POSTAL DE MAR
Para quienes buscan liberarse del exceso de equipaje que representan el abandono y el apego.
POSTAL DE MAR
“Esto no tiene sentido, tú te querías ir y yo no quería estar sola.”María de Soledad Bravo Guimaraes ha regresado de sus tan ansiadas vacaciones: ocho días de descanso en un hotel “all inclusive”. Ahora, en el aeropuerto, Soledad comienza a desesperar y a estar fuera de sí al descubrir que su maleta no ha llegado con ella. Una serie de preguntas se desencadenan en la mente de Chole mientras desesperadamente intenta recuperar recuerdos perdidos. ¿Dónde están mis cosas? Mi blusa de lino, mi traje de baño… ¡ay no! ¡Mi crema de los ojos! ¡Todos mis recuerdos! ¿Los souvenirs para los de la oficina? ¿Todas las postales que compré y que no mandé?… Esto sólo es la punta del iceberg, ¿realmente lo que le angustia es no tener la maleta con sus cosas? ¿Hay un trasfondo detrás de estas pérdidas materiales? Esa insistencia por recuperar una maleta se pervierte en un afán por no sentirse sola, abandonada y extraviada en el camino de la vida. ¿Cómo quitarse de encima la incertidumbre, dejar de un lado la angustia u olvidarse de la tristeza? ¿Cómo entender lo que ha sucedido sin que nadie le preguntara o pidiera su autorización? ¿Acaso simplemente debe aceptar que ya se fue, que ya no está?
La dramaturga Itziar Pascual presenta en “Postal de Mar” una agradable comedia de situaciones donde se muestra una anécdota que cualquier viajero puede llegar a vivir en algún momento de su vida: esa terrible sensación de impotencia, asombro, enojo e incredulidad al estar parado esperando a que llegue la maleta, mientras se ven pasar una tras otra tras otra… mientras que la propia no llega. A través del desgaste emocional que se sufre con los trámites burocráticos de la aerolínea y las horas que se pierden en simplemente esperar es que llega la risa como elemento catártico que nos permite ver lo ridículo y cómico de la situación, aun cuando para el agraviado no es otra cosa que el verdadero fin del mundo. Sin embargo, el texto no se queda en la situación trivial de la anécdota. “Postal de Mar” es una profunda reflexión de la naturaleza humana hacia su relación con las cosas materiales y hacia otras personas, la fuerte cadena entre el apego a algo o a alguien con la propia existencia y la difícil transición de aprender a soltar las cosas, a dejar ir.
“Todo lo que tiene esa maleta tiene valor para mi.”Pasar a la ventanilla de atención, luego a la sala de espera, de ahí al almacén y de nuevo repetir el mismo recorrido, son el perfecto marco para que el personaje vaya revelando distintas etapas de su personalidad a medida que cae en cuenta de la catástrofe en la que se encuentra.La dirección que Óscar Rojas imprime a “Postal de Mar” logra darle vida a todos estos distintos momentos por los que Soledad tiene que pasar de manera adecuada, haciendo uso de todos los elementos a su alcance. Cajas, sillas, bicicletas y maletas son buenos elementos de apoyo que se unen a sonido, iluminación, musicalización y escenografía para certeramente reflejar el caos dentro de la mente de Soledad.
La magia de “Postal de Mar” radica en presenciar un monólogo donde uno se olvida de tener una sola actriz en escena. El trabajo actoral que Adriana Kosh le imprime a Chole es verdaderamente extraordinario al presentar a toda una serie de personajes en escena, su madre incluida, de una manera fresca y tan natural que pareciera como si uno estuviera con una gran amiga mientras cuenta lo que le sucedió en su regreso del viaje.
“No quiero volver sola a mi casa, sino con las cosas que hacen que mi vida sea un poco más mía.”¿Cuántas maletas hemos de extraviar en nuestra vida? ¿Cuántas recuperaremos íntegras? ¿Cuántas simplemente desaparecerán? “Postal de Mar” nos muestra cómo en ocasiones no logramos entender por qué razón o motivo estamos viviendo una situación determinada, sobre todo en un contexto desfavorable o totalmente fuera de nuestro control. Soledad –acaso una manera elegante de llamar a nuestra propia mente- entra en un serio conflicto que genera juicios, culpa, cuestionamientos e interpretaciones al, literalmente, transformarse en un mar de pensamientos que circulan a un ritmo acelerado y que parece nunca van a ceder.
“En mi maleta no hay joyas preciosas… en mi maleta sólo estoy yo.”“Postal de Mar” es una obra que me mostró nuevamente que no somos dueños de todo lo que sucede, pero definitivamente sí de cómo reaccionamos frente a ello, de lo que retenemos y de lo que soltamos. Es un hecho que no existen pastillas, pases mágicos, o fórmulas científicas para de la noche a la mañana dejar de sentir, particularmente en los momentos dolorosos de la existencia. Pero soy ferviente creyente que hay procesos que nos pueden ahorrar mucho tiempo de dolor para poder acceder a la paz, a la calma espiritual, al equilibrio de la tranquilidad emocional. La maleta con la que yo viajo, tiene personas, situaciones y muchos recuerdos que ya cumplieron su misión o su ciclo en mi vida y que me dejaron regalos importantes de aprendizaje, lo que la hace ligera y no me pesa. “Postal de Mar” es una experiencia que se atesorará en mi maleta de viaje.
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