El juego en escena une a dos generaciones
Mauro Marines
Rodeada de cajas por la inminente mudanza de su abuelo, Eva quiere jugar con él una vez más. El hombre padece un deterioro que le hace olvidar, por lo que será llevado a vivir a otro sitio. Con la ayuda de su inquieta y curiosa nieta podrá recordar —aunque sea de manera fugaz— momentos clave de su vida.
Aprender y olvidar propone el encuentro entre la curiosidad de quien está descubriendo el mundo y la sabiduría y experiencia de quien va perdiendo la memoria. Los roles se invierten: Eva y su hermano sirven de guía al hombre, quien sigue sus pasos para redescubrir los propios.
La autora y directora Amaranta Leyva creó una fusión del teatro de marionetas con un ejercicio que busca la improvisación y el juego, a partir del vínculo que observó entre su padre, Lucio Espíndola, fundador de la compañía Marionetas de la Esquina, con su hija pequeña. Él estrenó el montaje cuando ya padecía Alzheimer. Tras su fallecimiento, el dispositivo se adaptó para actores y actrices de la Compañía Nacional de Teatro, a quienes se les brinda el mínimo de coordenadas para replicar la propuesta.
La primera función de esta obra, en el marco de la 44 Muestra Nacional de Teatro, inició con Leyva dirigiéndose al público para explicar el contexto. El personaje del abuelo estuvo a cargo de Luisa Huertas, Medalla Xavier Villaurrutia 2024. A la audiencia se le pidió recordar una persona a quien “se le olvidan las cosas” para nombrar al protagónico. A Huertas se le conminó a dar nombre al nieto mayor, a quien llamó Ciro.
Durante la primera mitad de la puesta en escena, la acción fue provocada por el descubrimiento de los contenidos de las cajas para la mudanza. Una proyección de videomapping las numeró. Con las cajas y las proyecciones se evocaron una estufa, agua, fuego y mariposas. Un conflicto central se desarrolló durante la segunda mitad del montaje, a partir de la hidrofobia del abuelo, asociada con un accidente en la infancia, del que fue salvado por su hermana, fallecida hace años. Otro elemento de peso fue una puerta blanca, ubicada al centro del escenario, la que pasó de ser un símbolo de riesgo —una persona con pérdida de la memoria que no puede salir sola a la calle— al acceso a una nueva etapa, incluso a la muerte y un reencuentro con su hermana.
La relación entre la o el actor invitado y el elenco estable de la puesta en escena lindan entre el curso predecible de las acciones y cierto grado de incertidumbre, lo que ofrece un atractivo elemento al montaje. El público ríe y disfruta del intercambio entre los títeres y la actriz pero no se crea una plena improvisación pues Leyva, a través del personaje de Eva, contiene las acciones de Huertas, al grado de tener que darle órdenes en todo momento, lo que coarta el juego. La propia Huertas exclamó de pronto: Tú y tu hermano son muy mandoncitos.
Las intenciones que Aprender y olvidar plantea desde su sinopsis alrededor del Alzheimer —los peligros de que dos niños y un abuelo desmemoriado se pongan a jugar y suceda un intercambio del rol de cuidador— se ven opacados por el tratamiento superficial del tema, que rehúsa a llamarle a las cosas por su nombre dentro de la ficción y, por momentos, expone la dignidad de quien está en el rol del Abuelo, pues su participación se presta a ser objeto de risa. Como teatro para infancias no cuenta con herramientas o mecanismos claros para compartir a este público la realidad de vivir con una persona con Alzheimer, aunque entre sus órdenes y jugueteos Eva siempre se muestra paciente cuando le ayuda a recordar. Posibilidades valiosas, como la invitación a imaginar, se ven limitadas por la presentación de un videomapping que se adelanta a ilustrar.
El permitirle al Abuelo cargar y manipular a los títeres propicia que pierdan su animación. Esto, como otros momentos del montaje, seguro funcionaban de manera muy diferente cuando estaba la presencia de Espíndola —experimentado titiritero, al igual que Leyva—, pero la dirección no cuenta con el blindaje suficiente para evitar esos detalles. Si bien la idea de poner en escena a un actor o actriz de la tercera edad con el mínimo necesario de información permite replicar ciertas condiciones de la propuesta original, agrega factores inesperados. A falta de una estructura que no dependa de un perfil actoral específico para arribar a donde lo necesita, es Eva quien dirige momento a momento las escenas frente a la audiencia. Las infancias y la audiencia tampoco participan de manera significativa —solo se pueden elegir las cajas 1, 2 y 3 a pesar de que hay más de 10. La incidencia del público se limita a crear mariposas y barcos de papel con origami.
Me pregunto si Aprender y olvidar se define como teatro para infancias, teatro documental o como un homenaje. En tanto el público se encuentra frente a un ejercicio actoral diseñado para un hombre que dedicó su vida a los títeres. La obra busca la improvisación pero la limita por su propia naturaleza, que aleja la propuesta de su búsqueda temática: la ternura y el cuidado, al verse obligada a mantener la escena bajo control.
Ficha técnica
Compañía: Marionetas de la Esquina
Dirección y dramaturgia: Amaranta Leyva
Con: Amaranta Leyva, Emiliano Leyva, Yenizel Crespo y Humberto Camacho.
Escenografía e iluminación: Gabriel Pascal
Multimedia: Emiliano Leyva
Música: Rodrigo Flores López
Diseño y construcción de títeres: Marionetas de la esquina, Lucio Espíndola, Lourdes Pérez Gay, Emiliano Leyva y Humberto Camacho.
Producción: Marionetas de la esquina, Humberto Camacho, Emiliano Leyva y Lourdes Pérez Gay