CADA VEZ NOS DESPEDIMOS MEJOR

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Para quienes quieren acercarse a la paz que trae el adiós.

CADA VEZ NOS DESPEDIMOS MEJOR

Por Juan Carlos Araujo
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (@RiAlCastillo)
 
“Mi padre jodió a mi madre y luego yo jodí a Sara.”
 
Desde el espacio todos y cada uno de los seres humanos, el más miserable y el más poderoso, las ciudades que se construyen y los monumentos que se derrumban, los tratados políticos que se firman y las guerras que se declaran, las posesiones que se acumulan, ya sea una televisión Philco o una cámara polaroid, los afectos y celos que se generan o los conflictos, reales o imaginarios, todo, absolutamente todo es insignificante. Sin embargo, aquí abajo, dentro de este diminuto punto azul que flota en el universo, las traiciones duelen, los asesinatos y los fraudes ofenden, los terremotos matan igual que los militares y constantemente se cometen los mismos errores, las historias se repiten y la única constante es que al final sólo queda decir adiós.
 
“No quiero que se encariñen con mi madre como lo hice yo.”
 
Alejandro Ricaño, uno de los más interesantes dramaturgos en la escena mexicana contemporánea, se aleja completamente de trabajos anteriores como “El Amor de las Luciérnagas”, “Más Pequeños que el Guggenheim” o “Riñón de Cerdo para el Desconsuelo” (críticas en www.entretenia.com), con “Cada Vez nos Despedimos Mejor”, un monólogo que explora tanto la naturaleza misma de las relaciones humanas como la historia socio-política de México. La historia de Mateo y Sara, quienes nacieron el mismo día, pareciera estar unida por hilos invisibles que los entrelazan durante momentos clave en la historia de este país. Ambos sufrieron pérdidas irreparables en el terremoto del 85; sus ojos se juntaron por primera vez durante una marcha en protesta contra el fraude electoral del 88; la primera traición llegó junto con la matanza en Acteal.
 
“Cuando recordamos a alguien, los estamos pasando de nuevo por el corazón.”
 
Encuentro dos constantes que caracterizan la dramaturgia de Ricaño claramente presentes en “Cada Vez nos Despedimos Mejor”. Por un lado, su gran habilidad para crear diálogos que suenan reales, casuales y sin ningún tipo de censura social, cargados de sarcasmo e ironía, producto de un humor negro muy particular dotado de un cinismo irresistible. La manera en que Mateo describe la forma en que se movía y contraía la pelvis de su padre mientras era descubierto en plena infidelidad por su madre provoca carcajadas y escándalo, producto de la soltura con que se plantea la situación con todo detalle. Por otro lado, y mucho más importante, es la maestría con que el dramaturgo ofrece diferentes niveles de lectura en sus textos, permitiendo que el espectador casual disfrute tanto como aquel que consigue desentrañar los significados más profundos. Un melodrama que gira en torno a una relación fracasada, aderezada por toda una serie de referencias políticas como la victoria de Fox o el asesinato de Colosio, guarda en su interior un discurso tanto conmovedor como escalofriante sobre la insignificancia de nuestros problemas cuando uno se atreve a ver más allá de sus narices y es capaz de apreciar la inmensidad en la que todos existimos. Así como “Más Pequeños que el Guggenheim” es un verdadero tratado sobre la mediocridad, o “Riñón de Cerdo para el Desconsuelo” es una deconstrucción de “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, “Cada Vez nos Despedimos Mejor” encierra en su interior planteamientos muy profundos sobre la imposibilidad del hombre para aprender de sus errores, ya que la historia se repite todo el tiempo.
 
“La mejor manera de llegar a un lugar es evitándolo.”
 
Ricaño también se encarga de la dirección de su propia obra, utilizando un mínimo de elementos en escena, permitiendo que sean sus mismas palabras las que brillen y tomen sentido sin ningún tipo de parafernalia innecesaria. La escenografía e iluminación a cargo de Ricardo Ricaño y Matías Gorlero, así como las composiciones musicales de Alejandro Castaños, interpretadas con una serie de percusiones por Darío Bernal, sirven para dar tono y color a la historia, enfatizando quizás algún momento de comedia, pero básicamente limitándose a estar al servicio del monólogo. Una dirección limpia, enfocada a mantener el ritmo de la obra y buscando el mayor apoyo posible a la dramaturgia.
 
“Es la última fotografía que te tomo, me dice, y luces como un imbécil.”
 
Diego Luna ha demostrado a lo largo de su carrera ser un actor capaz y comprometido. Su trabajo teatral anterior en “Cock”, junto a José María Yazpik, no era un tarea fácil, pero el reto que asume en “Cada Vez nos Despedimos Mejor” es claramente una prueba para su talento al tener que enfrentar un monólogo de gran complejidad que exige proyectar toda una gama de emociones, sentimientos y situaciones, sin ningún tipo de apoyo escénico más allá del que proporciona la música. Luna tiene carisma, eso es más que sabido, y lo explota principalmente en las secciones más ligeras y cómicas del monólogo. Sin embargo, también es capaz de conmover y producir empatía con sus espectadores cuando habla de su madre o de la manera en que ha conseguido arruinar la relación que tanto valora. Aun cuando Diego podría imprimir mayor variedad a su entrega, enriqueciendo el ritmo mismo de la obra, su talento y capacidad de ganarse al público consiguen una muy merecida ovación al final de la función.
 
“Yo sólo quería pasar el resto de mi vida contigo.”
 

Hay una guerra del otro lado del mundo donde miles de inocentes corren el peligro de perder su vida en menos de un segundo, las reformas energéticas, fiscales y de telecomunicaciones en nuestro país amenazan con hundirnos en diferentes crisis, hace unos minutos me acabo de enterar de la muerte del actor Robin Williams y pensé, como todos los días desde que se fue, en cuánta falta me hace mi papá a quien dije adiós hace más de veinticinco años. Ni uno sólo de estos eventos provocaron que la tierra girara un poco más lento, ni que la luna cambiara su curso alrededor de nuestro orbe. Somos minúsculos pero dentro de mi universo, mis problemas son enormes, tengo derecho a verlos de ese tamaño y cada despedida en mi vida ha sido desgarradora. Aprendo de cada una de ellas, pero el adiós siempre dolerá.

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Juan Carlos Araujo: entreteniateatro@gmail.com
Ricardo Castillo Cuevas: entreteniafoto@gmail.com

DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

 

OBRA: “Cada Vez Nos Despedimos Mejor”
DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Alejandro Ricaño
ACTÚAN: Diego Luna
DÓNDE: Teatro López Tarso dentro del Centro Cultural San Ángel.
DIRECCIÓN: Avenida Revolución 1733, San Ángel, enfrente de Avenida de la Paz.
CUÁNDO: Viernes y Sábado 19:00 y 21:00 hrs y Domingos 18:00 hrs.
COSTO: $300, $250 y $150. Boletos en taquilla y ticketmaster.
DURACIÓN: 70 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: El Teatro López Tarso tiene asientos bastantes amplios y cómodos. Cuenta con valet parking.
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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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