NUEVAS DIRECTRICES PARA LOS TIEMPOS DE PAZ
Para quienes quieren ser testigos de la transición de la guerra a la paz.
NUEVAS DIRECTRICES PARA LOS TIEMPOS DE PAZ
Cuando se embarcó, Europa estaba sumergida en los horrores de la Segunda Guerra Mundial. A cada milla que lo alejaba de aquel infierno de sangre, tortura y muerte y lo acercaban a la promesa de una nueva vida como agricultor en Brasil, su mente se convencía de que iba a ser feliz, su pasado olvidado y una nueva vida estaba a la vuelta de la esquina… o pasando la oficina de migración. Quizás Calderón de la Barca lo pueda salvar.
“Usted todavía no ha entrado a ninguna parte.”Miles y miles de europeos, incluyendo polacos y alemanes, huyeron del Europa durante la Segunda Guerra Mundial, buscando refugio en todos los rincones de la tierra. En ese momento, cada país tuvo que tomar decisiones sobre cómo lidiar con esta ola de inmigrantes. Al segundo que acaba la guerra, todo debe de cambiar y las alianzas se deben de reajustar. Es ese preciso instante el que el dramaturgo brasileño Bosco Brasil escoge para presentarnos su tesis de la guerra con “Nuevas Directrices Para los Tiempos de Paz”. Cuando uno huye del pasado, una nueva identidad, un nuevo oficio, un nuevo ser se debe de crear, a medida que lo que uno fue se olvida.
“Para usted, ahora, yo soy el reglamento.”El texto es poderoso sin duda. Un diálogo aparentemente simple entre Segismundo, el encargado de la oficina de migración del Brasil, y el recién llegado Clausewitz va cobrando dimensiones cada vez más poderosas a medida que se alejan de los temas propios de esa oficina y se adentran en las verdaderas identidades de cada uno. Temas como la naturaleza de la obediencia, la capacidad de llorar o, incluso, el poder del teatro y su cabida en un mundo tan horrendo como el que se está viviendo, entrarán a colación en una guerra de poderes donde lo único que se busca es ser feliz.
“¿No me voy a quedar?”La dirección de Gabriel Figueroa Pacheco es elegante y humilde. Un mínimo de elementos escenográficos dentro de una cámara negra y una iluminación casi imperceptible para el espectador, pero sumamente efectiva en resaltar el dramatismo del texto, permiten que lo que realmente brille en la obra sea el trabajo de Bosco y de sus actores. Figueroa entiende claramente una de las reglas de oro que tantos y tantos creadores olvidan: menos es más.
“Yo soy todo lo que tengo.”José Antonio Falconi hace un muy buen trabajo como el oficial Segismundo. Desde su tipo físico hasta su manejo del espacio y su trabajo vocal, Falconi nos convence y lo odiamos como un ser más animalesco que humano, quien justifica cada uno de sus pecados cometidos por el simple hecho de haber estado siguiendo órdenes. Sin embargo, quien verdaderamente se lleva las palmas en “Nuevas Directrices Para los Tiempos de Paz” es Julien Le Gargasson como el polaco Clausewitz. Ternura, dulzura, tristeza, desesperación, confusión, tantas emociones que nos logra transmitir Gargasson en tan sólo una hora de montaje, cada una con mayor poder que la anterior. A los cincuenta y cinco minutos de transcurrida la obra, Julien ya conquistó a todos los asistentes, pero al momento en que Don Pedro Calderón de la Barca toma posesión de él para recitar, casi al final de la obra, el famosísimo monólogo de “La Vida es Sueño”, el silencio absoluto en la sala se vuelve testimonio de verdadera magia teatral.
“Brasil necesita brazos para labrar la tierra.”“Nuevas Directrices Para los Tiempos de Paz” es precisamente el tipo de teatro que me encanta ver. Una obra dura, inteligente y culta que cobra vida propia en manos de un director lo suficientemente inteligente como para permitir a sus actores brillar con toda la luz de sus talentos. Un teatro culto, mas no excluyente, que nos recuerda que su poder transformativo es único para quienes están dispuestos a abrir sus corazones y almas. El arte, la belleza, el teatro son más poderosos que la guerra.
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