MEDEALAND
Para quienes desean adentrarse en la atormentada mente de una trágica figura griega.
MEDEALAND
“Condición actual de la paciente Medea: no come, no bebe, no funciona.”
Traicionada por quien amaba, desterrada de donde habita, e imposibilitada de volver a su origen, Medea está desesperada. A cada paso que da, las puertas se cierran; a cada grito de ayuda, se encuentra con el silencio; las voces en su mente son cada vez más fuertes a medida que el sistema la orilla a los límites de la locura. Ahora, encerrada en un hospital, bajo cuidadosa observación médica, y con sus recuerdos entremezclándose con el sonido del mar, una madre con las manos llenas de sangre buscará la calma en ver a la cara a aquel que le rompió el corazón y poder, por fin, clamar justicia junto a dos pequeñas tumbas.
“La madre siempre tiene la culpa de cómo terminan los hijos.”
Considerada como una de las tragedias griegas más representadas, y adaptadas, en la historia del teatro, Medea de Eurípides da cuenta de la venganza que fragua la protagonista luego de haber sido vilmente traicionada por su esposo Jasón, quien la deja por la princesa Glauce, y de haber sido desterrada de Corinto por orden del rey Creonte para proteger a su hija. Es tal el extremo al que llega el odio que Medea profesa por Jasón que llega al límite de asesinar a sus dos hijos, luego de haber envenenado a la amante de su marido, con tal de ver a tan odioso hombre libre de todo aquello que ama. A partir de este mito es que la reconocida escritora sueca Sara Stridsberg se adentra en la mente de tan complejo y controversial personaje para crear “Medealand”, una obra que aborda la psique derruida de una mujer que ha colapsado a manos de un sistema patriarcal en su contra.
“Quiero huir al género que pertenezco.”
El diagnóstico médico declara que Medea se encuentra destruida, quemada y apagada. Sin poder encontrar salida alguna, y con un declarado corazón roto, la ahora desterrada mujer busca refugio, tanto para ella como para sus hijos, en el hospital. Con el pasaporte en llamas, sin conciencia de lo que ha hecho, y en busca de alejarse de su propio género, Medea es visitada por sus fantasmas, por aquel rey que le dio la espalda, por ese hombre que tanto odia y ama, por una madre que la ha abandonado por completo. En medio de sus alucinaciones, transitando entre lo helado del hospital y la paz que halla entre las olas del mar, con la sangre de muchos en las manos, incluyendo una bailarina de ballet que tuvo la osadía de ofrecerle ayuda, la paciente trata de dar sentido a lo vivido para poder levantar la frente, encarar a su atormentador, y hallar la paz. En primera lectura, de manera superficial, “Medealand” podría desestimarse como una obra antifeminista que presenta a una mujer obsesionada por un hombre a quien le ruega que regrese para que su vida tenga valía. Sin embargo, debajo de esa primera lectura, lo que se encuentra es un estudio de carácter sobre una mujer a quien se la ha engañado, traicionado y humillado, que halla todo un sistema perfectamente posicionado para estar en su contra, y la manera en que su mente desarrolla los mecanismos de defensa psicológicos para tratar de dar sentido a tan abrumadora realidad que la colapsa. El infanticidio es inexcusable, por supuesto, pero, durante una escena clave de la obra, la dramaturga da cuenta de ejemplos contemporáneos sobre mujeres que dieron muerte a sus hijos, hecho que no es aislado, que no se encuentra alejado en las tragedias griegas de hace miles de años, es una realidad producto de mujeres llevadas al límite de la cordura por el patriarcado. Aun cuando la extensión de la narrativa es demandante, a momentos dando giros sobre ejes ya establecidos con anterioridad, la tesis que presenta Sara Stridsberg es digna de ser vista, analizada y ampliamente discutida.
“Mi amor es un acto terrorista.”
De primera instancia el escenario representa distintas áreas de un hospital, consultorio para auscultar, sala de espera, todo cubierto por plásticos. De un lado se encuentra una tina de baño separada por gruesos plásticos que remiten a mataderos, en lo alto una pantalla donde se proyectan distintos videos representativos del estado mental de Medea, como las olas del mar, pruebas de tinta, o las caras de todos aquellos que la vejaron fusionándose con su propia faz. El caos en que habita la psique de la protagonista se refleja constantemente en la acción, convirtiendo la escena en un concierto de música rock, en una sala de maternidad donde los esposos se reencuentran, o en una mortífera danza de ballet mientras caen papelitos blancos por todo el lugar. Estos múltiples estímulos visuales son observados por un público ataviado en batas blancas de doctor, en una por demás ilustrativa decisión de acentuar lo que ya es evidente desde el inicio de la obra: Medea es una paciente en un hospital psiquiátrico, siendo analizada por toda una plétora de médicos. La dirección de Esther André González sobre “Medealand” es una intensificación de la dramaturgia, de la exploración mental de la paciente, a través de toda una gama de propuestas, algunas con resultados verdaderamente contundentes, otros meramente ilustrativos, agotadores, u obscuros en su lectura. Si se parte de que todo es un reflejo de una conciencia en conflicto, por supuesto que cada decisión es válida. Sin embargo, vestir a los asistentes con una bata médica dentro de un teatro de poca ventilación en época de calor, meramente para resaltar un punto que es claro sin ese elemento, es ejemplo de una propuesta que puesta en práctica resulta poco afortunada. Una vez dicho esto, el uso de multimedia para resaltar la psique de Medea, la revelación de un par de féretros en un punto clave de la obra, así como el ya mencionado ballet para escenificar el fatídico destino de la princesa de Corinto son claros ejemplos de la capacidad artística de la directora.
“A mis hijos los entierro yo.”
Medea observa a su madre con esperanza de ser salvada por ella, antes de caer en la desesperación por el peso de la cruda realidad: está sola. Saliendo de una tina, empapada de pies a cabeza, Medea le ruega a Jasón por su destino, por la relación que ella aun cree es posible rescatar, una situación denigrante que se contrasta con la forma tan fría y controlada con la que se dirige a su exesposo mientras le revela la más aberrante de las noticias. Ya sea con la mirada perdida en el espacio mientras es examinada por toda una serie de médicos, o bailando como una oligofrénica al ritmo de música rock, la interpretación que realiza Paula Watson en “Medealand” es una verdadera master class en creación de personajes a partir de la fractura emocional, de una honestidad visceral que permite a la actriz conectar con la inmensa gama de emociones que gobiernan a Medea para hacerlas suyas y proyectarlas con toda fuerza hacia las butacas. Es a partir de la manera tan feral con que Watson entrega a su versión de Medea que la puesta en escena alcanza los niveles de contundencia a los que llega. Por supuesto que esto se logra gracias a un muy capaz elenco a su alrededor conformado por Clarissa Malheiros, Juan Carlos Remolina Suárez, Elizabeth Pedroza, David Calderón León, Ramara G. Cano y Assira Abbate. Esta última saca a relucir sus capacidades histriónicas durante una escena clave de la obra, de no más de cinco minutos, en la que en puntas vive y muere para verdadera admiración de la audiencia. No cabe duda de que “Medealand” alcanza a ser portentosa gracias a la presencia de Watson y Abbate en escena.
“A mí en el futuro me van a recordar.”
La violencia de género, a nivel individual como sistémica, es tan real ahora como lo fue en la Grecia antigua. Hoy pienso en una de mis mejores amigas, su nombre me lo reservo, quien lleva años siendo víctima de un exmarido que se ha encargado de agredirla, físicamente durante el matrimonio, psicológicamente ahora que están separados. La violencia que le profesa aun es de tal extremo que consiguió arrebatarle a sus hijos a base de mentiras y mucho dinero pagado a funcionarios de tribunales a manera de corrupción. Alejandro es un monstruo, un agresor que ha marcado el cuerpo y el alma de mi amiga, pero el podrido sistema en que operamos ha permitido que su mierda florezca a medida que el corazón de quien amo marchita. Medea no sucedió hace miles de años, esta pasando ahora mismo, a la vuelta de la esquina.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Medealand
DRAMATURGIA: Sara Stridsberg
TRADUCCIÓN Y DIRECCIÓN: Esther André González
ACTUAN: Paula Watson, Clarissa Malheiros, Juan Carlos Remolina Suárez, Elizabeth Pedroza, David Calderón León, Assira Abbate y Ramara G. Cano.
DÓNDE: Foro Sor Juana Inés de la Cruz
DIRECCIÓN: Centro Cultural Universitario, Insurgentes Sur 3000.
CUÁNDO: Miércoles, Jueves y Viernes 19:30, Sábado 19:00 y Domingo 18:00 horas. Hasta el 1 de Julio 2023.
COSTO: $150, aplican descuentos. Boletos en taquilla y Boletos | Medealand | Universidad Nacional Autónoma de México (unam.mx)
DURACIÓN: 120 minutos sin intermedio
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.