EDIFICIO SAN MIGUEL
Para quienes desean atender, ser parte de y reír con una desquiciada junta vecinal.
EDIFICIO SAN MIGUEL
“Sí vamos a hablar de los tinacos que no se han lavado, ¿verdad?”
Debido a los múltiplos problemas que existen tanto en el edificio como entre los condóminos, se ha convocado a una junta extraordinaria. La agenda: la limpieza de los tinacos, el asunto de la basura, la humedad y asuntos varios, incluyendo una que otra sorpresita. Claro que hay que considerar que, aparte de todo, cada vecino trae sus propios asuntos a tratar, mismos que ellos se encargaran de que sean escuchados por encima de los demás. Entre múltiples quejas que si por el ruido, que si los diversos, que si las cacas en el estacionamiento, lo único que conseguirán es que alguien pierda la paciencia y un golpe de estado se lleve a cabo.
“Señor administrados, aténgase a los temas.”
Estrenada originalmente en 2014 dentro de la temporada Por tus Vecinos en MicroTeatro México y con tan sólo una duración de quince minutos, “Edificio San Miguel” de Gabriela Guraieb es una experiencia escénica que busca convertir al espectador en parte activa de uno de los rituales modernos más odiados y disfuncionales de nuestra sociedad: la junta vecinal. El agobiado administrador con una vena en la frente a punto de explotar, la millenial que se queja de todo, incluyendo ese que se la pasa tocando el piano a todas horas, la vecina naca que sólo vela por sus intereses personales y un joven adicto a los tic tacs y que busca que los derechos de todos sean escuchados son algunos de los personajes que se funden entre los espectadores para crear una verdadera vorágine de opiniones y discusiones que sin llevar a nada provocan grandes carcajadas entre los “otros vecinos” que pagaron sus boletos y que todo desemboca en un giro de tuerca sorpresivo y doloroso de dimensiones trágicas dentro del muy ridículo universo en el que habitan estos personajes.
“Todos los insultos quedan fuera de lugar aquí.”
Al inicio de la obra, los asistentes se dividen entre los que serán vecinos y los que meramente quieren ver la obra desde la seguridad de sus butacas. Una vez iniciada la obra, aquellos que optaron por sentarse dentro del círculo donde se lleva a cabo la obra se ven poco a poco involucrados en los problemas del condominio, mientras pueden degustar alguna galleta, beber café o convertirse en un miembro activo de la discusión. En “Edificio San Miguel” todo se vale. La premisa que presenta la dramaturga es un gran divertimento al mismo tiempo que es una poderosa crítica y burla a cuán absurdo resulta el que un grupo de personas que viven en un espacio común se reúnan en aras de tratar de encontrar soluciones a problemas comunitarios sin jamás poder llegar a una sola conclusión. Sin embargo, la premisa no es suficiente para sostener la tensión dramática durante los casi noventa minutos que dura la puesta ya que el texto tiende a girar sobre su propio eje por demasiado tiempo antes de que el verdadero conflicto en la trama se revele. Un trabajo de síntesis, así como una revisión a algunos temas que en el 2018 ya están superados como es el matrimonio igualitario, serán de gran ayuda para que la dramaturgia alcance una recepción tanto hilarante como fluida y no que agote.
“No voy a permitir que me llamen ladrón en mi propia junta vecinal.”
El lugar de reunión para la junta extraordinaria que ha sido convocada es decadente por decir lo menos. Un color salmón opaco en las paredes, una fuente de luz que podría fundirse en cualquier momento y una cortina que no tiene razón alguna de estar tiene una posición privilegiada. Es aquí, junto a una mesita con café y galletitas viejas, que la discusión comienza. En un principio, amable y civilizada, aunque no todos los miembros estén prestando atención por estar hablando entre ellos, más adelante a punta de gritos el caos se desborda. “Edificio San Miguel”, bajo la dirección de Angélica Rogel, tiene dos lecturas claramente diferenciadas dependiendo del lugar desde donde se está viendo. La experiencia que tiene un espectador haciendo las partes de vecino no es ni remotamente la misma que aquella que tiene el que la ve desde lejos. Mientras que adentro el espectador ríe constantemente, víctima del nerviosismo de verse en medio de la oligofrénica discusión, misma en la que podría verse inmiscuido sin darse cuenta, el que está fuera es meramente voyeur no necesariamente disfrutando de la misma manera. En gran medida esto se debe a un ritmo que debe fluir mejor en funciones venideras para que la parte media de la obra, aquella en que la dramaturgia cae en lo reiterativo, fluya mejor, y sea capaz de llevar la narrativa hacia los verdaderos conflictos de la obra: un golpe de estado sorpresivo y un rompimiento emocional de un personaje clave que se revela al final de manera gloriosa con el más agridulce de los sabores. Por otro lado, es de aplaudir la manera en que Rogel consigue recrear de manera fidedigna la atmósfera tan desaforada que existe en este tipo de reuniones donde las psicopatías de todos los vecinos salen a flote para risa de los espectadores.
“Esto va para largo.”
La señora Robles quiere un Salón de Usos Múltiples para que su hijito pueda tener la fiesta de cumpleaños que tanto se merece. Sin embargo, ese tema no está en la agenda y el sr. Administrador, quien cada vez tiene menos paciencia, ha impuesto su regla de 60 segundos para hablar por persona. Contra reloj, la muy poco educada mujer lanza una retahíla ciertamente convincente en favor de su propuesta, con el suficiente tiempo de sobra para mandar a todos a la fregada. Para que “Edificio San Miguel” sea exitosa el trabajo actoral necesita ser comprometido en su totalidad dentro de la muy absurda ficción que se genera. Esto se logra con creces por Carmen Ramos quien, en su papel de la antes mencionada Sra. Robles, es capaz de exasperar, provocar carcajadas y, al mismo tiempo, rechazo con toda gracia y verdad. El mismo éxito, pero de manera mucho más contenida, es apreciable en el trabajo que realiza Alfonso Borbolla como el bien intencionado administrador que tiene que lidiar con las personalidades esquizoides de aquellos a quienes quiere ayudar. Por su parte, Mario Monroy explota su estilo actoral siempre con un aire desparpajado y casual, para darle vida al amanerado Sr. Beltrán. El resto del elenco conformado por Alejandro Morales, Montserrat Marañón y la misma Gabriela Guraieb realizan sus papeles con resultados adecuados, mismos que irán creciendo a medida que los actores exploren más las personalidades disfuncionales de sus personajes.
“Al final, somos una comunidad.”
Hace aproximadamente un mes se realizó una junta vecinal extraordinaria en el conjunto de edificios donde vivo para discutir los derechos de las mascotas y de los niños en el espacio comunitario que existe dentro del estacionamiento. Mientras que algunos vecinos vociferaban sus ideas al respecto del tema a discutir otros trataban de abrir nuevos temas como los horarios apropiados para usar las secadoras de ropa o el carrito de super comunitario. Gabriela Guraieb no pudo haber capturado mejor la esencia de lo que vi ese día en su dramaturgia, cada uno de sus personajes presentes en ese horror urbano que busca la “sana convivencia”. Esta crítica se la dedico a la administradora Martita, quien tiene que lidiar con todas nuestras locuras, incluyendo las mías.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “Edificio San Miguel”
DRAMATURGIA: Gabriela Guraieb
DIRECCIÓN: Angélica Rogel
ELENCO: Montserrat Marañón, Mario Alberto Monroy, Alfonso Borbolla, Carmen Ramos, Alejandro Morales y Gabriela Guraieb.
DÓNDE: Sala Novo
DIRECCIÓN: Madrid 7, Del Carmen Coyoacán.
CUÁNDO: Lunes y Martes 20:00 horas. Hasta el 27 de Noviembre.
COSTO: $350 entrada general. Boletos en taquilla y en www.redticket.com.mx
DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio
DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking. Les recomendamos revisar el resto de su cartelera.
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