PARKOUR
Para quienes se atreven a atestiguar un colapso mental en línea recta y sin parar.
PARKOUR
“Ser pesimista es el primer paso para ser sensato.”
En las noticias de reporta un choque que involucró a dos vehículos y unas naranjas. En esta ciudad todos los días hay accidentes y pareciera que a nadie le importa. A él sí, le importa y mucho. Mientras el mundo se colapsa allá afuera, un exvendedor de boletos de avión está encerrado en su departamento desde hace tiempo, cuánto no está seguro. Dejó su trabajo, abandonó todo lo que le importaba, y no piensa salir. Está enojado, no encuentra sentido a la vida y, por supuesto, ha bebido de más. Pareciera ser un amargado más, uno de tantos que habitan la metrópoli; la realidad es mucho más dolorosa, pero para descubrir la verdad se tiene que seguir una línea recta y sin parar.
“Correr en línea recta es lo más sensato que nos queda en estos días.”
Desarrollado originalmente en Francia como una disciplina de entrenamiento militar haciendo uso de pistas de obstáculos, el parkour se ha transformado en un deporte extremo urbano donde se debe correr de un punto a otro en línea recta de la manera más sencilla y eficiente posible, adaptándose a las exigencias del entorno con la sola ayuda de su cuerpo. Esta práctica sirve como eje central y detonador de “Parkour”, un poderoso monólogo ganador en 2008 de la XIII Muestra de Dramaturgia Nacional en Chile escrito por el dramaturgo Eduardo Pavez Goye. En él, se presenta la manera en que un hombre recluido en su departamento bajo condiciones lamentables trata de lidiar con el colapso mental que está sufriendo debido a un trágico incidente, todo desde la perspectiva de tan audaz deporte.
“Dos paralelas jamás podrán cruzar camino.”
Un mundo que es percibido como lleno de idiotas, viajeros exasperantes que desean verdaderos imposibles en sus pasajes aéreos, compañeros de la universidad que han logrado el éxito de distintas maneras y una soledad profunda imposible de solucionar. En una lectura primaria y superficial, “Parkour” podría ser percibida como una mera perorata cínica y amarga en voz de un hombre que crítica la sociedad que vive. No obstante, en capas mucho más profundas que se revelan de manera sutil, pero potentes por parte del autor, el monólogo es una verdadera tesis sobre la manera en que el ser humano lidia con el dolor cuando éste lo sobrepasa. Las quejas constantes tienen una razón de ser, el ácido cinismo no es gratuito, todo ello proviene de un alma destrozada por un hecho fortuito y sin sentido, de una sociedad que es capaz de robar los contenidos de una cartera antes de llamar para pedir ayuda. De esa manera, el trabajo de Pavez Goye es contundente en su mensaje, arrebatador en el uso del lenguaje, fascinante en su metáfora de líneas rectas.
“Supongo que cada quien es infeliz a su manera.”
La pantalla revela tres espacios, tres puntos de vista para presentar la anécdota. De forma primaria se revela el departamento del exvendedor de boletos aéreos, quien está vestido con una camiseta blanca y boxers, una bata de baño que seguramente hiede de suciedad, unos calcetines amarillos de Bob Esponja y unas chanclas. El lugar está rodeado de plantas, se pueden detectar algunas botellas vacías y en el centro se encuentra un viejo televisor y el desvencijado sillón donde el hombre se encuentra postrado. El pequeño departamento es un reflejo del estado mental del interlocutor. Como segundo plano espacial, la proyección intercala y conjunta una serie de imágenes y videos, originalmente mostradas en una pantalla trasera del escenario y en la televisión, que representan la vorágine mental en la que se encuentra el hombre. Recreaciones de un accidente con legos, tomas urbanas a toda velocidad, imágenes esquizoides que, acompañadas por música electrónica se convierten en una representación gráfica-sensorial de un colapso mental. El tercer plano espacial está en el ámbito de la metateatralidad, siendo que la cámara también muestra a una mujer iluminando al actor Hamlet Ramírez con una lámpara, hecho que le recuerda al espectador que todo esto no es más que una ficción siendo transmitida desde un espacio escénico. Apoyado por un sólido equipo de creativos conformado por Natalia Sedano en el diseño de Escenografía, vestuario e iluminación, Miriam Romero responsable del vídeo y Yayo Villegas a cargo de la música interpretada en vivo, el director de “Parkour” Ricardo Rodríguez logra fortalecer un ya sólido texto para llevarlo a un lugar aún más oscuro y perturbador en un inicio, mucho más doloroso y conmovedor hacia el final. Entendiendo el lenguaje videográfico, y a través de una concepción escénica saturada de estímulos audiovisuales y un ritmo que pareciera ser discorde, Rodríguez consigue de manera precisa un tecnovivio donde el espectador, desde la distancia, se adentra a la mente de este ser derrotado que guarda un devastador secreto en su interior.
“Tenemos miedo de aprender a volar.”
Tumbado en un sillón, aferrado a un palo de golf como si se tratara de un bastón, y con una botella de vino lista para ser bebida, un aparentemente amargado hombre habla de todas las formas en que la gente es idiota. A medida que la trama avanza, sus incesantes quejas cobran un nuevo matiz, hay un quiebre en el muro de enojo que le protege y en sus ojos se empieza a revelar un dolor inimaginable. Hamlet Ramírez, a quien se le ha aplaudido en trabajos anteriores como Manada, Ejercicios Fantásticos del Yo, y Una Cabra asume la responsabilidad por vez primera de interpretar un monólogo y lo consigue entregando una de sus más comprometidas actuaciones de su carrera. Dejándose llevar por completo por las emociones de su personaje, tanto en la ira como en la depresión, en la falsa euforia o en rabiosa amargura, Ramírez explora matices emocionales a partir de la fractura sin siquiera moverse del sillón en que está postrado por casi la totalidad del montaje. Sería de gran facilidad actuar “Parkour” desde el melodrama y la exacerbación, Hamlet demuestra que hay maneras mucho más sutiles de mostrar el colapso sentimental y psíquico de una persona que en el momento de comenzar su narración se ha dado por vencido por completo. Dentro del esquema de teatro transmitido a una pantalla, los acercamientos que se realizan a la cara de Ramírez dan fe tanto los matices con que el actor acciona, como de la honestidad de sus emociones.
“Nadie merece un gran final, ¿verdad?”
Recuerdo que la última vez que sentí mi mundo colapsarse en pedazos desperté el día de mi cumpleaños con lágrimas en los ojos, dándome cuenta de que había estado llorando toda la noche mientras dormía. Ese día inicié mi primera terapia. La vida ciertamente nunca será como la imaginamos, la única constante es el cambio y el caos nos puede volcar la vida por completo en un segundo. Son nuestras decisiones las que determinarán si seguimos adelante o si nos encerramos frente al televisor con calcetines de Bob Esponja y chanclas a dejar a la vida pasar.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: “Parkour”
DRAMATURGIA: Eduardo Pavez Goye
DIRECCIÓN: Ricardo Rodríguez
ACTÚA: Hamlet Ramírez
CUÁNDO: Miércoles 20:30 horas a través de plataformas digitales.
COSTO: $180. Boletos en www.boletia.com
DURACIÓN: 55 minutos sin intermedio.