Un teatro que explora la dialéctica platónica

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Un teatro que explora la dialéctica platónica

Fernando Martín Velazco

…entre los objetos de la sensación, los hay que no invitan a la inteligencia a examinarlos, por ser ya suficientemente juzgados por los sentidos; y otros, en cambio, que la invitan insistentemente, porque los sentidos no dan nada aceptable.

La República, Platón

Al entreabrirse el telón rojo la sala se llena de un humo que se desliza entre las butacas, irrumpe en los olores, en el gusto de quienes comen palomitas de maíz, en los ojos irritados de quienes lagrimean. Algunos miembros del público comienzan a toser. Desde esa pequeña rendija que crea el telón entreabierto, observamos la presentación musical, en tono de comedia, de los cuatro personajes de La Caverna. Segunda parte de La trilogía del Absurdo.

Esta introducción, sumada al mecanismo de presentación de personajes —salidas estruendosas con aplausos grabados— nos remitirá en formato y en tono al teatro de carpa tan popular en México durante la primera mitad del siglo XX y que ha dado lugar al teatro cómico de nuestros días. En concreto, la obra hace uso de códigos y convenciones del teatro cómico popular de Nuevo León, estado del que proviene la compañía El Origen. Sin embargo, la dramaturgia repleta de digresiones, citas literarias y filosóficas, además de descarnadas alegorías, nos hará entender que nos hallamos ante una propuesta con un referente más claro en las Danzas Macabras de la Edad Media.

El argumento circular de la obra se enmarca en el contexto de una guerra contra los zancudos. Primitivo, Felicitas, Esperanza y Demián —personajes alegóricos al estilo de las sátiras medievales antes mencionadas—, habitan una pequeña cabaña de madera ubicada en un espacio oscuro; que bien podría ser metáfora del mundo o del mismo teatro en el que nos encontramos. Durante la función, a través de un transmisor de radio, reciben noticias de una voz omnipotente, la cual, además de dar indicaciones, anuncia los cambios de temporada y la disponibilidad de alimentos. A partir de situaciones que abordan el absurdo como concepto, los personajes reaccionan a los estímulos y se ven arrojados a una condición aleatoria de encierro y de duda.

En ese arco se despliega un mecanismo teatral basado en citas e intertextos, que incluye a los Evangelios cristianos, fragmentos de El Príncipe de Maquiavelo, sueños famosos de la historia universal y hasta el mensaje de Carlos Celdrán con motivo del Día Mundial del Teatro. Nada humano me es motivo de seriedad, pareciera afirmar este juego hilarante en el que nos incluyen. Hay momentos en que incluso el propio mecanismo teatral se subvierte para romper la cuarta pared e integrar en su juego de capas al público y a los técnicos del teatro: si ves al público apagado, ponle aplausos.

La obra se apropia de la alegoría de la caverna de Platón con gran originalidad. En lugar de replicar los planteamientos de Sócrates a Glaucón en La República, como diálogo, La Caverna genera un dispositivo que nos somete a estímulos sensoriales como parte del mecanismo metaficcional. De esta forma nuestras reacciones son inducidas, en ocasiones llevándonos al límite de nuestra propia moralidad.

Uno de los momentos más hilarantes ocurre cuando Primitivo (interpretado por Juanluna Maldonado) reproduce los discursos de personajes estrambóticos de la política contemporánea, al tiempo que realiza una coreografía con gran despliegue físico, lo cual es aplaudido fervientemente por un público estimulado por los aplausos pregrabados, la música estruendosa y un gran derroche físico del actor. En algún momento, el personaje detiene su discurso para increpar a un asistente a la función: “¿Me están censurando?”, una estrategia retórica para continuar su discurso abiertamente racista, misógino y clasista. La escenificación, más allá de su provocativo tono, inquieta por la forma en que a través de los estímulos logra manipular a los espectadores. Esta manipulación es abierta y deliberada, y sin embargo difícil de resistir. Los personajes, interpretados con dominio y gracia, contribuyen a este juego seductor. Al hacer uso de elementos de técnica teatral y parateatral en un tono aparentemente absurdo e inocente, la obra nos sorprende con su crudeza, nos implica en situaciones absurdas, pero no por ello faltas de seducción.

Esta forma de composición escénica, que parte de un trabajo de creación colectiva, se relaciona con el lenguaje de El Origen Teatro, compañía dirigida por Luis Escalante. La Caverna es la segunda parte de la Trilogía del Absurdo, y su acercamiento proviene de la formación de Escalante en el Teatro de los Sentidos, desarrollado por el antropólogo Enrique Vargas. El Teatro de los Sentidos planteaba, más allá de una construcción dramática o conceptual, obras edificadas a partir de estímulos sensoriales en el marco de una teatralidad inmersiva. En este caso, La Caverna representa una evolución de ese lenguaje al incluirnos en un dispositivo teatral que constantemente nos recuerda que formamos parte de su escenificación. De esta manera, el montaje utiliza su propia técnica para cuestionarla: ¿de qué forma nuestros sentidos nos engañan? ¿hasta qué punto somos manipulados por el efecto de estos?

En algún punto irrumpe la amenaza: hay fuego en escena. Este recurso, que me remitió a las Prácticas del Incendio —que en 2015 generaban colectivos escénicos tamaulipecos a partir de la noción de riesgo en entornos de violencia estructural—, me llevó a preguntarme: ¿Es ese fuego ardiendo en escena un riesgo, una ilusión o la alegoría de otros incendios que nuestros sentidos han neutralizado? Esta liminalidad aparente y controlada lleva una implicación desafiante y metafísica: La Caverna nos incluye. Al igual que los personajes, nosotros tampoco podemos salir de ella. ¿O acaso hacerlo implicaría el fin de la experiencia sensible?

Ficha técnica

Una trilogía de Luis Escalante
Creación colectiva

Dramaturgia: Dante Vargas y Luis Escalante
Dirección: Luis Escalante

Elenco: Yesenia López, Juanluna Maldonado, Aglaé Lingow y Santiago Jaramillo
Espacio escenográfico: Luis Escalante y Dante Vargas
Productor general: Arturo Horacio Cueto
Productora ejecutiva: Marlene Danhlí
Voz en off: Rafael Blásquez
Iluminación: Luis Escalante y Marlene Danhlí
Arte: Mariana Torres
Diseño de vestuario: Eva Méndez

Asistente de dirección: Edgar M. Vega
Asistente de producción y audio: Cynthia Rangel

Asistente de producción e iluminación: Monserrat Granados
Realización de escenografía: Hugo Silva
Enlace de producción y coordinador de logística: Dante Vargas

Monólogo Esperanza: Autoría Aglae Lingow
Monólogo Felicitas: Autoría Yesenia López

Monólogo Demián: Autoría Juanluna Maldonado
Textos Escaleras: Creación colectiva

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