PRISA
¿A qué hora se acaban las horas? ¿A qué hora empiezo a vivir?
PRISA
Alfredo Ávila Castro, autor, director y ejecutor de la puesta en escena “Prisa”, toma el escenario vestido de traje, cargando un portafolios, el estereotipo de lo que se conoce como un Godínez. Se sienta en una banca que está dispuesta al centro del escenario. Con sus brazos levanta su tronco y sus piernas comienzan a correr, a moverse de un lado a otro, pero no va a ningún lado, claro reflejo del sentir que es su vida. Pareciera que quiere hablar, pero no lo hace. En lugar de eso saca la lengua, o lo que parece ser una, y la jala a una distancia imposible como si de goma de mascar se tratara. Comienza una coreografía precisa al ritmo de un rock and roll en la que el actor juega con dicha lengua, va de un lado al otro del escenario peleando contra ella, hasta que decide sacar unas pequeñas tijeras y cortarla. Este es el primer truco de ilusionismo que se realiza, uno de varios que conformaran la puesta en escena mientras que se va construyendo un discurso de desesperación y del sinsentido que tiene la vida, de cuán fácil sería terminar con ella, del verdadero valor que tienen 40 segundos cuando uno siente que ya nada vale la pena.
La velocidad a la que la gente se mueve hoy en día, literal y metafóricamente; el sinsentido de la rutina diaria en el ir y venir de un trabajo que se detesta y en el que lo único que importa es el lento paso de las horas; la desesperación que se esconde detrás de una vida aparentemente en orden. Tomando como base los cuentos de Octavio Paz, insertando algunos fragmentos autobiográficos, haciendo uso del lenguaje clown y circense, y desplegando una precisión corporal destacable, el discurso que plantea Ávila Castro en “Prisa”, sin que él emita una sola palabra en casi la totalidad de la puesta en escena, no sólo es profundamente personal, es una problemática relevante y urgente, sobre todo para aquellas personas que viven dentro de la vorágine que es la existencia metropolitana.
La voz del Ávila se escucha en off durante gran parte de la obra, expresando los pensamientos que su personaje no es capaz de articular. En una escena, recuerda las muñequitas de papel que se recortaban y a las que se les ponían ropa del mismo material. Mientras se escucha esta memoria, Ávila recorta un periódico por el centro para crear una máscara, un cuello amplio, y finalmente posiciona una página entera a lo largo de cada uno de sus brazos. Al parase sobre la banca y extender sus brazos, el deprimido ser se ha convertido en un ave a punto de emprender el vuelo. La dramaturgia verbal en “Prisa” entreteje recuerdos del autor, palabras de Paz, y disertaciones profundas alrededor del significado del tiempo y el paso de la vida. Todo esto es narrado por el autor con una ausencia de acentos, de una entrega emocional, que resulta disonante con la fractura emocional con que se realiza la dramaturgia corporal, misma que está cargada de simbología y potencia generada desde la honestidad. Es en esta disparidad entre lo que se escucha y lo que se recibe desde la escena que la puesta en escena diluye su potencial de alcanzar su máximo potencial de contundencia.
A lo largo del montaje Ávila realiza algunos actos de magia, como el aparecer de la nada unos paraguas, o malabarismos como el hacer girar una pelota anclada a uno de sus tobillos para significar la eterna rutina de su cotidianidad. Luego de enterarse que su madre ha sufrido un derrame cerebral, el personaje somatiza su angustia vomitando, acto que se realiza con una larguísima tira de papel que saca de su boca. El entrenamiento circense que muestra Ávila en “Prisa” es sin duda admirable, lo mismo que se puede decir de su disciplina corporal que le permite realizar una coreografía con absoluta precisión ya sea al derecho o al revés. Sin embargo, es la vulnerabilidad que muestra, la fragilidad que es capaz de expresar con el simple comer de un sándwich con el peso entero de su existencia sobre sus hombros, que el creador escénico consigue arrancar lágrimas de los espectadores, muches de elles reflejando sus propios dolores personales sobre el personaje, para luego volver a maravillarlos con el simple soplar a la bolsa de plástico donde guardaba el emparedado para crear magia.
Alfredo Ávila Castro, Fredy, estaba en crisis debido al número 40. Esta cifra lo llevó al borde del suicidio. Justo cuando estaba al borde del abismo, una revelación mística lo obligó a replantear su existencia, dando como resultado el compartir su vivencia a través de la escena. En una de las últimas escenas, justo antes de que el intérprete emita palabras con su propia boca, un aro metálico de gran tamaño entra al escenario. El actor lo toma y se cuelga de él para emprender el vuelo en un acto de liberación, de catarsis que comparte con la audiencia. A título personal, yo confieso que para ese momento no podía dejar de llorar, encontrándome en su propia historia. Hoy Fredy, yo agradezco que sigas con vida.
“Prisa” de la compañía Líquido Colectivo, y representante del estado de Guanajuato, se presentó en el Foro de Arte y Cultura el Lunes 13de Noviembre de 2023 dentro de la 43 Muestra Nacional de Teatro en la ciudad de Jalisco, Guadalajara.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Prisa
DRAMATURGIA, DIRECCIÓN Y ACTÚA: Alfredo Ávila Castro
DÓNDE: Foro de Arte y Cultura
DURACIÓN: 50 minutos