
LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS DE PAPEL
Para quienes quieren, desde los recuerdos de un superviviente, acercarse al horror de la guerra.
LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS DE PAPEL
“Las historias que no se cuentan se repiten.”
Ese día de agosto del año 1945 todo se cubrió de un silencio ensordecedor, el cielo se coloreó de rojo y la ciudad en la que nació desapareció. Antes de esa fatídica fecha, el pequeño Masaki, junto a su amiga Kazumi, fueron testigos de cómo lo cotidiano se fue transformando, cómo las piedras tomaron decisiones políticas peligrosas, las tijeras dejaron sus trabajos para levantar las armas, y el papel empezó a arrugarse antes de arder en llamas. Después de que la bomba cayó, trataron de seguir con algo que se pareciera a una vida normal, pero la mera idea era imposible de contemplar. Esta es una historia real, que el papel y los títeres habrán de contar, pues los humanos perdieron su oportunidad.
“Aquel día el cielo se derrumbó.”
Hibakusha es el nombre que con que se identifica a los sobrevivientes de las bombas atómicas que cayeron en Hiroshima y Nagasaki, Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. Basándose en el relato verídico que uno de estos Hibakusha comparte de manera oral hoy en día en San Miguel Allende, Luisa Aguilar escribe “Las Niñas y los Niños de Papel” un espectáculo de objetos y títeres que busca crear conciencia en las jóvenes audiencias sobre los devastadores efectos de la guerra, hablar de lo acontecido antes, durante y después de la caída de la bomba atómica, y levantar la voz en contra del acto más barbárico, grotesco y sinsentido que la humanidad ha creado.
“Cuánto poder en tan pequeño artefacto.”
Los cuarentas fueron una época de grandes avances científicos. Se inventaron la computadora, las transfusiones sanguíneas, la anestesia, se descubrió la energía atómica y con ello… la bomba. Los poderosos, representados por piedras de corazón duro, comenzaron el reclutamiento y de repente, ante los incrédulos ojos de Masaki y Kazumi, sus vecinos, el panadero o el carpintero, se convirtieron en tijeras, en soldados con el filo suficiente para cortar el papel que representa a los civiles. Nada de eso fue tan terrible como después de que cayó la bomba. Los espejos se convirtieron en el enemigo, el cáncer no tardó en aparecer en tantos y tantos, la falta de comida podía ser motivo de broma ante apéndices que se caen de la cara.
“En la guerra nadie gana, ni los de aquí, ni los de allá.”
Tomando como base narrativa el juego de piedra, papel o tijera, Luisa Aguilar va construyendo un relato que a momentos busca ser entretenido, como cuando se discute la invención del insecticida DDT, pero que en general, dada la seriedad del tema que aborda, termina siendo duro, crudo incluso, un relato mucho más adulto aun cuando el lenguaje escénico sea la titeretería y los objetos. Ciertamente se expone el cómo las infancias es uno de los grupos más afectados por la guerra, cualesquiera que sea, más ese es un punto de reflexión para quienes la provocan, los mayores de edad en el poder, no para chiques que desde la butaca se enfrentan a una historia donde los personajes pierden una oreja o desarrollan leucemia a causa de la radiación. Una vez establecido esto, y dejando de lado el público joven al que está dirigida la obra, la dramaturgia de Aguilar es potente, pertinente más que nunca, y un merecido homenaje a quienes han dedicado sus vidas a luchar por que la historia nunca caiga en el olvido.
“Los soldados saben que están vivos porque escuchan los latidos de su corazón.”
La cara de un anciano se crea con las manos de Luisa Aguilar y Gustavo A. García, el cuerpo con sus piernas; a una base de máscara se le añaden varias secciones usando imanes para igualmente crear una vetusta cara; para la del presidente, uno de los poderosos formados por piedras, tes geodas conforman sus ojos y boca. Tijeras con caras de soldados hechas con cartón insertadas en sus puntas, cilindros que al iluminarse revelan escenas de la vida cotidiana en Hiroshima antes del terror y cajas con paisajes japoneses tridimensionales hechos de papel se convierten en parajes grises desolados después de ese fatídico día.
¿Tú cómo te imaginas la paz?”
La compañía de teatro Mondomeraki fusiona orgánicamente la dramaturgia en “Las Niñas y los Niños de Papel” con su propuesta escénica a través de una estética capaz de fascinar al mismo tiempo que enfatiza el terror de la guerra. A través del teatro de sombras, el origami, la titeretería y el teatro de objetos, los intérpretes Luisa Aguilar y Gustavo A. García recrean aquella época en Japón desde un claro respeto al tema, un evidente entendimiento en el manejo de las técnicas que utilizan, y creando magia que a momentos asombra, en otros congela la sangre. Esto se consigue gracias al meticuloso trabajo de García en el diseño de escenografía y arte plástico, el cual es también acentuado por la música original y el diseño sonoro a cargo de David Almaga.
“¿Por qué conocemos más el nombre de las bombas que de las personas?”
Enola Gay fue el avión que tiró las bombas. Esos objetos de destrucción masiva son Little Boy y Fat Man. Los libros de historia dan memoria y permanencia a esos nombres, pero ¿dónde están los nombres de quienes perdieron la vida en ese acto barbárico que acabó en un santiamén con la vida de cientos de miles de personas cuyo error fue estar en su ciudad, viviendo sus vidas? Esa pregunta es la génesis para “Las Niñas y los Niños de Papel”. ¿Cuáles son los nombres de quienes están muriendo en este instante en Gaza? ¿Quién los recordará?
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: Las Niñas y los Niños de Papel
DRAMATURGIA: Luisa Aguilar
DIRECCIÓN: Mondomeraki
ELENCO: Luisa Aguilar y Gustavo A. García
DÓNDE: Sala Xavier Villaurrutia, dentro del Centro Cultural del Bosque.
DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.
CUANDO: Sábado y Domingo 13:00 horas. Hasta el 14 de Septiembre 2025.
CUANTO: $150 adultos y $80 infancias. Aplican descuentos. Boletos en taquilla y en Boletos | LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS DE PAPEL | Centro Cultural del Bosque
DURACIÓN: 50 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.