PROYECTO CHÉJOV: VANYA
Para quienes quieren conocer el teatro de uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX.
PROYECTO CHÉJOV: VANYA
“Esta inercia embrutece.”El tiempo pasa, nunca se detiene. Los segundos, los minutos, las horas, los días, los años. El tiempo no se detiene pero a veces las vidas sí. O al menos eso pareciera. Vidas enteras se desperdician en rutinas, monotonías y aletargamientos que, cuando menos se espera, ya llegaron al final del camino y sin haber conseguido nada. ¿Dónde quedaron los sueños, el amor, las ilusiones, los proyectos? En esa espera de que algo suceda y que nunca llegará.
“No puedo estar bebiendo vodka todo el día.”Siete personajes profundamente infelices con sus situaciones actuales e imposibilitados para cambiar algo debido a la terrible inercia que los afecta. Elena está casada con un viejo a quien quisiera dejar pero su lealtad se lo prohíbe. Vanya ha admirado y dedicado su vida a Serebiakov durante años para darse cuenta de que su ídolo tiene pies de barro y no es más que un farsante. Sonia lleva amando profundamente a Astrov por seis años pero nunca se atreverá a confesar su amor. De nada serviría pues Astorv ama a Elena en silencio. Siete vidas buscando algo que nunca encontrarán.
Suena un poco a telenovela, lo sé, pero no lo es. Es Chéjov y se respeta.
“Nada nuevo aquí, todo es viejo.”Si pensamos en personas que han revolucionado el teatro en el siglo XX, cuatro serán los nombres que aparecerán en la cima de cualquier lista: Samuel Beckett, Henrik Ibsen, Antón Chéjov y Konstantín Stanislavski. Los tres últimos se consideran los creadores del realismo teatral, al dejar atrás los manierismos y exageraciones de épocas pasadas para adentrarse en las vivencias y sentimientos reales tanto de los personajes escritos como de los actores que los interpretarían. Tal fue el caso de “Tío Vanya” que se estrenó en 1900 bajo la dirección y actuación del propio Stanislavski, en Moscú.
“Este drama campesino aburre.”Diego Del Río busca un cierto contraste en su adaptación de “Tío Vanya” denominada “Proyecto Chéjov: Vanya”. Por un lado, su propuesta visual resulta minimalista y simbólica en su manejo de iluminación, trazos escénicos y elementos escenográficos. Un árbol muerto invade la casa, cubriendo el piano y llenando el piso de ramas secas para interpretación libre de cada uno de los asistentes; rompimientos con la acción, para adentrarnos en el alma de los personajes cuando se confrontan a diferentes situaciones, nos llevan a una dirección no convencional.
“En la incertidumbre, al menos hay esperanza.”Sin embargo, Del Río busca un realismo absoluto en las actuaciones de todos los involucrados y lo logra. El desencajamiento de Sonia al entender que su amor nunca será correspondido, la erupción desmedida de Vanya al sentirse acorralado o el desmoronamiento emocional de Elena al verse perdida son grandes logros de Adriana Llabrés, Víctor Huggo Martín y de Gabriela de la Garza, respectivamente, pero me queda claro que la mano que mece la cuna detrás de todas y cada una de las actuaciones es la de Diego. El trabajo de mesa detrás de este proyecto se nota como intenso y desgastante para todos los que participan en este montaje para beneficio de nosotros, los asistentes.
“Insatisfacción crónica: el mal de la vida moderna.”Diego del Río inteligentemente cambió el nombre de la obra de Chéjov a “Proyecto Chéjov: Vanya”. Esto nos avisa, de entrada, que hay una adaptación de por medio y que no debemos esperar el producto original sino una nueva visión. Yo confieso que, en preparación para esta reseña, volví a leer “Tío Vanya” y encuentro el trabajo de adaptación realizado más que adecuado para los objetivos del montaje. Del Río no trivializa el original pero crea, a mi punto de vista, una versión un tanto más digerible de Chéjov para el espectador casual. Los académicos e intelectuales podrán criticar y decir lo que quieran, los espectadores no eruditos agradecerán la hora y media de montaje. Todavía recuerdo el montaje purista que realizó hace unos años la Compañía Nacional de Teatro de “El Jardín de los Cerezos”, considerada la obra más importante de Chéjov, en el Palacio de Bellas Artes. ¡Cuatro horas! Muy bien montada, no lo discuto, pero… ¡cuatro horas!
“¿Qué tiene que pasar para que hagas algo?”Hace un mes aproximadamente tuve el gusto de conocer el trabajo del director Diego Del Río con “Tribus” de Nina Raine en Cracovia 32 (nuestra reseña en www.entretenia.com). En aquella ocasión, bajo el marco de una familia disfuncional lidiando con la sordera de uno de sus miembros, pude darme cuenta del realismo que Diego consigue en sus actores, creando situaciones que cruzan la línea entre el teatro y la vida misma. En “Proyecto Chéjov: Vanya” encuentro su rúbrica presente, ahora con un texto clásico y sumamente difícil de abordar. Diego no está perdiendo el tiempo, no está invadido por el aburrimiento o por la inercia que aqueja a todos los personajes de Chéjov. A Diego Del Río hay que seguirle la pista.
La primera vez que leí a Chéjov, antes de entrar a la universidad, lo odié. Una obra donde no pasa nada, donde los personajes sólo están, aparentemente, quejándose y no haciendo algo para que cambien las cosas. Evidentemente no le entendí. Chéjov es una experiencia que se tiene que ver en escena, y que se tiene que admirar y respetar por su genialidad de haber sido capaz de mostrar como el tiempo mata a quien se deja arrastrar por sus olas. Ciertamente me quejo, a veces mucho, de todo lo que está mal en mi vida pero no me siento a esperar. Yo soy el agente de cambio en mi vida. Tomemos el ejemplo de Vanya, de Sonia, de Elena, de todos los personajes Chejovianos para saber qué es lo que no debemos hacer con nuestras vidas.
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