ÚLTIMAS ALUCINACIONES DE UN HOMBRE MUERTO
Para quienes quieren adentrarse en los últimos pensamientos de un alma miserable.
ÚLTIMAS ALUCINACIONES DE UN HOMBRE MUERTO
Por Juan Carlos Araujo
La noche es cada vez más oscura, más fría, a medida que ella se acerca. Las últimas inhalaciones y exhalaciones que producirán sus cansados pulmones, totalmente impregnadas por el vaho que produce su único y fiel compañero se perderán en la inmensidad de la soledad que sólo se puede encontrar cuando uno está recostado en alguna calle anónima de la inmensa ciudad. El último abrazo que recibirá no vendrá de los cansados brazos de alguna mercader de placer, menos aún de la madre a quien abandonó hace tanto tiempo. No, ese dulce refugio de calor final vendrá envuelto en periódico y será ahí, en medio de la nada, siendo él menos que nada, que las alas negras de la muerte lo habrán de tomar y entre todos los recuerdos perdidos de una mente obnubilada es que por fin llegará el descanso, la paz.
“Un día simplemente aparecí en la calle.”Samuel Beckett ha entrado al panteón de los más grandes dramaturgos en la historia gracias a su obra maestra “Esperando a Godot”. Sin embargo, el autor irlandés cuenta con un acervo literario mucho más amplio, como su muy discutida y controversial novela “Molloy”, de donde toma inspiración Carlos Talancón para escribir y dirigir “Últimas Alucinaciones de un Hombre Muerto”. Tomando como base el monólogo interno del personaje titular de la novela de Beckett, Talancón nos adentra de forma dura y amarga a los recovecos más oscuros que habitan en la mente de un indigente, para ofrecer a los asistentes un vistazo, tan sólo una probadita, de lo que significa no tener un lugar para poder descansar la cabeza, más allá de la dura y fría piedra que conforma el pavimento de la calle.
“Señor, no puede estar así en la vía pública.”Tino alguna vez tuvo casa, una familia, alguien que lo quería y lo respetaba, alguien que creía en él. ¿Cuándo fue? Eso ya no es importante o relevante, pero existió. Ahora, su casa es la calle, su consuelo es un ánfora con alcohol y su única compañía son los recuerdos trastocados de un pasado que cada vez se desdibuja más a medida que su camino por esta existencia comienza a marchitarse. El texto de Carlos Talancón es interesante, en la medida que combina diferentes estilos para dar mayor dimensión al protagonista de este casi monólogo y ofrecer una más completa visión de una trágica realidad. “Últimas Alucinaciones de un Hombre Muerto” cuenta con momentos sumamente patéticos y dramáticos, como se aprecia en diversos enfrentamientos con una sociedad que lo rechaza, le rehúye y abusa de su condición. Otros, podrían incluso llegar a ser poéticos, como un encuentro verdaderamente exquisito entre él y una prostituta. Todo esto se verá contrastado con escenas casi burdas de humor que podrán resultar muy divertidas para muchos espectadores, respiros que se agradecen dentro de una obra sumamente oscura, o desconcertantes para otros, al salirse por completo de lo que pareciera ser el tono general del texto. Sin embargo, tomado como un total, el esfuerzo dramatúrgico de Talancón alcanza resultados verdaderamente positivos, ya que de verdad consigue capturar la esencia irreverente, absurda, desquiciante y ridícula de la situación que puede vivir una persona que llama a la banqueta su hogar.
“¡Todos me deben una moneda!”Como propuesta escénica, la dirección de Carlos Talancón es igualmente interesante al plantar a los asistentes a no más de dos metros de distancia de este vagabundo, provocando una cercanía e intimidad que la mayoría no desearía tener, mientras que sus recuerdos, sus alucinaciones, todos aquellas personas que desean irrumpir en su soledad, transitan libremente alrededor nuestro convirtiendo a cada uno de los asistentes en un producto más de la imaginación de este hombre cercano a morir. Un trabajo muy acertado de iluminación por parte de Víctor Rivera y un panel deslizante como parte de la escenografía funcionan tanto para fortalecer el texto como para crear imágenes de gran teatralidad. Aun cuando el ritmo de la obra se debe amarrar mejor para adquirir mayor contundencia, y ciertas decisiones en cuanto a dirección de actores me resulten absolutamente inteligibles, “Últimas Alucinaciones de un Hombre Muerto” es un trabajo que se sostiene de manera efectiva, que logra transmitir y provocar diferentes sensaciones tanto por las palabras que se dicen como por la manera en que ha sido escenificado.
“Mi destino era no tener destino.”Nada de todo lo anterior sería posible sin un trabajo actoral para respaldarlo, y esta responsabilidad cae en manos de Javier Sánchez, quien se encarga de dar vida a este lamentable ser humano, despojado de toda dignidad humana. Tanto atemorizante, patético, entrañable, grotesco, gracioso y detestable, Sánchez consigue sostener el montaje entero con una interpretación bien alcanzada, que atrapa al público desde un inicio, para hacernos parte de su tan lamentable situación. Interactuando con él, en segundo plano, se encuentran Marco Vidal, Erandi Tuero y Víctor Rivera, quienes se encargan de todos los personajes secundarios alrededor de este indigente, con resultados un tanto dispares y variantes. Sin embargo, el trabajo que realiza Marco Vidal como una prostituta que deambula los recuerdos de quien está próximo a morir me resultó, sin duda, la escena más memorable de todo el montaje.
Cada día que pasa, cada hora, minuto, segundo que transcurre nos acerca a nuestro ineludible final. Mientras que algunos encontraremos la paz y el descanso eterno en alguna cama de hospital, en la comodidad de nuestro propio hogar, o tal vez inesperadamente durante el día laboral frente a un monitor dentro de un cubículo de alguna empresa, hay muchos otros seres invisibles para la sociedad que reciben el beso frío de la muerte en la calle, entre bolsas de basura, cubiertos de periódico, con hambre y con frío. ¿Cuáles son los pensamientos que aparecen en la mente de uno cuando la Parca nos mira a los ojos y nos invita a seguirla? Quienes tienen la respuesta no están ya aquí para decirlo. Algún día tú, yo, todos nosotros, tendremos la respuesta y les aseguro que no vendrá dentro de una bolsa Louis Vuitton o Carolina Herrera.
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