Ni tan chico, ni tan lejos: una celebración de la mirada infantil

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Lupita Gómez

Bajo un cielo de nubes esponjosas se extiende una llanura de papel kraft, bordeada por tatamis que esperan recibir a las infancias. En este escenario a cuatro bandas, donde el trino de los pájaros anuncia un nuevo día, comienza Ni tan chico, ni tan lejos de Flores TeatroDanza, en el marco de la 44 Muestra Nacional de Teatro.

La obra —creación de Alejandro Chávez Flores y Fernando Leija Flores, quienes además fungen como actores y directores— celebra el encuentro infantil desde la contemplación y el descubrimiento mutuo. La puesta en escena se desarrolla en una caja negra armable, instalada en el Centro Municipal de las Artes de la colonia El Progreso, un sitio en la periferia de La Paz. La elección de este espacio propicia descentralizar la experiencia teatral en favor de las infancias de la zona.

A pesar del calor imperante, que los intérpretes transforman con ingenio en un elemento participativo, la obra mantiene el compromiso con su audiencia, en presentar un recordatorio de que los adultos «tenemos todas las edades en el cuerpo», lo que nos permite compartir el asombro por igual.

La obra recrea un día de juego, desde el alba hasta el ocaso, expresado en diversas emociones suscitadas en los intérpretes, así como en composiciones visuales diferenciadas por el color y el descenso gradual de las nubes. A pesar de que el público infantil es reducido —ya que se trató de una función para participantes de la MNT— la audienci logra ser testigo de cómo dos personajes exploran la curiosidad del encuentro.

La narrativa evoluciona desde la figura del llanero solitario hasta convertirse en un par de vaqueros galácticos. Esto sucede, en gran parte, gracias al diseño de vestuario de Mauricio Arizona, quien reinterpreta este viaje con una delicada paleta de blancos, lilas y naranjas, en combinación con brillantes accesorios. La música de Andrés I. González «SAPUKAI», rica en beats, marca las transiciones del día; mientras la iluminación actúa como un tercer personaje, que va desde la claridad matutina hasta los atardeceres que evocan los cielos de La Paz, Baja California Sur.

Los cuerpos de Alejandro y Fernando crean una coreografía de líneas verticales y curvas sincronizadas. Su danza y expresividad facial construyen una semántica que va desde el intento de alcanzar las nubes hasta el saludo de manos y la percepción de nuevas sensaciones derivadas de un abrazo. Particularmente, se distingue el trabajo centrado en las infancias, donde las miradas y sonrisas conectan sin necesidad de vocablos. Asimismo, no es menor que la obra incorpore elementos pedagógicos sobre el orden y el cuidado del espacio, donde se invita ingeniosamente a la emulación.

Ver, moverse y jugar se convierten en verbos fundamentales para descubrir al otrx y a unx mismx. La obra convoca a imaginar aviones, suertes charras, un río con montes y caballos: una metafórica matrioshka que revela las capas del conocimiento, lo lúdico y lo común.

Con elementos simples –un lazo, figuras de cartón y gises– la puesta en escena guía desde la intimidad individual hasta la construcción de universos colectivos. El clímax llega cuando el cielo desciende, los vaqueros contemplan el firmamento y los sombreros de espejos iluminan al público, momento en que todxs observan las figuras reproducidas en las paredes improvisadas.

A través de su cuidada construcción escénica y su respeto por la capacidad del asombro infantil, Ni tan chico, ni tan lejos demuestra que el teatro puede ser detallado sin perder accesibilidad. Recuerda en particular que el goce de la contemplación y la complicidad no tiene edad, de ahí que la imagen de cierre sea tan robusta, donde el público presente se vuelca sobre la llanura de papel para crear e iluminar un mundo donde todo es posible.

Equipo creativo:

Compañía: Flores TeatroDanza

Autoría, dirección y actuación: Alejandro Chávez Flores y Fernando Leija Flores.

Escenografía, vestuario e iluminación: Mauricio Arizona.

Música original y asistencia técnica: Andrés I. González (SAPUKAI).

Asistencia de iluminación: Sebastián Santamaría.

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