
LA SEÑORA DE LA RADIO
Para quienes quieren acompañar a una joven en su travesía por alzar la voz ante uno de los peores males en este país.
LA SEÑORA DE LA RADIO
“Mi amá dice que hablo hasta por los codos.”
Su vida no era la más fácil. Dos horas caminando a su escuela, sin amigos más allá de una de las cocineras de la cooperativa, teniendo que dormir ahí para sólo volver a casa los fines de semana. Más la jovencita era feliz, pues es lo que les toca, como siempre decía su amá. Ella, con su radio siempre a su lado, ha aprendido a encontrar una sonrisa en ayudar con el maizal que siembran y cosechan, descansando sobre la gran roca que se encuentra en el terreno donde viven ella y su madre, y sobre todo chopeando una concha en el atole, técnica que ha perfeccionado. No, su vida no era la más fácil, pero era feliz hasta que su amá desapareció como un conejo dentro del sombrero de un mago y ahora tendrá que emprender un largo camino para que su voz se escuche claro y fuerte a través de las ondas radiofónicas.
“Mi amá se perdió y ora no sabe cómo regresar a su casa.”
Abordar el tema de las desapariciones en nuestro país, uno de los peores y más aberrantes males que nos aquejan hoy en día, es una labor delicada que debe ser tratada con cuidado, pertinencia e imprimiéndole la urgencia que merece sin caer en el sensacionalismo. Esto es precisamente lo que Mariana Teyer logra con el unipersonal La señora de la radio. En voz de una joven hija de una campesina, que permite vislumbrar los retos que implica una vida en el campo alejada de las grandes ciudades, a través de crear un hermoso retrato rural que al mismo tiempo levanta una crítica contra la discriminación, y desarrollando una metáfora narrativa que permite acercar de forma amable a jóvenes audiencias a tan espinoso tema, la obra abre una discusión sobre la importancia de aniquilar el silencio, de alzar la voz y nunca callar ante la ausencia forzada de un ser amado.
“¿Qué tienen las faldas y trenzas que hace que te hablen feo?”
La primera parte de la obra nos lleva a conocer a la joven protagonista. Su rutina semanal, la soledad que llena escuchando su radio portátil, los problemas que enfrenta en la escuela, y la entrañable relación que tiene con su amá y con el pan dulce que no puede dejar de chopear en el atole. La segunda, es el recorrido que esta chica tiene que emprender para llegar a la estación de radio local, en busca de ayuda ante un evento lamentable que ha sucedido en su vida. En el camino habrá adultos que la ayuden, que le extiendan una mano amiga ante el reto que enfrenta, ya sea rompiendo un cochinito o con tortas de papas fritas. A través de desarrollar un personaje verdaderamente entrañable, La señora de la radio permite crear un vínculo emocional entre la protagonista y el espectador. De tal manera, cuando comienza la búsqueda de su madre, el dolor o angustia, la esperanza o la inocencia que despliega la niña es la de todos los presentes, es una manera de desarrollar empatía hacia su dolencia. Aunado a esto, la manera en que la dramaturgia pinta una realidad que resulta muy ajena al ciudadano metropolitano, uno que permite ver que el tipo de mochila que uno lleva a la escuela, o el usar trenzas o no, son factores que entran en juego cuando de discriminación se habla. Es la suma de estos elementos, y algunos más, que fortalecen la progresión dramática, misma que culmina con una voz que retumba por el lugar, dejando en claro que esto no es un tema sólo para jóvenes audiencias, es algo que nos atañe a todos y cada uno de los que habitamos este México sangrante.
“Nadie abraza así de fuerte, así como así.”
La paleta de colores para el escenario es terracota. Sobre tabiques crecen flores de papel, un par de huacales apilados sirven como una silla, el aire es de humildad rural, no de pobreza o de carencia. Mientras que la protagonista busca señal para poder escuchar su radio, se oyen canciones de distintos géneros, o noticieros que recuerdan la situación nacional. Cuando ella narra su camino por el maizal, en todo el teatro se escuchan sus pasos crujiendo bajo las plantas. Este cuidado en el diseño de audio, a cargo de David Almaga, se refleja en distintos momentos de la obra, como cuando su amiga la cocinera está preparando algún platillo o cuando la lluvia azota la región. La dirección que Gabriela Guraieb establece en La señora de la radio establece una atmósfera cuidadosamente diseñada para honrar y celebrar la vida campesina, al mismo tiempo que es capaz de crear ambientes que le recuerdan al espectador la dura vida a la que enfrentan quienes se encargan de crecer los alimentos que tenemos en nuestra mesa. Asimismo, el trabajo de Guraieb, a lado de su equipo creativo, consigue que uno se adentre en la vida interior de la joven narradora, que conozcamos sus vivencias mientras busca a su amá. Se destaca la iluminación diseñada por Alita Escobedo, así como el ya mencionado diseño de audio y el trabajo en escenografía y vestuario por Airam Nanti. Es en la suma de cada uno de los diseños, comandados por la dirección, que la obra es capaz de elevar la dramaturgia a terrenos de mucha mayor contundencia.
“No quiero que me oiga el mundo, quiero que me oiga mi amá.”
A pesar de que su amá lo considera una falta de educación, la protagonista no puede dejar de encontrar uno de los mayores placeres en la vida en chopear sus conchas en el atole. La manera en que ella describe la técnica para realizar tan deliciosa acción, más de uno de los espectadores se relame los bigotes en antojo por un pan dulce remojado. Con esa misma honestidad e ingenuidad es que la actriz Belén Mercado reacciona ante la ausencia de su madre, no con miedo o dolor, con esperanza y paciencia, emociones que se volcarán en algo más feroz cuando el micrófono llegue a sus manos. El alma que da vida a La señora de la radio se encuentra en la actoralidad que Mercado aporta al unipersonal, esto a través de la creación de un personaje sencillamente encantador y entrañable a quien cualquiera quisiera abrazar y proteger. Es gracias a esta labor creativa que, cuando la puesta en escena lanza su más duro mensaje hacia el cierra de la función, las palabras lleguen con toda su fuerza hasta las butacas, en poder y horror, en fuerza, esperanza y barbarie.
“Si te sientes sola, prende tu radio y piensa que estoy escuchando lo mismo que tú.”
¿Deberían ser confrontadas las jóvenes audiencias con temas tan delicados como las desapariciones? ¿Es un tema tan sórdido apropiado para elles? Desafortunadamente sí, pues es una realidad que está azotando a miles, millones quizá en este país, y que no se puede ignorar, pretender que no existe, que el que apá o amá no estén en casa y no volverán es a causa de un truco de magia y no a la deshumanización que ha alcanzado el crimen organizado. Sin embargo, siempre se deberá de cuidar el cómo se aborda, la manera en que se habla para sensibilizar y no asustar, para concientizar y no devastar. Es ahí, donde una niña con su radio, esperando llegar a una estación para que quizá le dediquen una canción antes de levantar su voz en protesta, que se halla el camino correcto para lidiar con tan grave situación con los más jóvenes de la casa.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: La señora de la radio
DRAMATURGIA: Mariana Teyer
DIRECCIÓN: Gabriela Guraieb
ELENCO: Belén Mercado
DÓNDE: Teatro El Granero, Xavier Rojas
DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.
CUANDO: Sábado y Domingo 12:30 horas. Hasta el 9 de Marzo 2025.
COSTO: $80. Aplican descuentos. Boletos en taquilla y en Boletos | LA SEÑORA DE LA RADIO | Centro Cultural del Bosque
DURACIÓN: 75 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento mostrando el boleto de la función.