Una gota de Jalisco en La Paz
Mauro Marines
¿Cuánto podemos aspirar a detener el tiempo? ¿Basta con invocar este poder con el cuerpo para desafiar la física? ¿Qué diálogos podemos tener cuando se captura con lentitud la atención de un mundo que se rehúsa a bajar a un mínimo su velocidad?
Significado de caminar una mirada fue una performance que invitó a un ejercicio contemplativo en la evocación de facetas de la realidad jalisciense. Fue ejecutada por el Laboratorio de Creación Jalisco en la 43 Muestra Nacional de Teatro. A la edición 44 de este encuentro en La Paz, Baja California Sur llegó como resultado de un proceso de creación colectiva asesorado por Natasha Barhedia y Beto Ruiz. Integran el laboratorio, en representación de distintos municipios de Jalisco fuera del área metropolitana de Guadalajara, Joana Núñez, Ramiro Daniel Briones Moya, Fátima Vanessa Carrillo Mendoza, Amanda Morales, Servando Yael Ávila Álvarez, Mauri Mariscal y Juan M. Pérez H, quienes plasmaron en esta puesta sus afectos sobre el lugar que habitan y transitan.
El montaje aprovechó un corredor largo, en este caso el muelle de la playa El Coromuel, para crear una distancia considerable entre el público y los performers, quienes por medio de movimientos muy lentos y fluidos se fueron acercando a las gradas de manera paulatina. Los otros, mientras tanto, esperábamos y observábamos con apoyo de unos binoculares prestados por la producción.
El estreno en noviembre de 2023 de esta obra —clasificado como un work in progress— se llevó a cabo en el Centro de Transferencia Multimodal (Cetram) de la capital tapatía, un sitio de concentración de rutas del transporte público, que ofreció como escenario un andén subterráneo flanqueado por gruesas columnas de concreto: un marco que enfocaba la mirada. En contraste, el muelle de Coromuel se abrió al inagotable cielo y al mar en un esplendoroso atardecer. Si bien el barandal y el muelle sirvieron de marco para la mirada, cuando los performers se encontraban alejados del público la inmensidad del lugar los hizo aún más pequeños e imperceptibles. Los binoculares mitigaron este efecto y permitieron enfocar cuadros particulares. No obstante, la decisión de colocar asientos fuera del eje central del recorrido, en ángulos que crearon puntos ciegos, dificultó el disfrute de algunos miembros del público, que dispersaron su atención. En cambio, desde las gradas fue más sencillo seguir la escena, más no en automático, pues la obra demandó el esfuerzo de los presentes para entender sus composiciones. Ralentizados, pero nunca estáticos, los jóvenes compusieron imágenes claras en su evocación y significativas para el contexto jalisciense: la siembra del maíz, una procesión religiosa, una manifestación en reclamo por las personas desaparecidas, un convivio.
Si bien a nivel visual la obra compitió con el paisaje, la producción tuvo el cuidado de elegir un espacio libre de estridentes y aleatorios distractores ambientales. No es que hubiera habido una ausencia total de ruido o movimiento alrededor, pero sí se gozó de la calma suficiente para permitir un concentrado seguimiento. De esta manera también se pudo apreciar el diseño sonoro de Kenji Kishi, que acompañó a la acción de manera especial. Destacó al comienzo de la performance la paráfrasis de la oración inicial de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo: vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal… Con este recurso se enfatizó la migración de los jaliscienses por razones de seguridad y falta de oportunidades, al igual que la búsqueda de personas desaparecidas.
El diálogo con la audiencia y el entorno de un proyecto como el Laboratorio de Creación se ancló en la identidad, el territorio y la identificación de los diferentes contextos y formas de habitarlo. No llegó a La Paz para establecer una relación directa con problemáticas propias de Baja California Sur —o hablarle a su gente— sino para enunciar lo que este grupo de creadores considera relevante de su lugar de origen. Así como Des-Territorios del Laboratorio de Creación Coahuila presentó en Guadalajara el despojo de la industria lechera o lo que implica vivir en un desierto, Significado de caminar una mirada, trajo a la conversación de la 44 MNT y a la audiencia paceña la religiosidad jalisciense y su crisis de violencia. La conversación se movió entre la coincidencia y la diferencia, a partir del reconocimiento de diversas formas de vivir en México.
Como sucedió en la conclusión del proyecto coahuilense y en varias de las obras de esta muestra, quedó claro cuánta falta hace la fiesta ante la adversidad. Acá se derribaron los muros del teatro para invitar al convivio, que llegó como algo inevitable en ese caminar de un extremo al otro del muelle, en el anuncio de su presencia, a su ritmo, para traspasar la última barrera espacial, con el crepúsculo como testigo y la irrupción de una banda norteña y cervezas frías para los asistentes como provocación festiva al final de este encuentro de personas de tantos puntos de México en la orilla del mar.
Ficha Técnica
Creación y performance: Joana Núñez, Ramiro Daniel Briones Moya, Fátima Vanessa Carrillo Mendoza, Amanda Morales, Servando Yael Ávila Álvarez, Mauri Mariscal y Juan M. Pérez H.
Acompañamiento escénico: Natasha Barhedia y Beto Ruiz
Diseño sonoro: Kenji Kishi
Coordinación de vestuario: Héctor Jiménez
Producción operativa: Katia Jiménez Alcalá
Producción ejecutiva: Paula Hernández / Secretaría de Cultura Jalisco / Coordinación Nacional de Teatro