PERSONA

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Para quienes desean admirar una propuesta multidisciplinaria basada en la poesía visual de Ingmar Bergman.

PERSONA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“Yo no suelo ir al teatro o al cine.”

La actriz entra cabizbaja, el cabello en su cara. Abre la boca para cantar, más sus cuerdas vocales no emiten sonido alguno. Sin embargo, su canto se escucha y llena todo el lugar. Alma, su enfermera, le ofrece un té, mismo que la artista posa en su cabeza antes de dejarlo caer sobre la cuidadora, para luego ofrecerle una caricia en la mejilla. Un camino de mimesis y simbiosis comienza entre las dos mujeres, comparten sus afectos, incluso sobre el hijo que ha llegado y se ha despojado de su ropa con intenciones muy distintas para cada una de ellas. Entre sombras y claroscuros, en un universo con sabor a canela e inundado por música sugestiva, se revelará que esto no es una película sueca en blanco y negro. No, esto es, en definitiva, teatro.

“Ni antes ni después fue como entonces.”

Considerado entre uno de los filmes más representativos del director sueco Ingmar Bergman, “Persona” es un drama psicológico de 1966 acerca de la relación entre una actriz de teatro que súbitamente enmudece y la enfermera a cargo de sus cuidados. El vínculo que se desarrolla entre ambas mujeres, y la figura del hijo de la actriz que es representado en la cinta por una fotografía partida en dos, es la base sobre la que Gutemberg Brito desarrolla una propuesta escénica multidisciplinaria que, lejos de meramente llevar la película a la escena, propone toda una reinterpretación tanto de la narrativa, los personajes y el lenguaje visual que caracteriza el trabajo de Bergman.




“Cada mirada, una mentira.”

Un telón de papel ha cerrado por completo la escena. El hijo, en ropa interior blanca, entra buscando a su madre. Para poder encontrarse con ella, rompe un hueco en la hoja y se interna a un mundo de sombras donde la mujer que le dio vida lo observa detrás de una delgada separación plástica al fondo del escenario. Una vez juntos, ella lo abraza, le enseña a caminar como si de un infante se tratara, lo baña mientras que una música infantil suena. Mientras tanto, la enfermera observa, desea, crea un vínculo con el joven que no tiene nada que ver con el que tiene con la mujer a quien cuida. A medida que la escena avanza, la música se va alejando de sus acordes infantiles para volverse mucho más perturbadores. El lenguaje escénico que Gutemberg Brito elige para desarrollar la dramaturgia de “Persona” sobrepasa la narrativa lineal. En vez de ello, se aleja casi por completo de la palabra hablada, y amalgama una gama de estímulos como lo es la música original de Miguel Francisco Manríquez Fernández, que en definitiva no busca imitar la estética del material original. En lugar de ello, se toma el estilo de Bergman como fuente de inspiración para dar vida a una propuesta que claramente proviene de las necesidades de exploración de Brito, de sus propios fantasmas y obsesiones, de explorar la relación madre-hijo a medida que el segundo se descubre como un individuo, como un ser con deseos, y no como meramente una extensión de mamá. Ciertamente, se rescatan escenas y diálogos del filme original, el escandaloso monólogo de la playa uno de ellos, aun cando la búsqueda de Brito va más allá del mero homenaje. A la par, y de manera muy precisa e interesante, la dramaturgia toma un fragmento de la cinta sueca, específicamente cuando la enfermera lee una carta que su paciente ha escrito a su doctora, para realizar una crítica hacia los procesos creativos de los artistas, muchas veces más motivados por el egoísmo que la generosidad. Este último discurso alcanza la contundencia a través de un portazo y un aplauso seco de un hombre adulto que observa con desdén la escena desde las butacas.

“¿Crees que no lo entiendo?”

Del lado izquierdo del escenario y al fondo, la enfermera manipula una gran hoja delgada de plástico, se envuelve en ella, realiza una serie de movimientos cargados de cierto erotismo alrededor del objeto; del lado derecho y al frente, el hijo comienza a explorar su cuerpo sobre una caja rectangular transparente que se ha de convertir en su jaula. En medio de los dos, la actriz muda soba su brazo lentamente, pareciera reconocer no sólo su cuerpo sino su existencia misma. Esta escena con tres estímulos visuales simultáneos es iluminada en tonos cálidos, colorean en claroscuro llenando de sombras el lugar. Asimismo, la música que acompaña la escena es parte integral del estímulo sensorial que se está desarrollando, fortaleciendo la carga emocional entre los tres personajes. A pesar de ser un montaje alejado de los convencionalismos narrativos, la dirección que Gutemberg Brito propone en “Persona” permite con facilidad una clara lectura de la historia, al mismo tiempo que abre la posibilidad a ser interpretada de forma libre, tal y como ha sucedido históricamente con la cinta de Bergman. Un elemento clave para poder llevar a cabo esto se encuentra en la música interpretada en vivo por el también compositor Miguel Francisco Manríquez Fernández, a lado de la soprano Atziry Rivera, el contratenor Salvador Márquez Garay, y los músicos Fabián Flores Muñoz, Samuel Morgan y Luis Ángel Ballesteros Apodaca. Apoyado por un sobresaliente equipo creativo, particularmente Paulina Montiel C en la iluminación, Heidi Lamadrid en la escenografía y Anabel Ortega en el diseño de vestuario y caracterización, Brito da vida a una experiencia desafiante, que será apreciada a medida que el espectador se de el permiso de ingresar a este espacio multisensorial donde las sombras de la mente son más oscuras que las que aparecen en el escenario.




“Sólo soy un estudio.”

Tras un beso entre la enfermera y el hijo, con un plástico de separación entre ellos, el joven se posa en el suelo desnudo y se autocomplace. Ella toma una sábana y lo cubre. Momentos después, mamá toma la sábana y la pone entre sus brazos, la acuna como si de un bebé se tratara, negándose a aceptar que su crío ya es un hombre. Mientras que la actriz realiza esta acción, la enfermera le venda los ojos, cubierta que luego será usada en el hijo antes de ser montado por la cuidadora. El muy complejo trabajo actoral en “Persona” está a cargo de Adriana Butoi, Pilar Couto y Natanael Ríos. Accionando desde la corporalidad y la fractura emocional, donde la manipulación de su cabello o el mero dejar que una carta se deslice por su brazo son actos cargados de significado, Butoi se entrega al personaje con una construcción precisa, meticulosa, donde cada movimiento tiene toda una semiótica detrás. De tal manera, cuando hijo y enfermera se entregan al deseo, su caminar al fondo en luto, frenada por el peso de su largo vestido negro, es una imagen provocadora donde se puede apreciar como cada movimiento que realiza la actriz es cuidado para alcanzar el máximo efecto. En contraparte, Couto entrega una enfermera más anclada al mundo terrenal, alejada del onírico espacio que habita Butoi. El cepillar el cabello de su paciente, mismo que se ha mimetizado con el propio, es un acto que pareciera por demás mundano, pero que en manos de Couto cobra un significado potente de pérdida de identidad de su personaje, aun cuando no se percibe una vulnerabilidad emocional como al de su contraparte. En el justo medio, cumpliendo cabalmente con las demandas de su personaje, Ríos construye un personaje capaz de ser frágil e inocente dando sus primeros pasos agarrado de las manos de mamá, o profundamente erótico bebiendo el jugo de una fruta que rodó por todo el escenario hasta sus manos.

“¿Qué clase de persona eres?”

Recuerdo hace muchos años, en los noventa para ser precisos, haber ido a ver una versión en teatro de “Interiores” de Woody Allen. Antes de eso, jamás me había acercado a la filmografía del director neoyorquino. Tras haber aplaudido de pie aquel montaje con Margarita Sanz y Ana Graham, fue que comenzó mi muy profundo amor por las películas de Allen. Antes de “Persona” yo confieso que nunca había visto una película de Ingmar Bergman. No, no estoy ansioso por ver el resto de sus películas, no me he convertido en un fan como me sucedió con Woody Allen. Sin embargo, sí he encontrado una nueva admiración por el trabajo de Gutemberg Brito, a quien antes sólo conocía como actor. Me encuentro ahora ansioso de poder enfrentarme a su siguiente creación escénica, de aplaudir su próxima confrontación con sus propios demonios que acechan sus pesadillas Bergmanianas.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Persona

DRAMATURGIA Y DRECCIÓN: Gutemberg Brito, inspirada en la película de Ingmar Bergman

ELENCO: Adriana Butoi, Pilar Couto y Natanael Ríos.

MÚSICA EN VIVO: Miguel Francisco Manríquez Fernández, Atziry Rivera, Salvador Márquez Garay, Fabián Flores Muñoz, Samuel Morgan y Luis Ángel Ballesteros Apodaca.

DÓNDE: Teatro Salvador Novo, dentro del Centro Nacional de las Artes.

DIRECCIÓN: Avenida Churubusco 79, Country Club Churubusco.

CUÁNDO: Jueves y Viernes 20:00, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 14 de Mayo 2023.

COSTO: $200. Boletos en taquilla y ¿Buscas boletos para persona? Encuentra entradas en Ticketmaster MX Aplican descuentos.

DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio. Principio del formulario

DATOS ADICIONALES DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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