Ovillo: nombrar y bordar desde la ausencia. Entrevista con Sonia Gregorio
Ovillo: nombrar y bordar desde la ausencia. Entrevista con Sonia Gregorio
Guadalupe Gómez Rosas
Ovillo, escrita dentro del Programa del Royal Court Theatre y del Anglo Arts en la UNAM, plantea la migración desde un ángulo poco explorado: el de quienes se quedan. Su selección para la 45° Muestra Nacional de Teatro responde a la urgencia de desplazar la mirada del que parte hacia el que permanece, con el tejido de narrativas desde la ausencia.
Teatro en Llamas es la compañía encargada de este montaje. Su fundadora, dramaturga y actriz, Sonia Gregorio, reflexiona sobre el origen de esta idea: La obra nació por una experiencia personal, por la relación que tengo con mi hermano, por mi familia del lado materno. La mayoría de mis tíos, primos, mi propio hermano, están en Estados Unidos y se han ido ilegalmente. Parece que no puedes decir todo eso que sientes, parece que no puedes quejarte porque al mismo tiempo dependes de esa otra persona económicamente […] Es una contradicción callada.
Esa experiencia íntima se convirtió en algo mayor: Era una necesidad muy personal, y para mí ha sido muy sorprendente cómo ha significado para tantos. Porque si bien la migración es un tema recurrente en las artes, casi siempre se ha contado desde la experiencia de quien deja su país. Ovillo propone algo distinto, una inversión de la mirada: Me di cuenta que había algo que me tocaba más, que era todo lo que vivimos quienes nos quedamos aquí… esperando. Yo era una de las personas que estaba de este lado, esperando a mi hermano. Viviendo esa ausencia y al mismo tiempo viviendo estas emociones encontradas.
En esa perspectiva radican las múltiples historias de la obra. Esa falta —la que deja un hermano, un tío, un primo— se volvió el material del que está hecho Ovillo. Pero Sonia no se quedó únicamente con su historia; decidió ir más lejos, buscando otras voces: Viajé mucho al pueblo de mi mamá, Cerro Armadillo, una población con mucha migración, compuesta de mujeres, niños y adultos mayores; donde los hombres en edad de trabajo, en una edad en la que tienen un cuerpo fuerte y productivo, se van.
Ese viaje también la llevó a colaborar con el colectivo Hormigas Bordadoras de San Francisco Tanivet, Oaxaca, mujeres que conocen de sobra lo que significa esperar. Ahí, entre puntadas y conversaciones, Sonia descubrió que su experiencia era en realidad un coro de pueblos vaciados de hombres:Las hormigas bordadoras tienen textos que ellas dedican a sus familiares migrantes o tienen bordadas las historias de migración de su comunidad […] Ellas hablaban de cómo vivían en esa espera, era justo lo que yo estaba preguntándome […] Les dije que quería hacer una obra de teatro con ellas y sobre ellas, y me dijeron: no sabemos qué es una obra de teatro, no sabemos qué es el teatro, pero hagámoslo.
El resultado es un montaje que hace del bordado una metáfora, donde cada hilo es un vínculo y una muestra de resistencia. Para llevar este entramado de historias al escenario, la presencia de Mariana Gándara —quien fuera coordinadora de la Cátedra Bergman de la UNAM y gestora multidisciplinaria— fue esencial. El encuentro entre ambas creadoras sucedió en un momento único: Creo que nadie más lo hubiera podido entender como lo entendió Mariana, cuando nos encontramos algo pasó que hicimos clic y ella entendió muy bien lo que yo quería y lo que estaba buscando con este texto […] Fue una genia, una maga total que hizo todo posible. Además, todas las decisiones se tomaban en comunidad, importaba mucho el otro y para mí era importante que eso estuviera presente. Que se viera y que se sintiera esta colectividad muy propia de las comunidades oaxaqueñas. Creo que Mariana lo entendió muy bien y pudo llevarlo desde la dirección, invitando al final a las personas a estar en este convivio, a ser parte de la fiesta.
Esa complicidad no solo se basó en la comprensión textual, sino en una forma de crear, ya que Ovillo está pensada desde una mirada femenina que transformó su manera de hacer teatro: Las mujeres estamos ahí revolucionando la creación desde un lugar… Primero desde el diálogo, pues no le tenemos miedo a la incomodidad. Hablábamos cosas que tal vez podían ser difíciles, pero las hablábamos porque era necesario para que algo se desanudara y para que el proceso siguiera caminando de la mejor forma […] Mariana siempre decía que cuando somos vulnerables somos más fuertes e invitaba a eso, todo el tiempo, en la creación, en los espacios en los que convivimos.
Esa libertad creativa permitió que la obra se nutriera de elementos complejos, como la presencia de música en vivo, interpretada por la banda Mixanteña de Santa Cecilia: Pensé que más bien me gustaría cerrar la obra con una fiesta… Esos momentos en los que estamos juntas y el dolor se apacigua un poco. Le mostré a la Mixanteña (a Mariana) y algo que me gustó es que hay muchas mujeres, y tocan instrumentos enormes como una tuba o un trombón […] Me pareció maravilloso que ellas estuvieran tocando. La sincronía fue perfecta: la banda estrenaba su nuevo disco con una canción llamada «Quiñones», que habla de una comunidad donde hay mucha migración y donde se habla Ñuu Savi. Así, esta melodía se convirtió en una especie de himno para Ovillo.
Sonia reitera que cada elemento lleva la huella de Mariana. Su presencia está en la música, en la caracterización y la interpretación, pero también fuera del escenario, como en los talleres y el trabajo expuesto de las Hormigas Bordadoras: Mariana apelaba mucho a crear desde la ternura y desde el cuidado y creo que así también intentábamos cuidar al público. Que no se vayan con todas esas emociones a flor de piel, sino que vayan bajando un poquito. Y creo que estos dos espacios —tanto la exposición como el taller— también funcionan como un lugar en el que el público puede soltar un poco, porque a veces son muchas emociones las que aparecen cuando estamos en función. La gente llora, se les despiertan muchas cosas. Y creo que salir al lobby, ver las piezas de las hormigas, seguir escuchando la música… Te ayuda a ir cerrando.
La llegada de Ovillo a la Muestra Nacional de Teatro tiene un peso simbólico para Sonia, quien asistió por primera vez a la MNT hace diez años como Joven a la Muestra: Ahí se reforzó mi sueño de seguir haciendo teatro… yo quería ser como esa persona que está ahí presentando su obra. Es más que un sueño, porque me importa que la historia toque a otrxs jóvenes y que les inspire para que sigan creando.
Así llega Ovillo a la 45 MNT, no sólo hablando de memoria, sino de silencios prolongados, de mujeres que sostienen pueblos enteros mientras habitan la espera y se cuidan mutuamente.




