MASTER CLASS

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Para quienes quieren conocer a La Divina en una master class en el quehacer teatral.

MASTER CLASS

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (@RiAlCastillo)
 
“Están aquí para observar a los estudiantes, no a mí.”
 
Silencio, atención y respeto que la sesión está a punto de comenzar. Es importante recordar que a quien se ha venido a ver es a los estudiantes, esto es ante todo una master class y no una función de gala en La Scala de Milán, por lo que la atención se debe enfocar en ellos, no en ella. Ella… una leyenda viviente, aquella de voz perfecta, presencia incomparable y pasiones desbordadas; ella que es capaz de amar desmesuradamente, aun cuando le cueste el alma; ella, de quienes tantos se burlaron y dijeron que nunca sería nadie, objeto de envidias y de celos; ella, amada y humillada por el hombre más rico del mundo, un canario para ser exhibido; ella… Anna María Sofía Cecilia Kalogeropoulou, María Callas, La Divina.
 
“No veo aquí a nadie que tenga lo que yo consideraría un look.”
 
Maria Callas, una de las más grandes cantantes de ópera en la historia, dio una serie de clases magistrales en la escuela de artes escénicas de Julliard en Nueva York entre 1971 y 1972. Este hecho sirvió como inspiración para que Terrence McNally, uno de los dramaturgos contemporáneos norteamericanos más reconocidos en la actualidad, reviviera a la diva mejor conocida como La Divina y la regresara a los escenarios en todo su esplendor, con su magnética presencia brillando intensamente, pero también como una mujer de gran sentido del humor y como una diosa caída, frágil, herida y sumamente vulnerable. McNally le devuelve al mundo a María Callas en su obra maestra “Master Class”, ganadora del premio Tony a mejor Obra en 1996, una pieza de profundo impacto al acercar al espectador a conocer los demonios internos que plagaron a una mujer marcada por su obesidad y joven fealdad, por su tormentosa relación con Aristóteles Onassis y la tragedia de haber perdido su voz con tan sólo diez años de carrera.
 
“¿Cómo puedes tener rivales cuando nadie hace lo que tú haces?”
 
Nunca se debe de actuar un personaje, se debe vivirlo; cantar viene del alma, del corazón, no de la voz; prestar profunda atención a cada nota escrita por el compositor y darle sentido y verdad; estas son tan sólo algunas de las verdades que María Callas transmite a sus alumnos durante “Master Class”. A medida que la obra se desarrolla, McNally deleita al espectador con un finísimo sentido del humor que lo confronta cara a cara con la fortísima personalidad de Callas, lo lleva a escuchar una bellísima selección de arias operísticas así como a conocer las más profundas inseguridades que aún residen en ella, todo esto mientras que María trata de transmitir su conocimiento a alumnos de carente personalidad, profundamente temerosos a ser juzgados o llanamente egocéntricos. Con delicadeza, elegancia e ingenio, McNally lleva de la mano al espectador a través de un primer acto que culmina en una verdadera sublimación de glorias que han quedado en el pasado, para retomar un segundo acto que sencillamente roba el aliento ante su belleza, crueldad y desgarradora verdad. Un trabajo de dramaturgia sublime que rinde el más alto homenaje a una de las más grandes figuras del siglo veinte.
 
“Siempre creí que nuestro arte conmovía a todo el mundo.”
 
Hacerse cargo de la dirección de un remontaje para una obra que ya fue presentada con enorme éxito hace dieciséis años, protagonizado por la misma actriz, es un reto monumental al mismo tiempo que es un gigantesco honor. Diego del Río, quien a pesar de su juventud se ha enarbolado como una de las voces más fuertes dentro del quehacer teatral contemporáneo con montajes como “Razones para Ser Bonita”, “Tribus”, “Proyecto Chéjov: Vania” y “El Principio de Arquímides” (críticas en www.entretenia.com), toma las riendas de la bestia que representa “Master Class” con fuerza y decisión para presentar su propia versión de la obra y lo logra victoriosamente. Por principio, la conceptualización visual que propone del Río, apoyado por el magnífico trabajo de Laura Rode y David Lombrozo en iluminación y escenografía respectivamente, consigue llevar al público de un salón de clases público, frío e impersonal a los confines más oscuros que habitan la mente de Callas o a la mismísima Scala de Milán con una elegancia y profundidad que consiguen que el espectador verdaderamente se transporte y olvide por momentos en donde está para dejarse llevar por la hermosura del montaje. Aunado a esto, Diego consigue resignificar momentos clave de la obra, al sacar actuaciones poderosas y memorables en los cantantes de ópera que interpretan a las víctimas de Callas, para así dar mayor fuerza y contundencia a diálogos que cimbran los cimientos mismos del teatro ante el poder que conllevan. Un ritmo cuidado a la perfección, un manejo exquisito del tono entre la tragedia y la comedia y un claro sentido de la teatralidad hacen que “Master Class” sea, a la fecha, el trabajo más logrado en la carrera de un director que aún tiene lo mejor por delante.
 
“Soy Callas, la Divina, todo lo que quería ser.”
 
Hablar de “Master Class” en México es hablar de Diana Bracho. El magnetismo que lleva a que el espectador no pueda apartar su vista de ella ni por un segundo, la profunda reverencia que muestra la actriz por el papel que interpreta, la magnitud con que se enarbola como La Divina para más adelante desmoronarse como una mujer derrotada, la proyección que imprime a cada palabra, Diana Bracho es María Callas y María Callas es Diana Bracho, así de simple. La exploración profunda que Bracho realiza de su personaje es absoluta, se nota en cada movimiento, en su altiva presencia, en la atención que presta a sus alumnos o en la forma con que los interrumpe, en la forma casual que tiene para confrontar a los asistentes carentes de un look o en la mirada en que se quiebra por completo al ser confrontada con su ausente voz o con su fracasada relación. Las lágrimas que Diana provoca al final del primer acto, una diosa en su máxima gloria, son sólo equiparables al nudo en la garganta que queda al verla desfallecida al final de la obra, preludio a una merecida ovación de pie. Esta no es una simple obra de teatro, es una Master Class en actuación y Diana Bracho es generosa con ella.
 
“Nunca te muevas durante los aplausos.”
 
Sin embargo, sería injusto no dedicarle una fuerte mención al resto del elenco, quien se enfrenta al monstruo actoral que presenta Bracho con arrojo y talento, al mismo tiempo que cada uno canta espléndidamente. Diego del Río explota de lleno las habilidades y talentos propios de cada uno de los interpretes consiguiendo que cada uno de los personajes secundarios tenga una personalidad propia y mutable, dependiendo de las alternancias en las funciones. Para tal efecto, la tímida y opacada Sophie, interpretada ya sea por Mónica Raphael o Alicia Paola, y el arrogante Tony, a cargo de Ángel Ruz o Antonio Albores, se presentan ante el público con ciertos matices cambiantes que aportan lecturas diferentes, ambas estupendamente bien logradas. Estos cuatro actores logran muy buenas actuaciones como dos aspirantes cantantes que caen las garras de Callas para bien o para mal, consiguiendo ganarse al público por completo con sus magníficas voces. Una vez dicho esto, el verdadero aplauso se le tienen que entregar tanto a Dhyana Arom como a Denise De Ramery, quienes alternan el papel de la terriblemente insegura Sharon. Ambas actrices logran que los asistentes alejen sus ojos de Bracho para enfocarse en ellas, en sus potentes capacidades vocales y actorales que culmina con el que pudiera ser el más duro parlamento de toda la obra con una fineza que corta como el más afilado de los cuchillos. Sin duda mi ovación de pie fue dedicada a Diana Bracho, pero gustosamente la compartí con un elenco que demostró estar a la altura de una obra por demás compleja.  

“¡He triunfado otra vez!”
 
El teatro es arte efímero por naturaleza. Se crea, se admira y desaparece para nunca volver. Una de las más grandes tragedias y realidades para un amante del teatro es la conciencia de que esa obra que le hizo reír a carcajadas, que lo conmovió hasta las lágrimas, que se ha vuelto parte de su esencia misma, nunca se volverá a repetir ya que una vez que baja el telón, se termina la temporada, la experiencia es irrepetible. Hace dieciséis años vi por primera vez “Master Class” y me enamoré profundamente del texto, de Bracho, de la sensación que quedó en mi corazón tras haberla aplaudido de pie más de cinco veces. Desde entonces la he recordado con nostalgia, con el profundo deseo de revivir ese maravilloso segundo en el tiempo en que Diana me miró a los ojos con desdén y declaró que no tenía un look. El teatro es arte efímero por naturaleza, ya que la obra que he presenciado ahora no es lo misma de hace dieciséis años, ya que Diego del Río ha conseguido darle un nuevo significado, Diana Bracho ha madurado un papel que consideraría la joya de su corona, ya que yo mismo no soy el mismo hombre de entonces. Pero esa… esa es otra historia.
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Ricardo Castillo Cuevas: entreteniafoto@gmail.com

DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “Master Class”
DRAMATURGIA: Terrence McNally
DIRECCIÓN: Diego del Río
ACTÚAN: c (alternan funciones).
DÓNDE: Teatro Banamex Santa Fe.
DIRECCIÓN: Lateral Autopista México-Toluca 1235, dentro de Plaza Zéntrika, Santa Fe.
CUÁNDO: Jueves 20:30, Viernes 21:15, Sábado 18:00 y 20:30 y Domingo 16.30 y 19:00 hrs.
COSTO: $600, $500 y $400. Boletos en taquilla y ticketmaster.
DURACIÓN: 130 minutos con un intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento, mismo que tiene descuento validándolo a la salida del teatro.
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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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