VENIMOS A VER A NUESTROS AMIGOS GANAR
Para quienes entienden que nada está predeterminado y que ningún color nos define.
VENIMOS A VER A NUESTROS AMIGOS GANAR
“James F. Blake cumple con la ley.”Un hecho tan simple, tan común, como sentarse en un asiento de autobús no tiene ningún significado por sí mismo. Levantar un puño en alto no conlleva ningún mensaje político si se toma fuera de contexto. Una mujer negra que decidió un buen día decirle no a la ley, al quedarse sentada en su asiento, fue el copo de nieve que se convirtió en la avalancha en contra de la segregación. Un atleta australiano blanco perdió toda oportunidad profesional al unirse en solidaridad con sus compañeros medallistas negros, haciendo la señal de Black Power durante su ceremonia de premiación, en las olimpiadas de México 68. Rosa Parks y Peter Norman, una mujer negra nacida en Alabama en 1913 y un corredor olímpico han abofeteado a la humanidad, irónicamente con guante blanco, obligándonos a entender que todos, absolutamente todos, tenemos derechos, obligaciones, sentimos, pensamos, nacemos y morimos, somos humanos.
“Antes de morir fue testigo de las consecuencias de sus actos.”David Jiménez Sánchez escribe y dirige “Venimos a ver a Nuestros Amigos Ganar”, un grito de denuncia en contra de la discriminación, en cualquiera que sea la forma que tome. Separar al mundo por el color de su piel, por su nacionalidad, por su información genética, sirven como punto de partida para combinar una muy ligera línea argumental con un poderosísimo documento informativo sobre la historia del fin de la segregación racial en los Estados Unidos. Desde Alabama hasta Washington, desde un laboratorio en genética hasta las olimpiadas en nuestro país, Jiménez Sánchez ha desbordado su muy clara pasión por el tema en una obra que informa, educa, busca cambiar el mundo.
“¡Está tatuado en sus genes!”Un texto claramente documental e informativo, más que basado en la acción, muy al estilo del dramaturgo Moises Kaufman, requiere necesariamente de un montaje sumamente imaginativo para que resulte atractivo al público. David entiende esto perfectamente y entrega una dirección sólida, de enorme teatralidad, al manipular un escenario de suma sencillez en distintos ambientes que irán desde una humilde casa en medio de los Estados Unidos, a una cancha de fútbol americano, o a la mitad de una manifestación masiva en Washington, con el simple reacomodo de unos cuantos elementos y una muy acertada iluminación. Un homenaje a los Blues Brothers, balones de americano girando sin cesar y unas capuchas blancas son tan sólo algunos de los recursos de los que se vale el director para trasmitir su discurso con enorme énfasis y contundencia.
“Saber lo que somos, y no mejorar, nos vuelve los mayores traidores a la vida.”Claro que nada de esto sería posible sin el talento actoral que respalde toda la propuesta sobre el escenario. Tanto Aldo González como Raúl Villegas se entregan por completo al mensaje de “Venimos a Ver a Nuestros Amigos Ganar”, impresionándonos, no sólo con su capacidad de transformarse en investigadores, atletas, choferes o miembros del Ku Kux Klan, sino también con su cumplir con toda una serie de demandas físicas que exige el montaje, ahora corriendo a toda velocidad sin moverse, ahora bailando una divertida coreografía en perfecta sincronía. Ambos actores consiguen que la visión de escritor y director, nada sencilla por cierto, se potencialice y cobre sentido sobre la escena.
“Quería ser blanca como la luna, como la espuma del mar.”De igual manera, el trabajo musical que se realiza durante “Venimos a Ver a Nuestros Amigos Ganar”, a cargo del increíblemente joven Eduardo Villegas, aumenta tanto el interés como el disfrute de la misma por parte de los espectadores. A momentos solemne y a otros muy divertido, el elemento musical es clave para poder llevar el mensaje de la obra hasta el alma misma de cada uno de los ahí presentes. Debo decir que escuchar cantar a unas pelotas de futbol americano “La Negrita Cucurumbe”, vestidas como miembros del Ku KUx Klan, es uno de los momentos más poderosos que he visto en escena durante esta temporada; algunas personas del público se reían muchísimo, yo encontré la imagen sumamente perturbadora.
“¿Qué importa un puto gen cuando te estás muriendo de hambre?”Rosa Parks, Peter Norman, Malcolm X, John F. Kennedy, Bob Dylan, todos ellos han puesto su granito de arena para que el mundo sea libre de etiquetas, de colores, de ghettos, de campos de concentración, de genocidios. Yo he sido víctima de la discriminación por mis preferencias sexuales; he recibido insultos, me han lanzado basura a la cara y me han tratado como a un ciudadano de segunda clase. También he sido aceptado, amado y respetado por gente de la misma nacionalidad, situación económico-social, religión o creencias políticas de aquellos que me atacaron. Nuestra genética no dictamina odio, no marca a quién se acepta o a quién se rechaza. Eso lo decidimos cada uno de nosotros, cada uno de ustedes.
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