
CASAS VACÍAS
Para quienes entienden que la promesa de felicidad que trae la maternidad no contrarresta la precariedad emocional.
CASAS VACÍAS
“¡Tú lo perdiste!”
Todo sucedió en un parque. En un instante Daniel desapareció y nació Leonel. la vida de una madre se resquebrajó por completo al mismo tiempo que se cumplían las fantasías de maternidad de una mujer que en medio de gelatinas atisbó lo que ella creía que compensaría la miseria en la que vivía. Ahora ambas viven unidas por el mismo niño, a la distancia, y en sus historias se revelará que una no fue una abnegada santa entregada a la dicha que trae un bebé, la otra no es una villana malnacida a pesar de que es una criminal, y eso no hay manera de justificar.
“¿Hay alguien a quien le diga mamá?”
La maternidad alejada del romanticismo exacerbado, la vida de dos mujeres que han crecido en ámbitos sociales diametralmente contrastantes, un acto criminal aberrante y las circunstancias que lo rodean, donde víctima y delincuente son seres humanos complejos a quienes el entorno les ha brindado o negado privilegios. La novela Casas vacías de la escritora, socióloga y activista mexicana Brenda Navarro captura todos estos elementos y más en una fascinante anécdota que gira en torno al robo de un niño de 3 años con autismo, a la madre que lo perdió y a una vendedora de gelatinas y pasteles que, en su desesperado deseo de maternar, decidió robarlo para criarlo como propio. La adaptación a teatro a cargo de Humberto Pérez Mortera consigue llevar la novela a escena de manera orgánica, donde la narraturgia funciona cabalmente para darle sentido y progresión a la acción dramática.
“¿Qué clase de broma materna soy?”
Ella, quien perdió al niño en un parque, vive ahogada por la culpabilidad, tanto por haber estado distraída al teléfono ese fatídico día, como por albergar deseos mucho más oscuros en torno a la ausencia de su pequeño Daniel; Ella, quien un día llegó a casa con un pequeño en brazos llamándolo Leonel, descubre que la felicidad que tanto anhelaba al ser madre no era real, que los vacíos emocionales que tenía no se han ido, que la violencia y dolor que han marcado su vida no desaparecen con un acto profundamente egoísta. Contada a dos voces, dividida en escenas donde cada una de las protagonistas va profundizando en su historia, con la presencia de dos personajes que capturan no sólo una tridimensional personalidad que sobrepasa la superficialidad del blanco y negro, sino que son reflejos claro de sus respectivas clases sociales, Casas vacías es una prosa potente que desafía al espectador, tanto en la manera en que desafía la visión socialmente aceptada de la maternidad, como en el abordar el tan urgente tema de las desapariciones desde una mirada que altera preconcepciones morales en torno al bien y mal para acercarse más a la ética de lo correcto e incorrecto.
“Una se acuesta con hombres para tener hijos, ¿no?”
En la parte trasera del escenario se encuentra una pared intervenida por dibujos alusivos a la maternidad. Del lado derecho se halla un volantín, elemento que hace referencia al parque donde el pequeño de tres años cambió de manos, y que será reutilizado y resignificado durante la obra para crear diferentes espacios entre los que destaca un campo de batalla donde una madre y su hija se enfrentarán ante los actos criminales que ha cometido la segunda, pero también en torno a la crueldad y violencia que ejerció la primera. Mientras que la madre que perdió a Daniel habla, ella que se lo quitó interviene el mural trasero con un plumón rojo, ladra como perro para representar una figura masculina o abraza un cuerpo supuestamente inerte para darle fuerzas. Cuando es turno de la humilde robachicos de hablar, la madre del desaparecido comienza a bailar como cholo en representación del hombre que constantemente sobaja y violenta a la vendedora de gelatinas. La dirección que Mariana Giménez imprime sobre Casas vacías consigue acentuar la dramaturgia y darles mayor sustancia a las narradoras. A través de un diseño de movimiento escénico que va coloreando las situaciones, al imprimir un tono serio, más no denso a la puesta en escena, y en el constante uso de símbolos abiertos a la interpretación del espectador, como una camisa blanca con un círculo rojo en un costado, Giménez aborda la escenificación desde una teatralidad compleja que se siente perfectamente asequible y que ayuda a que los temas que la narrativa pone sobre la mesa sean fáciles de digerir por más amargos que sean.
“No me importa lo que se diga, es mejor muerto que desaparecido.”
Al inicio de la obra, cada vez que la culpa azota a la madre de Daniel, ella cae desplomada al suelo como si se le hubiera dado un balazo, tal es el peso del dolor que siente; mientras que la madre de Leonel explica como trata de comunicarse con el pequeño autista, su desesperación es perceptible al verse en conflicto con lo que ella creía que sería tener un bebé en casa; a consecuencia de su crisis tras la desaparición de Daniel, la madre se torna violenta, aleja a quienes la han apoyado, a medida que confiesa que prefiere que el niño haya muerto o que mejor ya no aparezca; cuando la realidad de lo que ha hecho la alcanza, la madre de Leonel entra en un estado de negación del que tendrá que salir a golpes cuando lo único que le queda en las manos son unos zapatos vacíos. El complejo reto actoral que implica Casas vacías radica en la capacidad de expresar todas las complejidades, fantasmas, traumas, dolores, anhelos, frustraciones y demás emociones que plagan a estas dos mujeres unidas por el mismo crio. Tanto Mariana Villegas como Paula Watson consiguen a manos llenas este cometido, al mismo tiempo que ponen sus cuerpos al servicio de la visión de su directora. De tal manera, Watson es capaz de dar vida a toda una cruel familia estando de espaldas, parada sobre el volantín, mientras que Villegas se desmorona ante la pared en que metafóricamente se encuentra acorralada. Con esa misma expresividad es que Mariana asume los roles de hija adoptiva, amante o esposo en el mundo de su contraparte.
“¿En dónde comienza un hogar y qué lo conforma?”
La buena sufre, es una mujer abnegada, casi una santa; la mala se arregla su bigote de villana mientras que ríe maquiavélicamente ante la fechoría que acaba de cometer. Así pasa en las telenovelas, en la ficción. En la vida real donde las personas no son siempre completamente buenas o malas, no todo es blanco y negro, hay millones de matices, de tonos de gris que ayudan a entender, nunca a justificar, el por qué se llegan a los extremos de romper la ley. Las desapariciones en nuestro país es un cáncer que nos atormenta, y en cada uno de esos nombres que no volvieron a casa más de una historia que vale la pena escuchar para nunca perder nuestra humanidad.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Casas Vacías
ADAPTACIÓN: Humberto Pérez Mortera basado en la novela de Brenda Navarro.
DIRECCIÓN: Mariana Giménez
ELENCO: Mariana Villegas y Paula Watson
DÓNDE: Foro Shakespeare.
DIRECCIÓN: Zamora 9, Colonia Condesa.
CUÁNDO: Viernes 20:30, Sábado 18:00 y 20:30, y Domingo 18:00 horas. Hasta el 13 de abril 2025.
COSTO: $400. Boletos en taquilla y Boletos | Casas Vacías | SHKSPR & CÍA
DURACIÓN: 100 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Hay un estacionamiento justo a lado.