Entrevista a Fernando Leija, Ni tan chico, ni tan lejos

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Enrique Saavedra

En silencio, sin que medie la palabra, así sucede el juego. Sobre un breve tapete blanco, rectangular, que no precisa ni tiempo ni espacio concreto, dos personas —personajes— se encuentran y, sin más, comienzan una relación estrecha guiada por el juego y delimitada por una cuerda blanca que ha de fungir como centro de las dinámicas que descubren, las cuales se convierten en universos, realidad que juntos proponen ante un auditorio f25ascinado integrado por infancias y, por supuesto, por sus adultos acompañantes. Son dos personas —personajes— que podrían, o no, ser dos niños. Ni tan chico ni tan lejos es el resultado de las amplias exploraciones que Fernando Leija Flores y Alejandro Chávez Flores realizaron para lograr la nueva obra para infancias de su compañía, Flores Teatro Danza.

Es una propuesta que ya tiene un rato presentándose y que ha cambiado mucho: ha tenido tres versiones diferentes. Obviamente ha habido cosas en común, pero han cambiado la música, el vestuario, todo, tres veces. Esta es la definitiva, tardamos en encontrarla, pero ya es esta. Es una obra que nos agarró en un momento de cambio en la compañía, en la manera en la que nos relacionamos Alejandro y yo, además de que fue atravesada por la pandemia. Y el que sean tres versiones tiene que ver con la obra misma, pues principalmente habla sobre la importancia de jugar en compañía y qué es lo que sucede cuando dos personas se encuentran y se ponen a jugar y a compartir universos creativos, de imaginación, de sentimientos, y lo que surge de todo ella. Es una obra que habla de cómo ha sido para Alejandro y para mí encontrarnos creativamente, imaginar posibilidades juntos y nos parecía importante hablar de ello, porque vivimos en un mundo muy individualista y siento que la pandemia hizo algo con respecto al juego y a las infancias: hizo más difícil la posibilidad de encuentro. Lo que queremos es celebrar la posibilidad de jugar en compañía, comenta Fernando, quien a nombre de ambos responde la entrevista.

Fernando recuerda que la primera intuición que tuvieron con respecto al montaje fue que se desarrollaría en un universo campestre, vaquero. Alejandro y yo siempre partimos de intuiciones, no tenemos cosas preconcebidas, entonces lo primero que llegó fue la idea del vaquero y cómo jugar con éste imaginario, cómo replantear lo que hace y no hace un vaquero y también nos importaba hablar sobre la contemplación del espacio natural. La pandemia nos agarró a Alejandro y a mí en entornos naturales, entonces para nosotros ahora es importante el parar y contemplar, por eso hay momentos de la obra que buscan eso.

El proyecto tuvo una primera y apresurada versión gracias al apoyo del PECDA Tamaulipas. La segunda versión, que se presentó en formato virtual durante la etapa de confinamiento mundial, obedeció a los planteamientos que ambos se hicieron para continuar juntos un trabajo profesional que inició hace trece años, cuando ambos eran estudiantes, acompañado de una relación sentimental que en ese momento concluyó: fue un momento de transición y de preguntarnos cómo nos íbamos a encontrar creativamente, si podíamos seguir creando, si podíamos seguir jugando, que es de lo que trata la obra, o ya no. Eso fue importante para la segunda versión, la cual no la pudimos presentar ante las infancias, porque fue grabada en una función medio abierta al público, pero eran puros adultos.

Pasando la época de distanciamiento social, Alejandro y Fernando unieron al equipo a Mauricio Arizona, quien propuso nuevos diseños de vestuario y escenografía y, tras los ajustes al texto, quedó la versión que les resultaba más satisfactoria. Es algo de sensaciones: entendimos que la obra ya hablaba de lo que queríamos, que era personal, pero ya no se trataba de nosotros. Visualmente, teníamos una intuición de lo que queríamos, pero no lo sabíamos con exactitud, así que el encuentro con Mauricio fue definitivo. Y, sobre todo, pudimos probarla ya con infancias y ver qué partes no estaban llegando o no estaban cayendo, sobre todo en la parte de la contemplación.

Flores Teatro Danza, creada en Tampico, Tamps., en 2024 cumplió doce años de trayectoria, durante los cuales Fernando y Alejandro han puesto al servicio de las infancias —aunque también cuentan con propuestas para adultos— su expertise en danza, teatro físico y clown. Obras anteriores como Miedo come todo… sueños al vuelo se han presentado exitosamente en distintas temporadas y festivales en la República Mexicana, España y otros países del mundo. Allí, han comprobado que si bien les es fundamental que su discurso pase hacia las infancias que los ven moverse de un lado al otro del escenario, es innegable la repercusión que logran sus temáticas lúdicas en el público adulto:

A mí lo que me interesa es el hecho de mirar desde la infancia. No se trata de ser niños, sino mirar desde la infancia: el asombro, la maravilla por la simpleza, el disponerse a ver la magia sin que medie un engaño. Nosotros creamos desde ese lugar, no queremos engañar a nadie, ni a las infancias ni a los papás. Sabemos que nuestro público es ese y que hay adultos acompañándolos y por eso metemos cosas: esto va para el adulto, ya sea una canción, un referente. La mayoría de las veces en nuestras propuestas los niños la pasan muy bien, pero muchas veces los que más se mueven en el sentido emocional son los acompañantes adultos, pues se van a la nostalgia y al llanto, cosas que no estamos buscando tanto, pero por ahí les llega el permitirse mirar desde la infancia.

En un tiempo en el que la noción de juego infantil se ha transformado y se concentra en aparatos electrónicos, para Fernando y Alejandro se convierte en columna vertebral de su trabajo el ofrecer a los espectadores un retorno a las formas que siempre han estado y, a juzgar por lo que comparten y demuestran sobre la escena, seguirán allí: Para mí el juego es movimiento, jugar es mover las cosas de lugar y ponerlas en diálogo. Es importante saber que el juego ha cambiado y que si yo quiero jugar con las infancias tengo que estar dispuesto a escuchar cuál es la manera en la que se juega ahora. Jugamos desde la honestidad de decir: este soy yo, esto comparto, esta es la música que me gusta, ¿cómo reaccionas tú? El juego es necesario porque es quitarle seriedad a las cosas, aceptar la vulnerabilidad, aceptar el cambio. Cuando pensamos que el juego es de una manera, o que la niña o el niño es de una manera, o actúa de cierta manera, solo hay que voltear alrededor y darse cuenta que eso ya no existe, ya no se mueven ni expresan así. Una vez que se abandonan las ideas preconcebidas, el juego es un diálogo de escucha y respuesta. Yo trato de jugar lo más que puedo y eso es un reto: es buscar caritas en las cosas, tomar otro camino, escuchar música, es un disponerse y eso es un regalo que nos dan las infancias y si dejamos que nos permeen, el juego sucede.

Tras disfrutar de un espectáculo íntimo y sin palabras, la reacción del público es diversa, pero siempre reconfortante para estos jóvenes creadores escénicos: Hemos acabado funciones y las infancias vienen hacia nosotros y nos abrazan. A veces es una mirada, una calcomanía, un dibujo, nos dan de todo. No siempre son palabras. En las escuelas hay maestras que preguntan a los niños: ¿qué entendieron, qué aprendieron? Y yo no sé qué decir al respecto. Simplemente es un juego. Tú no le preguntas a alguien: ¿qué aprendiste de jugar con tu compañero? Las cosas van cayendo después. Las infancias nos demuestran el afecto y la diversión. A veces los padres son los que más comparten, porque se conmueven más y nos dicen: me acordé de esto o yo de niño jugaba así y se me había olvidado. Y los niños son más de decirnos: ¡nos vemos mañana! o ¡ya somos amigos! o ¡te invito a mi fiesta!

Una fiesta sin palabras. Con algo de música, con una cuerda, sombreros, nubes y dos anfitriones espléndidos, plenos de gestos humorísticos y miradas melancólicas que abarcan no solamente el deseo de juego y libertad de la infancia, sino el recuerdo del adulto y la necesidad de volver a esa etapa, aunque sea por unos minutos, tal vez los que dura la propuesta escénica de Fernando y Alejandro, Ni tan chico, ni tan lejos que se presentará en la 44 Muestra Nacional de Teatro 2024, el sábado 9 de noviembre a las 17:30 en el Centro Municipal de las Artes de La Paz, BCS y el domingo 10 de noviembre a las 17:00 en el Teatro Manuel Márquez de León en Todos Santos, BCS.

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