
MIGUEL ÁNGEL
Para quienes desean carcajearse sobre la angustia adolescente y lo que es, o no, una fotografía artística.
MIGUEL ÁNGEL
“Hablo para preguntar por el concurso.”
Encerrado en su cuarto, supuestamente estudiando la historia de Tenochtitlán, un estudiante de secundaria hace una llamada. El chico está completamente convencido de que su afición de tomarse selfies por fin le traerá fama y riqueza, y en una de esas hasta logra ser más popular que su compañero de clase que tiene muchísimos seguidores en YouTube. Claro, primero hay que determinar si la fotografía con la que quiere participar en el concurso Paisajes de Veracruz para el Mundo es elegible, sobre todo por ciertas partes de su anatomía que aparecen en el imagen. Entre platicas con una rata, y berrinches contra una madre disciplinaria, el nombre del único problema que hay aquí es: adolescencia.
“¿Si sale una parte del cuerpo, califica como paisaje?”
La angustia de ser adolescente en 2025, en un mundo post pandemia, donde la validación de los jóvenes viene a través de los likes en redes sociales, la existencia misma se entiende a través de una pantalla, y los sueños se construyen básicamente del querer conseguirlo todo sin hacer casi nada, es capturada con ingenio y humor en Miguel Ángel. Partiendo del sueño de ganar un concurso de fotografía, este unipersonal escrito por Lucía Uribe, Paula Grinszpan y Lucía Maciel adentra al espectador a la mente del protagonista donde se conoce, desde la comedia, su soledad, sus dolencias, sus más irreales anhelos, su apego a una niñez que poco a poco se desvanece hacia la edad adulta, y hasta la capacidad de conectar emocionalmente con una mujer de edad madura próxima a retirarse.
“¿Tú crees que es una foto artística?”
Luego de haber descrito a detalle la fotografía con la que quiere participar, incluyendo la manera en que pareciera que una gaviota está a punto de aterrizar en una parte muy específica del cuerpo del adolescente, Miguel Ángel le explica a su interlocutora lo que son las criptomonedas y cómo él está a punto de hacerse millonario gracias a que sólo se compra una dona con el dinero que le da su mamá todos los días para comer en la escuela. Más adelante, luego de que le quitan el celular con la esperanza de que por fin se ponga a estudiar, el chico habla con su rata de peluche sobre cómo su vida es miserable, y es mejor quitarse la vida antes de tener que seguir adelante sin la mirada frente a una pantalla. A primera instancia, la dramaturgia de Miguel Ángel pareciera sencilla, una humorística mirada a los adolescentes y a su obsesión con la vida digital. Sin embargo, debajo de esta capa inicial, se va develando una lectura mucho más profunda y crítica, un análisis a detalle de lo que es la adolescencia luego de haber estado encerrados un par de años en casa a causa del COVID, de su trastocada percepción de la realidad, de la inmensa soledad en la que muches de elles existen encerrados en sus habitaciones, de cómo la vida más allá de lo digital pareciera incompatible. Es en esta segunda lectura, y en el magistral manejo del humor, que las autoras consiguen plantear un discurso sólido y urgente en torno a cómo se deben de percibir estos futuros adultos que no están propiamente preparados para un mundo que le importa poco si su último video en TikTok se volvió viral.
“¡Estoy estudiando mamá!”
El escenario se ha reducido a un cuadrado marcado por un tapete que representa la recámara del protagonista. Él se encuentra sentado en un cubo hueco de madera, del lado izquierdo se encuentra sentado un ratón de peluche vestido con overoles y una gorra idéntica a la de su dueño. Cuando el joven es forzado a estudiar, se empieza a adentrar en su mundo interior, creando una segunda voz para sí mismo, mucho más profunda, que va narrando sus aventuras como si de una serie de televisión se tratara. Cuando su madre le castiga el teléfono, una serie de micro escenas suceden una tras otra, pautadas por oscuros, que muestran al adolescente tumbado en distintas posiciones antes de explotar en un drama juvenil que amenaza hilarantemente con el suicidio. Miguel Ángel a nivel escénico apuesta por la economía visual en favor de la actoralidad, un cuidadoso manejo del tono y un ritmo que consigue que la obra alcance su cometido en escasos 50 minutos. Bajo la dirección de Lucía Maciel y Paula Grinszpan, el montaje brilla principalmente por el entendimiento preciso de que la comedia opera desde la verdad. Cada aspecto, cada crisis y drama que vive el protagonista se vive con realismo, para la mayor hilaridad entre los espectadores. Cada vez que Miguel Ángel habla de su fotografía, que trata de estudiar y memorizar la fundación de Tenochtitlán, al momento de hacer su pataleta por no tener una pantalla en las manos, el teatro entero estalla en carcajadas mientras que en escena el dolor es real. Este aspecto, aunado a la capacidad que consiguen las directoras de establecer un ritmo fluido en todo momento es lo que lleva a este unipersonal a alcanzar su máximo potencial.
“¿Te puedo tirar unos versos?”
Miguel Ángel fantasea con ya haber ganado el concurso de fotografía y ahora ser rico y famoso. En una supuesta exposición, trata de seducir a Julieta, una compañera de su clase, y lo hace a partir de rapear en free-style, técnica que usará de nuevo para fortalecer sus sueños de ser alguien con nada de trabajo detrás. Su mirada llena de ilusión es igual de honesta que aquella que ha perdido su brillo cuando una trabajadora de gobierno a punto de retirarse el comenta lo que su jefe le acaba de decir. Ya sea emberrinchado o besándose con un objeto inanimado, hablando con su peluche o cambiando de tonos de voz para tratar de estudiar, cada gesto o palabra que lanza el narrador tiene el potencial de generar una reacción en el público, risa o compasión, ternura o exasperación. El verdadero corazón de Miguel Ángel se encuentra en la interpretación que realiza Lucía Uribe del adolescente. Capturando con gran vis cómica la energía masculina, más sin estarla ridiculizando, adueñándose por completo de las características tan peculiares que el personaje tiene de hablar, proyectando con destreza y realismo cómico a un joven de esta época, Uribe da gala de su capacidad interpretativa sin más herramientas que su propio cuerpo y una rata de peluche. Sin duda un talento que merece pisar los escenarios con mayor frecuencia.
“Hablo con una rata, soy un joven decadente.”
Conozco a Miguel Ángel. Le he dado clases a pesar de que no le interesan mis enseñanzas, es el hijo menor de una gran amiga que rara vez sale de su cuarto, es mi sobrino que cree que tiene todas las respuestas del universo a sus dieciséis años. Qué fácil resulta juzgarlos y pensar que son un desastre de generación pegados a sus celulares todo el tiempo. Sin embargo, yo también fui un adolescente y vaya que adolecí esa época de mi vida, encerrado muchas veces en mi cuarto, prefiriendo vivir en mi mundo interior, hablando con mi cocodrilo de plástico que tengo desde que tenía 5 años. Sí, me reí mucho, muchísimo con Miguel Ángel, pero también me hizo recordar esa compleja etapa de mi vida, y mas que nada, me hizo querer acercarme a esos dramáticos jóvenes para entender un poco más sobre lo que pretenden con sus nacientes vidas.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Miguel Ángel
DRAMATURGIA: Lucía Uribe, Paula Grinszpan y Lucía Maciel.
DIRECCIÓN: Lucía Maciel y Paula Grinszpan
ELENCO: Lucía Uribe
DÓNDE: El Círculo Teatral
DIRECCIÓN: Veracruz 107, Colonia Condesa.
CUÁNDO: Miércoles 20:30. Hasta el 19 de Marzo 2025.
COSTO: $350. Boletos en taquilla.
DURACIÓN: 50 minutos sin intermedio.
DATOS ADICIONALES DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.