Para quienes quieren descubrir, entre el estambre, un monólogo sobre la ilusión de esperar.

LUISA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)

Luisa espera pacientemente. La vida pasa junto con los años, doce para ser exactos, y ella no ha dejado de lado su espera. Con cada día que termina Luisa se encuentra más sola, sus recuerdos y el estambre que se ha desmadejado son su única compañía ahora que mamá ha muerto. No importa, de igual manera ella no cesa su paciente aguardar a que él regrese, a que la haga feliz. Inocente y tierna criatura, hermosa y desafortunada Luisa que nunca se ha dado el permiso de pensar que otra alternativa podría existir, que quizás su espera debería acabar, alzar la vista y continuar con su vida antes de que ya no quede nada más.

Daniel Veronese, uno de los creadores escénicos actuales más importantes en Latino América, escribe en “Luisa” un entrañable monólogo sobre la soledad, el anhelo, la lealtad y el amor. A partir de un diálogo con su madre ya difunta, la protagonista titular de la obra comparte con los presentes su agridulce historia de espera de más de doce años a que regrese Agustín, el dueño absoluto de sus afectos. A partir de esta aparentemente sencilla premisa, Veronese explora temas de profundo interés humano que logran sacar una tierna sonrisa o provocan la exhalación de un suspiro cargado de nostalgia.

Apoyada por un cuidadoso diseño de escenografía e iluminación a cargo de Mauricio Asencio, consistente de un baúl que simboliza todo un hogar, una madeja de estambre y tan sólo unas cuantas luces, y la música en vivo de Omar Medina, Angélica Rogel dirige “Luisa” con elegancia, sencillez y poeticidad. A partir de la reconstrucción del paso del tiempo con ayuda del estambre, Rogel logra dar al montaje un alto nivel simbólico con la misma fluidez con la que establece un tono nostálgico para la puesta y un ritmo pausado que, lejos de sentirse lento, se siente perfecto para la ensoñación en que ha vivido esta ilusa joven.

La carrera actoral de la joven Gabriela Zas Montero alcanza un nuevo nivel de madurez con su trabajo en “Luisa”. Ya sea hablando con su madre ausente, creando una pared de estambre alrededor suyo o dialogando con aquel que la ha dejado tantos años en anhelante aguardo, Zas Montero demuestra su capacidad de introspección para la construcción de un personaje con una profunda vida interna que debe ser reflejada en escena con tan sólo unos cuantos gestos, una pequeña inflexión facial o un movimiento apenas perceptible en la escena. Un trabajo que refleja por completo la intención de su directora, prueba fehaciente de un crecimiento agigantado de la joven actriz.

Todos esperamos. ¿El éxito? ¿La fama? ¿Dinero? ¿La felicidad? ¿La muerte? Durante casi veinte años estuve deseando en silencio poderme dedicar al teatro, esperando a que algún milagro Dionisiaco sucediera en mi vida que permitiera que esto se volviera realidad. Durante todo ese tiempo esperé, sin mover un sólo dedo para que mi situación cambiara. Todo eso cambió el día que fui a ver “Una Especie de Alaska” en el Círculo Teatral y Entretenia nació. Todos esperamos y la vida entera puede pasar en lo que esperamos. Levantemos la cara, alcemos la mirada y démonos cuenta de que efectivamente hay algo más allá de donde llega nuestra vista. El cambio está a un paso de distancia.

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