LAVAR, PEINAR Y ENTERRAR
Para quienes desean carcajearse viendo cómo una maldición en una estética arruina los planes de un par de ineptos maleantes.
LAVAR, PEINAR Y ENTERRAR
“¿Esto es un secuestro?”
Cuando Lucas y Víctor decidieron que sería una buena idea tomar por asalto la estética “D’Paula”, jamás se imaginaron que, en su plan para robar cuarenta millones de pesos del local de al lado, con lo que se iban a topar era con un muy sincero peluquero con problemas estomacales, a una experta de belleza dispuesta a todo para mantener su changarro en pie, y uno que otro esqueleto en el sótano del lugar. Ahora, ya libres de máscaras, y con unas cuantas calaveras reposando junto a los tintes y las tijeras, cuatro socios buscarán la manera de conseguir un botín chino y hacer todos sus sueños realidad. Claro… siempre y cuando nadie se resbale por las escaleras.
“Tenemos divas vivas y divas muertas.”
Las muy ridículas peripecias en las que se meten dos asaltantes un tanto diversos tras irrumpir en una estética son la base sobre la que el dramaturgo español Juanma Pina construye en “Lavar, Peinar y Enterrar”. Esta farsa, que lleva un atraco hasta las últimas consecuencias del absurdo, ha sido de tal éxito que ha generado una versión musical y una segunda parte intitulada No hay Mejor Defensa que un Buen Tinte. Esto se puede entender gracias a la construcción de cuatro personajes principales, y tres satelitales, profundamente fallidos y ridículos en sus motivaciones y personalidades. De tal manera, la evidente preferencia que la dueña de la estética tiene por las mentiras, misma que la podrían llevar a ser considerada una asesina serial, se contrasta con la imposible tendencia que tiene a la verdad su asistente Fernando, quien además tiene problemas estomacales cuando el estrés lo domina. El resultado es hilarante por decir lo menos.
“Sólo espero que sean tan brutos como se ven.”
Lucas y Víctor son un poco más que cómplices en el atraco. Entre la inocencia, buenas intenciones y muñeca débil de uno, y el nerviosismo, incapacidad de respirar bajo una máscara y el gusto por Edie Gorme del otro poco a poco se revelan toda una gama de problemas de pareja que 40 millones de pesos definitivamente no van a arreglar. Mientras tanto, los secuestrados tienen que lidiar con un novio profundamente celoso y con una serie de recuerdos que incluyen a un marido muy enclosetado, una trasvesti (así como lo leen), y una gringa empoderada muy aficionada por los murales prehispánicos. Transitando entre la inverosímil de la farsa, lo hilarante de una buena comedia de enredos, y un toque de misterio gracias a una muy ridícula maldición sobre la estética, “Lavar, Peinar y Enterrar” no pretende ir más allá de ser un sumamente divertido e ingenioso texto que busca la carcajada del espectador, cosa que consigue a manos llenas. A pesar de que en la parte final del texto, la anécdota se llega a percibir un tanto sobre extendida, la dramaturgia de Pina es admirable en su pretensión de ofrecer un divertimento para un público que muchas veces sólo quiere divertirse un rato en la butaca.
“Ustedes tienen pocos enterrados y muchos por enterrar.”
La paleta de colores primarios que domina la estética es claramente un guiño a la estética del cine de Pedro Almodóvar. Mientras que amedrentan a los trabajadores de la estética con una pistola, los asaltantes llegan a la conclusión de que las máscaras que están usando para ocultar su identidad, mismas que representan un zorro y un tigre infantiles, son demasiado incómodas para seguir usando por tanto tiempo. En cuanto tiene oportunidad de hablar, el peluquero Fernando se suelta con una historia sobre una primera comunión que tiene a todos sus escuchas completamente hipnotizados a pesar de que a momentos pareciera que se va a desmayar por la falta de aire. Más allá de la buena manufactura del texto, el verdadero éxito de “Lavar, Peinar y Enterrar” se encuentra en la dirección de Pilar Boliver. Dando una verdadera catedra del cómo se debe de montar una farsa, llevando la comedia hasta el extremo de lo ridículo y caricaturesco, estableciendo un tiempo preciso y medido en cada chiste para alcanzar su máximo efecto de comicidad, Boliver demuestra que la seriedad de los personajes, aunado a lo inverosímil de las situaciones es capaz de producir sendas carcajadas por todo el lugar. Es en este evidentemente bien entendido manejo del timing que la puesta en escena es exitosa, ya sea mientras que los personajes están a oscuras tratando de encontrarle sentido a la situación, encontrando calaveras por doquier, o simplemente comiendo una banana para tomar más energías.
“Hay más muertos que vivos en este salón.”
Con los ojos desorbitados, con la respiración fallándole como si le fuera a dar un paro respiratorio en cualquier segundo, y tratando de controlar sus intestinos, Fernando está dividido entre mantener la calma ante el secuestro que está sufriendo, y dejarse llevar por sus ganas de bailar al ritmo de alguna diva viva o muerta, o escuchar atentamente las confesiones de sus captores. Mientras tanto, uno de los maleantes trata de mantener la calma a medida que ve sus sueños de felicidad en Puerto Vallarta desmoronarse por la falta de pasión en su pareja. Siguiendo al pie de la letra el tono fársico que establece Pilar Boliver, el elenco en “Lavar, Peinar y Enterrar” se entrega de lleno al sinsentido absurdista de la propuesta, creando personajes que rayan en lo caricaturesco. Esto se percibe principalmente en el trabajo que realizan tanto Ignacio Saucedo como el muy amanerado estilista Fernando y Shiky como uno de los delincuentes causantes de todo el caos en la obra. Junto a ellos Aldo Guerra, como la más inocente contraparte y pareja de Shiky, entrega un personaje encantador en su simpleza y constante preocupación por su muñeca. Llevando al extremo de la ridiculez la creación de personajes, Juan Carlos Martín del Campo tiene su oportunidad de arrancar carcajadas como una gringa adinerada dispuesta a destruir el sueño de la dueña de la estética. El resto del elenco está conformado por Angélica Bauter y Tomás Strasberg.
“¿De qué huye alguien si nadie lo persigue?”
Yo confieso haber ido a “Lavar, Peinar y Enterrar” con un único propósito: reírme. En las últimas semanas he tenido oportunidad de aplaudir grandes puestas en escena, una deconstrucción de Medea, una revisión a la historia del VIH en México, la manera en que dos personas lidian con el duelo luego de una matanza por homofobia, o las confesiones de dos personas trans luego de sus transiciones. Cada una de ellas estupendas opciones en cartelera, potentes escenificaciones que conmueven el alma. Sin embargo, a veces uno como espectador quisiera simplemente entretenerse, reír a carcajadas sin el menor propósito que el de pasarla bien. Esta es una de esas obras que a veces son necesarias, no para cambiar el alma, para conmoverla o sacudirla, simplemente distraerla con el muy sanador poder de la carcajada.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Lavar, Peinar y Enterrar
DRAMATURGIA: Juanma Pina
DIRECCIÓN: Pilar Boliver
ELENCO: Angélica Bauter, Ignacio Saucedo, Shiky, Aldo Guerra, Juan Carlos Martín del Campo y Tomás Strasberg.
DÓNDE: Foro La Gruta dentro del Centro Cultural Helénico.
DIRECCIÓN: Avenida Revolución 1500, Guadalupe Inn.
CUÁNDO: Sábados y Domingos 18:00 horas. Hasta el 30 de julio 2023.
COSTO: $360. Boletos en taquilla y Teatro Helénico (comprarboletos.com)
DURACIÓN: 90 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento y valet parking.
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