PASOS EN LA AZOTEA
PASOS EN LA AZOTEA
Allá arriba, en las afueras del vigésimo primer piso del edificio Veracruz, en pleno corazón de Tlatelolco, está la vivienda del futuro. En ella habitan de manera secreta cuatro individuos peculiares: Pinita, Chascua, Dondina y Lefo, quienes buscan la iluminación de la fotosíntesis en una vida ligera, alejada de la pesadez de la ciudad y ajena a las costumbres que asfixian a la población terrestre. Prepárense, porque ellos han estado esperando con ansias a Visitadores como ustedes. Dense prisa y enlístense para abordar la terraza del futuro, pero no se olviden de llevar un paraguas o un sombrero con sombrilla, ya que, aunque el viaje puede ser liviano, seguramente habrá turbulencia.
“Pasos en la Azotea”, la obra creada por la Compañía Inmarginales, no sólo atrapa al espectador con una historia conmovedora sino que también lo involucra, volviéndolo parte integral de ella. Esto se aprecia principalmente en la trama, ya que el público es un personaje de la obra y es el motivo principal por el cual inicia y termina dicho evento. De inicio vemos cómo los habitantes de las alturas se presentan ante los Visitadores, o sea nosotros, algunos con actitudes polarizadas y, otros, como Lefo, con preguntas abiertas. Por una parte el jefe de la comunidad, Chascua, tiende a ser agresivo y desconfiado con los recién llegados debido a la escasa comida que con esfuerzos ha ido acumulando dicha comunidad, mientras que los otros tres se ven maravillados, sobre todo Pinita, quien está dispuesta a compartir sus pocas posesiones. Conforme avanza el viaje estas cuatro rarezas van exhibiendo sus excentricidades, además de sus costumbres desarrolladas de acuerdo a su aislamiento; a la par, el público se verá inmiscuido en su ritual desde el primer escalón de las escaleras hasta su abrupto descenso.
“Pasos en la Azotea” es un espectáculo esencialmente colectivo, tanto por la participación del público como por su creación dramática. Sus inicios en el 2010 provienen de la creatividad de Alma Aurora Löwy Ocaña, pilar fundador de la obra, quien ideó el concepto de una puesta escénica en una azotea y así se fue creando el Manifiesto Azoteístico. Desde entonces este espectáculo ha buscado diferentes azoteas, y en cada una de ellas el desarrollo de la historia ha ido variando ya que el contenido depende de las propuestas y los textos que los actores sugieren para el nuevo tipo de espacio al que se enfrentan. Los actores Michelle Ayala, Armando Ventura, Meztli Gutiérrez y Kaleb Oseguera se encargan de dimensionar el espacio, llevar a cabo improvisaciones que dan lugar a juegos que, posteriormente, hacen que el espectador exprese sus sentimientos negativos causados por el estrés y el caos de la ciudad.
Asimismo, hay que reconocer la dirección de escena a manos de Nara Pech, quien se encarga de darle coherencia a las propuestas de los actores y un ingenioso trazo a los personajes tanto para que estos puedan convivir con el público, como para que sean visibles en tan reducido espacio como el de una azotea. La dirección de Pech permite que el espectador sea absorbido por distintas partes del edificio las cuales, fungiendo como escenarios, suscitan emociones y sensaciones poco usuales en una obra teatral. Para ejemplificarlo basta nombrar el trabajo de subir las escaleras hasta el piso 21, que resulta ser una experiencia única en una puesta escénica experimental bien lograda, ya que, una vez en la cima, el público se siente trasladado a un nuevo espacio mitad ficticio y mitad real, el cual irá formándose con la imaginación de los visitantes, ya sea siguiendo la melodía de la jarana de Lefo o escuchando los tambores improvisados de metal o el canto veracruzano de Chascua.
El grupo actoral hace un gran trabajo en la caracterización de sus personajes y durante las improvisaciones de varios momentos cómicos, ya que la excentricidad que despliegan se siente natural y sus interacciones con los objetos o personas parecen casuales. Aunado a la experiencia de entrar como una especie de invasores en el edificio, “Pasos en la Azotea” sumerge al público en un mundo que se antoja muy real dentro de su absoluta ficción, provocando el deseo de visitar de nuevo este lugar para saber cómo siguen los habitantes de las alturas. Michelle Ayala dota a Dondina del nerviosismo necesario como para creer que ella trata de controlar los más mínimos detalles del viaje; Armando Ventura nos comparte a un Chascua con un carácter tan férreo que al mismo tiempo resulta gracioso y entrañable; Meztli Gutiérrez lleva a su personaje con la gracia de una niña pero también le otorga fuerza y tenacidad; finalmente Kaleb Oseguera proyecta una facilidad para despertar sonrisas a través de Lefo así como seriedad y nostalgia en los momentos más serios.
El mundo es un caos continuo que a veces no parece tener una limitante que lo detenga, más cuando se vive como citadino en una telaraña de automóviles y edificios grises que pareciera no tener un propósito definido. Entiendo la desesperación por buscar un refugio en la azotea: yo también la he vivido, dado que administro un condominio con habitantes que a veces parecen no salir de sus problemas habituales y que, como niños, no pueden resolverlos sin la ayuda de un adulto. En cuanto terminé de ver “Pasos en la Azotea” pensé en ellos y de la vez que subí a la azotea de mi edificio para revisar los tinacos de agua; recuerdo la tranquilidad que había allá arriba y la imaginación me sugería hacer algo en ese espacio, aunque fuera para conservarlo como algo propio donde nadie más tendría acceso. Me gustaría que la gente de mi condominio viera este espectáculo, pero no en Tlatelolco, sino en la azotea del edificio donde comparto con ellos el espacio que tanto me ha costado mantener. Creo que antes de que pueda suceder tal situación sólo me queda difundir la palabra azoteística a los seres terrestres que me acompañan: comparte y se feliz.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)