TODOS ERAN MIS HIJOS

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Para quienes desean enfrentarse a una tragedia moderna donde se libra una guerra entre la ambición, la lealtad y la familia.

TODOS ERAN MIS HIJOS

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Luis Quiroz

“¿Cuál es la tragedia de hoy?”

Han pasado más de 4 años desde que Larry desapareció en servicio durante la Segunda Guerra Mundial. Su familia ha sembrado un manzano en su memoria, pero sus ramas caen, al igual que lo harán las mentiras que sus padres han tenido que crearse para ocultar una estremecedora verdad que aun los tortura.  Los vecinos escuchan desde sus casas, un hijo quisiera encontrar el amor en una hermosa mujer que no alcanzó a ser viuda, y una llamada telefónica será el detonador para que una bomba estalle en los confines de este jardín, en el corazón una madre que no se permite dejar el luto, en la mente un padre que argumentará hasta las últimas consecuencias que todo lo que ha hecho en su vida fue por amor a su familia.

“Ignoro lo que tengo que ignorar.”

El duelo eterno ante la desaparición de un hijo, la imperante necesidad de seguir adelante luego de una tragedia que marcó a toda una familia, lealtades corrompidas por la ambición, y los mecanismos que las personas desarrollan para cegarse ante la más monstruosa de las verdades son algunos de los temas que Arthur Miller construye en su obra de 1946 “Todos Eran mis Hijos”. Considerado como uno de los dramaturgos más importantes del realismo norteamericano de mediados del siglo XX, Miller escribió esta tragedia moderna basándose en hechos reales alrededor de un hombre que sacó provecho durante la Segunda Guerra Mundial vendiendo material defectuoso para la fabricación de aviones militares. El resultado es un potente drama desarrollado a lo largo de tres actos que no sólo presenta la disfunción de una familia desde las ópticas de sus miembros y los vecinos a su alrededor, también muestra la manera en que la culpa es capaz de traer justicia ante una incuestionable verdad.




“Es casi imposible que alguien muera en su día favorable.”

Annie, quien fuera la novia del desaparecido Larry, ha llegado a la casa de los Keller. El verdadero propósito detrás de su visita es formalizar su relación con Chris, hermano de Larry, aun cuando es necesario manejar esa información con sumo cuidado para no alterar a Kate, quien no ha podido superar la ausencia de su hijo. A medida que los secretos van saliendo a flote, incluyendo la realidad detrás del encarcelamiento del padre de Annie, lo que parecía ser una feliz visita se tornará en un hoyo negro que absorberá por completo la luz en todos los miembros de la familia, permitiendo así que en la oscuridad todos vean con absoluta claridad la verdad. La construcción dramática que Miller desarrolla en “Todos Eran mis Hijos” se basa en el cuidadoso manejo de la información. De tal manera, a lo largo de toda la trama se van revelando poco a poco datos que van redefiniendo a los personajes, las relaciones entre ellos, y dejan en claro sus vicios de carácter, permitiendo al público asombrarse e ir sacando sus propias conclusiones. Sin embargo, dentro de esta construcción, se esconde una tradicional tragedia que sigue el modelo griego en la que un personaje llegará a la anagnórisis, toma de conciencia, y su eventual caída. Es en este último punto que se revela la verdadera genialidad detrás de la pluma de un autor que brilla junto a otros exponentes de su época como lo fueron Eugene O’Neill, Tennessee Williams y Edward Albee.

“Eso es lo que hace la guerra, cambia todos los pronósticos.”

El escenario es a cuatro frentes. Alrededor del mismo, los actores que no están participando en escena se encuentran sentados, aun cuando están reaccionando a lo que sucede si es que resulta pertinente. El tono establecido para la puesta en escena es de entero realismo, aun cuando la escenografía haga uso de ciertos simbolismos, como lo es una rama seca caída del manzano que se plantó en memoria de Larry. La iluminación es brillante al inicio de la obra, reflejando el sol de la mañana de un domingo cualquiera, misma que se irá atenuando hasta quedar en las penumbras, casi a la luz de velas, reflejo de la oscuridad que cae sobre la familia. La dirección de Diego del Río en “Todos Eran Mis Hijos” sigue la misma rúbrica que el creador ha establecido en múltiples montajes anteriores, haciendo uso de un mínimo de elementos escenográficos, manteniendo al elenco siempre presente en la escena y apostando por una actoralidad que parta de la honestidad emocional. Dicha decisión del también traductor y adaptador, consigue poner el foco en la narrativa de Miller, obliga la atención del espectador sobre los actores, y consigue una puesta en escena sólida, gracias también al trabajo de Isabel Becerril en el diseño de escenografía, iluminación y vestuario.




“Al final uno negocia con la realidad.”

Al momento en que el nombre de Larry aparece, su madre se desborda en dolor, incapaz de manejar aun la pérdida a pesar de que ya han pasado más de cuatro años desde su desaparición durante la guerra. Esta brutal muestra de pena es recibida por su familia con paciencia, un emotivo abrazo, pero también con cierto agotamiento. Por su parte, el aparentemente estoico padre es testigo de cómo su armadura emocional se resquebraja paso a paso a medida que se tiene que enfrentar con su pasado y las consecuencias de sus decisiones. Alrededor de estas cabezas de familia, vecinos, hijo y nuera tratan de continuar con sus vidas de la mejor manera posible. El elenco de “Todos Eran Mis Hijos» está conformado por Arcelia Ramírez, Pepe del Río, Gonzalo de Esesarte, Ana Guzmán Quintero, Eugenio Rubio, Angélica Bauter, Evan Regueira, Fabiola Villalpando y Nicolás Pinto. Siendo este montaje su ópera prima, se destaca el trabajo de Gonzalo de Esesarte quien consigue capturar la complejidad del personaje de Chris a manos llenas. El resto del elenco consigue resultados solventes, aun cuando no todos alcanzan el verdadero realismo que la obra demanda, cayendo en las trampas del melodrama.

“¿Por qué yo soy el malo?”

Al momento de poner en escena una obra de realismo norteamericano, escrita hace más de 60 años, y con una duración de 3 horas, surge la reflexión alrededor de su pertinencia en 2023. En un país donde miles de familias sufren a causa de la desaparición de seres queridos, no a causa de la guerra, sino por la violencia desmedida que rige México, y donde la ambición sin límites ha hundido el territorio nacional en la más pantanosa de las corrupciones, “Todos Eran Mis Hijos” se demuestra como una dramaturgia necesaria, relevante y urgente en nuestros días, comprobando una vez más que la dramaturgia de Arthur Miller resiste el paso del tiempo y encuentra aún público capaz de admirar su genialidad.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Todos Eran mis Hijos

DRAMATURGIA: Arthur Miller

TRADUCCIÓN Y DIRECCIÓN: Diego del Río

ELENCO: Arcelia Ramírez, Pepe del Río, Gonzalo de Esesarte, Ana Guzmán Quintero, Eugenio Rubio, Angélica Bauter, Evan Regueira, Fabiola Villalpando y Nicolás Pinto.

DÓNDE: Foro La Gruta dentro del Centro Cultural Helénico.

DIRECCIÓN: Avenida Revolución 1500, Guadalupe Inn.

CUÁNDO: Lunes y Martes 20:00 horas. Hasta el 19 de septiembre 2023.

COSTO: $310. Boletos en taquilla y Teatro Helénico (comprarboletos.com)

DURACIÓN: 180 minutos con un intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento y valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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