invita a sumergirse en una historia que oscila entre el espejismo del amor y la verdad de la violencia.

La obra, dirigida por Misael Martínez Castro en el marco de la 44 Muestra Nacional de Teatro (MNT) en Baja California Sur, propone una estructura que entrelaza teatro poético, denuncia social y elementos visuales que refieren al mar. El público se acomoda en un salón blanco. Frente a su vista, Catalina Meza Uciel y Ana Ruth Rosas Amador interpretan a mujeres de diferentes edades hasta coincidir en Marina: personaje atrapado en la red de un amor revuelto como el mar. Las actrices, atadas por un largo trazo de polietileno que a veces es venda, látigo y otras vestido de novia, construyen su relato de abandono y pérdida.

Sin embargo, líneas como “en asuntos del amor, no hay que crear sino creer” o “en el mundo hay cada vez menos motivos para creer en cuentos de hadas” se desvanecen en romanticismo. La búsqueda de emancipación o reflexión, deja a Marina flotando en la añoranza: sin posibilidad de cambio, un amor estático y casi resignado que no llega a cuestionar los roles de género ni el peso cultural de esos “cuentos de hadas” que perpetúan el ciclo de la violencia.

El plástico, elemento central en la escenografía, tiene un simbolismo potente. Evoca el mar, los lazos invisibles del control emocional, los restos de un amor ya inerte, e incluso el cielo y los sueños. A pesar de eso, aunque ofrece dicha gama de significados, en ocasiones permanece en el nivel de estética más que como función dramática.

La iluminación, predominantemente cenital, transita de tonos fríos a rojos y naranjas conforme la narrativa evoluciona de la melancolía a la violencia. Este cambio de color resulta efectivo para marcar las transformaciones emocionales de Marina. La instalación de zapatos rojos en el proscenio representa a las mujeres cuyas historias transitan por la obra. En un momento, las actrices buscan entre los zapatos en un intento por ensamblar la identidad de Marina, una acción cargada de simbolismo que, no obstante, se percibe algo prolongada, lo que puede diluir su impacto en lugar de intensificarlo. La entrega de zapatos al público, sin un cierre claro, también puede generar desconcierto en lugar de vínculo, y le deja en espera de una resolución que no llega del todo.

Catalina Meza Uciel y Ana Ruth Rosas Amador interpretan a una Marina que transita entre la juventud y la madurez, entre la ilusión y la desilusión, y en sus actuaciones es evidente un esfuerzo sincero por transmitir las emociones de su personaje. La técnica interpretativa, con el uso de la voz coral y movimientos coreográficos, añade matices necesarios, aunque parece faltar una integración más fluida con la narrativa, de modo que estos recursos fortalezcan el mensaje sin perder su liga con la esencia de la historia.

Al finalizar la función, Luis Mario Moncada, coordinador nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), subrayó la relevancia de incluir en la MNT obras que surgen en regiones fuera de los centros culturales más visibles. Moncada enfatizó que esta muestra busca hacer presentes los talentos y voces de comunidades teatrales de todo el país, al destacar la riqueza y diversidad de las expresiones artísticas que existen más allá de las grandes urbes. En ese sentido, Las sirenas no usan falda, originaria de Santa Rosalía, Baja California Sur, representa un empeño por abrir nuevos espacios de diálogo y ofrecer al público una perspectiva sobre la realidad y los contextos de estas regiones.

La obra tiene un mérito indiscutible: lleva al escenario un tema urgente, la violencia de género y el feminicidio, y lo coloca en un evento nacional. Su puesta en escena, sin embargo, nos recuerda la importancia de que, al abordar temas complejos, se haga con un enfoque crítico que permita explorar y transmitir la amplitud y profundidad de estas realidades. Como el mar, el teatro tiene un alcance vasto y una complejidad propia. Las sirenas no usan falda es un esfuerzo genuino en el cual justicia, arte y transformación social convergen y hacen un llamado a la comunidad.

Ficha técnica

Compañía: Grupo de Teatro Trianón

De: Santiago de Arena

Dirección: Misael Martínez Castro

Con: Catalina Meza Uciel y Ana Ruth Rosas Amador

Asistencia general: Marco Antonio Orozco Meza

Iluminación: Fernando Muciño

Producción: Grupo de Teatro Trianón

Asesoría escénica: Cristian David Mercado y Claudio Valdés Kuri

Diseño de escenografía y vestuario: Javier Misael Martínez Castro y Marco Antonio Orozco Meza

Realización de vestuario: Antonieta Figueroa Avilés

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