ROSY

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Para quienes desean conocer a una Robin Hood de la comida con una imperativa denuncia social.

ROSY

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“Los frijoles aguados me parten el corazón.”

El hambre de los niños en la Escuela de Tiempo Compartido Margarita Maza de Juárez le parte el alma a Rosy, más aún cuando las bolsas negras que ella misma tira a la basura, que salen de la lujosa casa donde ella trabaja como sirvienta, van repletas de comida desperdiciada. Luchando contra un sistema hipócrita y corrupto, teniendo que lidiar con las descontroladas hormonas de su ingobernable hija, y encontrando la oportunidad perfecta para hacer justicia con ayuda de una bebida adulterada, una mujer harta de las injusticias de un sistema podrido se asegurará de que nunca más falte alimento en los platos de quienes menos tienen la culpa de la inequidad social… desde el minúsculo cuarto que su tan generosa patrona le otorga.

“Aquí sobrando y allá faltando.”

El hambre que sufren millones de niños en Brasil, producto en parte por la malversación de fondos públicos, las incongruencias políticas que llevan a un funcionario del gobierno a juzgar a una mujer por conseguir comida para los alumnos de la escuela donde trabaja, aun cuando su puesto no fue conseguido de una manera propiamente lícita, incluso la manera en que la misma arquitectura marca las brechas entre clases sociales, a través de la presencia de un dormitorio de dimensiones irrisorias en el interior de una casona, son algunos de los temas que denuncia con fervor “Rosy, obra de la reconocida dramaturga brasileña Cecilia Ripoll. Haciendo uso de la narraturgia para construir lo que se ha llamado como una fábula moderna, la autora tiene una evidente denuncia social que hacer, misma que antepone a la historia. Como se puede percibir en una larga discusión entre el nuevo director de la escuela y la protagonista, a raíz de la comida que ella consigue por modos moralmente cuestionables, la anécdota se opaca, queda en segundo plano, incluso percibiéndose más como una mera excusa para realizar la protesta.




“¿Salmón en una escuela pública?”

La muy feroz hija de Rosy y el muy introvertido y aniñado hijo de la patrona están desarrollando una relación personal más producto de la hormona que de afinidad de caracteres; la patrona de Rosy tendrá una cena de suma importancia con unos funcionarios públicos en vías de cerrar un trato que cambiaría el curso de los negocios de su marido; iracundo por las amenazas veladas que Rosy le ha hecho, el director de la escuela hace una llamada que podría poner en peligro todos los planes de la justiciera social. Haciendo uso de personajes que a momentos rayan en lo intencionalmente caricaturesco o satírico, y de chistes escatológicos que apelan a la más burda comedia, “Rosy” abre toda una serie de líneas argumentales que se encuentran enteramente al servicio de la ya mencionada denuncia social, y muchas de ellas terminan sin ser propiamente resueltas. Ciertamente, dada la naturaleza melodramática de la dramaturgia, el humor de retrete, y la fácil capacidad de conectar con una protagonista con claros tintes de Robin Hood, una buena parte de la audiencia será capaz de encontrar disfrute en una historia que apela al sueño de cobrar venganza contra la corrupción, problema que es tan grave tanto en Brasil como en nuestro país.

“Nunca aprendí que delatar era malo.”

Los alumnos de la escuela bailan al ritmo de cucharas que crean una canción que han inventado aludiendo a la comida que Rosy ha traído ese día, sobre una tarima que cuenta con cuatro recuadros de acrílico que a momentos se iluminan; el resto de la escenografía son dos paneles grises esquinados, de donde se abren paneles y puertas ocultas para revelar el cuarto de Rosy, una ventana hacia la cocina en la casa de Doña Celina, o las ventilas de un baño donde un corrupto diputado entenderá el verdadero valor del papel de baño. Apoyado por un equipo creativo que incluye a Víctor Zapatero en la iluminación, Patricia Gutiérrez Arriaga en la escenografía, y la música original de Ian Reta, el director Alejandro Velis intensifica tanto los elementos fantásticos inherentes de la dramaturgia como su denuncia. No obstante, dado que la obra gira en torno al desperdicio de comida, resulta desconcertante, incluso contradictorio, que la puesta en escena utilice comida real como un pastel, algunas verduras, e incluso carne molida cruda a manera de utilería. Esta última decisión independientemente del destino final de dicha comida, abre toda una serie de preguntas sobre la manera en que discurso y ejecución deben de ir de la mano con la coherencia.




“¿Dar de comer a quien tiene hambre es un error?”

María Juliana, hija de Rosy, ha crecido gran parte de su vida encerrada en un diminuto cuarto, en medio de una opulencia a la que no tiene acceso. Cuando sale de dicho entorno, se encuentra con carencias aberrantes, resultando en una feral agresividad que se expresa en contra de un preadolescente asmático que no entiende que subirse al London Eye no es lo mismo que a la rueda de la fortuna de una kermés de barrio. Por su parte, Rosy, quien se ha presentado todo el tiempo como una mujer afable y servicial, muestra el fuego amenazante en su mirada al dejarle en claro al director de la escuela que de ninguna manera permitirá que interfiera con sus planes de traer comida a los niños de la escuela. El punto donde “Rosy” encuentra terreno solido es en su elenco. Tanto Teté Espinoza, desorbitando los ojos mientras blande un cuchillo para picar cebolla o para amenazar a quien considera su enemigo,  como Antón Araiza, quien construye un personaje desde detalles tan precisos como su respirar, sacan a relucir sus capacidades de transformación interpretativa como los polos opuestos de la adolescencia en dos interpretaciones dignas de admiración y ovación. Por su parte, Conchi León opera desde un lugar mucho más contenido, sus emociones mostrándose a cuentagotas, salvo cuando se convierte en una antihéroe dispuesta a sacar las garras por conseguir sus fines. El elenco lo completan Juan Cabello, Muriel Ricard y Romanni Villicaña.

“No puedo dar batalla con una olla vacía.”

“Rosy” de Cecilia Ripoll, bajo la dirección de Alejandro Velis, y con las actuaciones de Conchi León, Antón Araiza, Teté Espinoza, Juan Cabello, Muriel Ricard y Romanni Villicaña se presenta de viernes a domingo en el Foro Lucerna hasta el 26 de Noviembre de 2023. El proyecto cuenta con el apoye del estímulo fiscal EFIARTES.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Rosy

DRAMATURGIA: Cecilia Ripoll

DIRECCIÓN: Alejandro Velis

ELENCO: Conchi León, Antón Araiza, Teté Espinoza, Juan Cabello, Muriel Ricard y Romanni Villicaña.

DÓNDE: Foro Lucerna

DIRECCIÓN: Lucerna 64, Colonia Juárez.

CUÁNDO: Viernes 20:30, Sábado 19:00, Domingo 18:00 horas. Hasta el 26 de Noviembre 2023.

COSTO: $350. Disponibles en taquilla y Boletos para Rosy | Detalle de fechas para Más Teatro y Culturales | Ticketmaster MX

DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: Cuenta con valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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