Juana Ramírez: un espejo barroco de lo contemporáneo
Lupita Gómez
La Organización Teatral de la Universidad Veracruzana (ORTEUV) inauguró la 44 Muestra Nacional de Teatro (MNT) en La Paz, Baja California Sur, con Juana Ramírez, una reinterpretación de Sor Juana Inés de la Cruz, escrita y dirigida por la dramaturga argentina Andrea Garrote. Lejos de ser sólo una biografía histórica, este trabajo escénico entrelaza el México virreinal con nuestro tiempo, para confrontarnos en torno al poder, el conocimiento y la resistencia femenina.
Al igual que Sor Juana desafió las convenciones sociales con sus letras, Garrote y la ORTEUV utilizan el escenario como un campo de excepción, donde el pasado y el presente colisionan en una comedia dramática.
La puesta en escena alude al histórico claustro de las Jerónimas en el siglo XVII, aunque bien podría ser 2024… Inicia con una mañana como tantas, con tres marcos móviles que evocan los retablos barrocos y mesas que sirven como centro de trabajo. Las monjas vestidas con sobrios atuendos —que traen a la memoria a las sufragistas de 1840— empiezan sus labores en medio de los rumores y las últimas noticias de otro convento.
De pronto, Juana Ramírez irrumpe: “¿Acaso no es rezar conocer la naturaleza? Dios está en la naturaleza, Dios es la naturaleza”. La réplica de una religiosa es: “¡Juana, es pecado ser pesada!”. Con esa frase nos percatamos de que no se trata de la típica alabanza; aquí las compañeras de claustro aligeran y humanizan la imagen de la rara avis.
Dentro de la dramaturgia destaca la heterotopía, concepto foucaultiano para hablar de aquellos lugares donde la realidad funciona diferente, donde las relaciones se agolpan y se resignifican. De ahí que Sor Alejandrina contraiga los ojos cuando habla de sus martirios eróticos, que la Madre Superiora ironice sobre el lugar de la mujer en la sociedad, o que se analice el lenguaje inclusivo en un entorno del siglo XVII. De esta manera, el convento se convierte en un microcosmos, donde los conflictos y las reconciliaciones obedecen a una sabiduría empírica y colectiva que sostiene el universo de Ramírez.
El texto logra empalmar épocas conectadas por problemáticas sin tiempo: la supuesta modernidad, el abandono de la naturaleza, las correcciones políticas usadas por “poderosos e ignorantes” y, en especial, la opresión de la mujer. Si bien la historia coloca a Sor Juana en el centro, no sólo se cuenta la vida de la décima musa, también se habla de sus compañeras y “superiores” como una comparsa de vida.
Karem Manzur encarna a una Juana Ramírez alejada del mito: falible, atravesada por inquietudes y deseos. Su interpretación, junto a un prominente elenco, construye un retrato colectivo que se enfrenta a las convenciones sociales desde el placer y la sátira.
Un punto clave de la historia será la relación entre Juana y la virreina María Luisa Manrique de Lara, un vínculo que va más allá de lo intelectual para convertirse en símbolo de autonomía y erotismo femenino, que impulsa a la protagonista a perseverar ante la penuria y el desasosiego.
Asimismo, en el crisol temático destacan la discriminación y el clasismo. Las monjas reproducen el abuso colonial marginando a Iyalí, una mujer indígena que representa la persistencia de la exclusión. Atinadamente, la obra construye este escenario desde lo textual, sin recurrir a la exotización o a los estereotipos físicos. Por si fuera poco, es Juana Ramírez quien percibe en el mundo de Iyalí una posibilidad de liberación: su universo imaginario como alternativa al yugo, una ventana hacia otras formas de existir.
En la recta final, el tratamiento del agua es en especial relevante, pues su escasez y abandono marcarán el cese de la obra. Un recordatorio de que los problemas del México colonial —como la desigualdad, la explotación y la negligencia— persisten en nuestros días.
No obstante, la decisión de presentar a Sor Juana como una mujer de carne y hueso es, quizás, el logro más significativo del montaje. Al humanizar a este símbolo literario y feminista, Garrote nos obliga a enfrentar nuestra tendencia al mito. De ahí la potencia de las últimas líneas que se conjugan con percusiones y luces que evocan el delirio:
—Serás famosa Juana […] Todas tus obras se quemarán […]
—No es lógico que yo quede en la memoria y mi obra olvidada.
—El mundo no es lógico, nunca lo será. Y no será lógico el mundo que vendrá.
La dramaturga demuestra habilidad y conocimiento para entretejer sucesos del México colonial con reflexiones actuales. Sin embargo, esta misma riqueza podría ser su talón de Aquiles: la densidad de las referencias, conjugada con diálogos que emulan la complejidad barroca característica de Sor Juana, generan escenas que reclaman mucha atención por parte del espectadxr, con riesgo de abrumar ante la combinación de recursos, así como los reflejos del presente y pasado.
La puesta en escena nos recuerda que la verdadera herencia de Sor Juana no es su imagen en un billete, sino su incansable búsqueda de conocimiento y su negativa a ser silenciada. Al final, queda la incómoda sensación de que, a pesar de los siglos, seguimos atrapadxs en los mismos debates y luchas, como si la obra pasara la estafeta de la acción a quien presencia el montaje.
Ficha técnica:
Dirección y Dramaturgia – Andrea Garrote
Música original – Federico Marquestó
Diseño de escenografía y vestuario – Mario Marín
Diseño de iluminación – Jesús Giles
Asistente de dirección – Víctor M. Robles y Karina Meneses
Producción – David Ike
Realización de escenografía – Gerardo Alvarado Guillaumin “El Necio” y
Guillermo Camarillo Ramírez
Realización de utilería – Cato Creación y Producciones y Florentino Santiago
Córdova
Entrenamiento actoral – José Acosta Navas
Diseño de imagen gráfica – Guadalupe Marín Burgin
Promoción Y Relaciones Públicas – Laura Andrade
Apoyo logístico – José Luis González
Elenco:
Juana Ramírez – Karem Manzur
Sor Teresita – Gema Muñoz
Sor Alejandrina – Karina Meneses
Sor Feliciana – Tania Hernández
Sor Belilla – Gretel Ortiz
Sor Mercedes – Ruth Vargas
Sor Lisarda – Max Madrigal
Iyalí – Selena Arizmendi
Madre Superiora – Miriam Cházaro
Lizzy, Condesa de Paredes – Katia Lagunes
Padre Antonio Núñez de Miranda – Raúl Pozos
Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla – Carlos Ortega