Por Juan Carlos Araujo | 18 junio, 2014 0 Comentarios

Para quienes buscan un teatro pensante.

LOS INGRÁVIDOS

 

“Hay muchas muertes a lo largo de una vida.”

 

No conocía nada de la obra cuando llegué. No sé quién fue Gilberto Owen, no me gusta mucho la poesía ni he leído la novela en la que el montaje está basado. Seguramente la experiencia teatral sería totalmente distinta si tuviera el privilegio de contar con alguno de los elementos anteriormente mencionados, pero puedo declarar con certeza que no son necesarios para poder disfrutar de “Los Ingrávidos”.

“Y fuimos como casi todos, infelices.”

 

Ella vive en México. Está casada con un arquitecto y tiene dos hijos. Está escribiendo una obra de teatro. Esta es su vida ahora. Pero antes, en los tiempos de la obra que escribe, ella fue otra. Vivía en Nueva York y tenía diferentes amantes, hombres y mujeres. Cometió un fraude siendo editora y traductora y bebía más de lo que debía.

“Es mi trabajo, escribo mentiras.”

 

Él es un poeta famoso. Él vivió en Nueva York y tuvo una vida tormentosa. Murió en 1952, a los 48 años, como consecuencia del alcoholismo tras quedar ciego. Era de Sinaloa y su nombre es Gilberto Owen.

“El falso original quedó muy bien.”

 

Basado en la novela de Valeria Luiseli, del mismo nombre, Fernando Bonilla consigue una voz propia como dramaturgo y director, presentándonos “Los Ingrávidos” en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque. Un collage de momentos y recuerdos entrelazados donde la vida del poeta, los recuerdos de la escritora y el presente de la ama de casa se vuelcan sobre el espectador, quien tendrá la tarea de desmadejar la telaraña que se crea entre todos estos momentos. Presente y pasado, fantasmas y humanos, realidad y ficción conviven hombro a hombro, jugando con nuestra mente.

“Bebimos como damas y nos emborrachamos como cerdos.”

 

La dirección de Bonilla aprovecha  toda una serie de elementos que tiene a su alcance. La creación de diferentes espacios, en diferentes niveles del escenario; un atinado y poco visto uso de la profundidad del escenario; iluminación vibrante a momentos e íntima en otros y algunos elementos terriblemente sencillos de vestuario son ejemplos de cómo la obra se va vistiendo elegantemente para su mayor lucimiento. Probablemente el elemento más interesante es el de proyecciones al fondo superior del escenario, donde se pueden ver, muy ligeramente, los pensamientos de los personajes, las acotaciones de la obra que está siendo escrita o las imágenes en la cabeza de un niño. En una época donde se está abusando terriblemente de la tecnología de proyección en escena, el director ofrece algo sencillo y eficaz.

“Aquí lo único que no existe… es tú y yo.”

 

Trabajo nada fácil el que se les presenta a los actores en “Los Ingrávidos”. Haydeé Boetto es la narradora principal en lo época actual; Cassandra Ciangherotti es esta misma narradora de joven, mientras que Joaquín Cosío y José Zárate alternan el papel del poeta Gilberto Owen. Junto con estos tres personajes, ya bastante complejos, los actores interpretan a todos los demás personajes secundarios que aparecen en la historia, desde el marido o el editor, hasta un Owen joven, los hijos del mismo, el editor, los amantes, el hijo mediano etc. Un trabajo actoral sólido, aún cuando no completamente parejo, que brilla más por mantener un ritmo preciso en la obra que por la diferenciación entre personajes. Aclaro que esta falta absoluta de diferenciación es parte del juego que propone la obra.

“Siempre fui consciente de mis muertes cotidianas.”

 

¿Quiénes son los “Ingrávidos”? Aquellos que carecen de gravedad, los fantasmas. ¿Cuántos fantasmas he dejado en mi pasado? ¿Cuántos aún me siguen y me visitan de vez en cuando? ¿Es que acaso, vienen más en mi futuro? ¿Cuántas veces he muerto y renacido? En forma física sé que una enfermedad, dos posibles ahogamientos y un  choque han sido mis muertes pasadas. En forma psico-emocional, más de las que quiero pensar. Estas preguntas y pensamientos no me han dejado de rondar en la mente tras ver la obra. Es un nuevo pequeño fantasma que está aquí. Los invito a que lo dejen entrar.

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