
LA NIÑA EN EL ALTAR
Para quienes desean entender la tragedia griega como un grandilocuente grito en contra del patriarcado.
LA NIÑA EN EL ALTAR
“¡Ella es el sacrificio!”
Clitemnestra no perdió a una hija. No. La pequeña Ifigenia fue asesinada, sacrificada a los dioses para que el viento favoreciera la armada de Agamenón, para que los hombres pudieran seguir con su guerra, acrecentando su fálico poder a costa de lo que sea, a costa de sangre de una niña. La reina ha llorado, y ha enfurecido. La monarca ha buscado resurgir del duelo a través de su amante Egisto y la nueva estirpe que ha engendrado, más también ha fraguado en la mente su venganza contra quien dice amarla, el rey que conquistó Troya y trajo de egreso a su concubina. Esta tragedia se desarrolló en la Grecia antigua, sigue pasando en la actualidad, todos los días, en cualquier lugar donde un hombre cree tener derechos sobre la vida de una mujer, de otro ser humano.
“¿Qué es un dios si no un hombre glorificado?”
La masculinidad tóxica, vista desde la óptica de la tragedia griega, específicamente Agamenón de Esquilo e Ifigenia en Áulide de Eurípides, es uno de los temas centrales que la escritora irlandesa Marina Carr aborda en La niña en el altar. Escrita en 2022, la dramaturga logra capturar la esencia, lírica y poeticidad de los textos originales escritos hace más de dos milenios. Al mismo tiempo, les inyecta una visión contemporánea, una que cuestiona y critica los roles de género que imperaban en aquellos tiempos, y aun en nuestros días, donde el privilegio del hombre en poder es capaz de tomar una vida sin el más mínimo temor a las consecuencias dada su creencia de ser omnipotente. Adicionalmente, específicamente en el personaje de Clitemnestra, Carr alza la voz de las mujeres, empodera a quien es sobajada y humillada para alejarla de ser una figura trágica para convertirla en un estandarte, un ícono para acabar con la falocracia.
“Llegada la hora, todas las flores se inclinan ante el sol.”
Clitemnestra habla, consigo misma o con su fiel acompañante Cilisa. Entre lamentar el sacrificio de su hija y expresar la ira y rencor que guarda contra quien fraguó tan nefando acto, la reina levanta preguntas pertinentes en torno al poder, a lo que es capaz de hacer como mujer, a su rol como vengadora o víctima. Por su parte, el rey Agamenón también medita sobre su realidad, se justifica y también lamenta sus actos, más por lo que le afecta en su relación con su esposa que por el haber matado a su propia hija, antes de volver a ser la misma bestia bélica que ha sido intoxicado por el peso de una corona. Escrita a través de una serie de soliloquios, donde los múltiples personajes que habitan la escena meditan sobre las circunstancias que habitan, y diálogos que confrontan a los géneros en una batalla perdida, La niña en el altar desarrolla un contundente discurso que actualiza los textos que dieron cuna al teatro para llevar al espectador a la reflexión profunda no sólo del patriarcado, la misoginia y la violencia de género, incluso también sobre las relaciones codependientes y la ponzoña que se impregna cuando el amor se torna en una guerra de poder donde nadie es capaz de clamar victoria. Es de notar y aplaudir el trabajo de traducción que realiza Alfredo Michel Modenessi, quien consigue mantener la poeticidad y fuerza de las palabras de la autora en nuestro idioma.
“Lo único que existe es lo que sucede.”
Una inmensa escalinata domina la parte trasera del escenario. En el lateral derecho se erige un escenario satélite superior, mientras que del lado izquierdo se encuentra un músico quien interpreta melodías a base de percusiones que remiten a temas bélicos y épicos. Al momento de enterarse del asesinato que ha cometido Agamenón en contra de su propia hija, Clitemnestra, ataviada en regales túnicas doradas, corre hacia el centro del escenario y se paraliza con un gesto de terror en la faz, para después mostrarse postrada entre los escalones siendo consolada por Cilisa, todos estos movimientos y gestos siendo realizados de manera grandilocuente. La dirección en La niña en el altar corre a cargo de Enrique Singer quien claramente entiende que un texto de tan magnitud demanda un montaje que le haga competencia en sus pretensiones. De tal manera, y apoyado por un solido equipo de creativos entre los que destacan Víctor Zapatero en la escenografía e iluminación, Eloise Kazan en el vestuario y Edwin Tovar en la composición y diseño de audio, Singer consigue una puesta en escena magna, grandilocuente en su tono y en su estética, una que pareciera desafiar las mismas dimensiones del edificio teatral. Con elementos que parecieran a primera impresión como sencillos, principalmente jugando con profundidades y alturas, la propuesta de Singer crea cuadros potentes, acentúa el horror planteado por la autora, hasta llegar al clímax, una escena en una bañera en lo más profundo del teatro, donde la sangre, el cuerpo masculino, la venganza se fusionan para alcanzar la contundencia.
“Una reina debe ser intachable.”
Clitemnestra habla como lo hace una reina. Ya sea en medio de una disertación personal, lamentando su dolor de madre o dando rienda suelta a su ira contra quien amó alguna vez, ella nunca pierde la majestuosidad en sus movimientos, en su forma de expresarse. Esta afectación se ve en la mayoría de los personajes, quienes habitan este mundo de ficción trágico griego, quienes parecieran a momentos declamar, más que hablar. Este tono actoral podría caer fácilmente en el terreno de la pretensión o la falsedad. De hecho, eso sucede con el personaje de Agamenón, más en el resto cobra sentido y peso dramático por la verdad con que es utilizado. La niña en el altar es beneficiada profundamente por la presencia de Marina de Tavira quien encarna con fractura emocional a Clitemnestra. Ella, junto con gran parte del elenco, específicamente Emma Dib, Everardo Arzate, Yessica Borroto y Salvador Sánchez, adoptan un estilo actoral amplio y, podría decirse melodramático, que remite a un estilo ya anquilosado que para esta propuesta encaja para dar mayor fuerza a la dramaturgia. Esto se consigue a través de inyectar realismo, verdad, a tan complejo estilo de performatividad. En contraste, Alberto Estrella, en el rol de Agamenón, no llega a desenmarañarse de la actualidad, de operar desde un realismo más cotidiano y propio del siglo XXI. No obstante, la puesta en escena sale avante, convirtiéndose en una de las más interesantes reinterpretaciones a la tragedia griega que se han visto en cartelera en los últimos años.
“El futuro no puede darse el lujo de que existas.”
Recuerdo, hace más de 30 años, haber estudiado por primera vez el teatro griego en la carrera de Literatura Dramática y Teatro. La enseñanza que se me impartió exigía que apreciara su belleza y universalidad, su valor incuestionable y su relevancia perenne, un aprendizaje que no permitía el cuestionar las obras. Ahora, resulta impensable el no poner en tela de juicio las palabras de Eurípides, Esquilo y Sófocles, para desentrañar de entre sus palabras violencias que hoy no pueden seguir siendo enarboladas. No estoy prendiendo las antorchas para iniciar una cancelación, nada más lejos de ello, pero me parece imperante hoy en día el cuestionar sin invalidar, agudizar el ojo crítico para darnos cuenta que es necesario revisitar estos clásicos y darles nuevas lecturas donde el hombre privilegiado pueda ser derrocado de su ridícula posición autoimpuesta de Dios.
DATOS GENERALES
(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)
OBRA: La niña en el altar
DRAMATURGIA: Mariana Carr
TRADUCCIÓN: Alfredo Michel Modenessi con la colaboración de Sarah Michel.
DIRECCIÓN: Enrique Singer
ELENCO: Marina de Tavira, Alberto Estrella, Emma Dib, Everardo Arzate, Yessica Borroto y Salvador Sánchez.
DÓNDE: Teatro El Galeón Abraham Oceransky, dentro del Centro Cultural del Bosque.
DIRECCIÓN: Reforma y Campo Marte, detrás del Auditorio Nacional, Chapultepec.
CUANDO: Juaves, Viernes y Sábado 19:00, y Domingo 18:00 horas. Hasta el 2 de Marzo 2024.
CUANTO: $150. Boletos en taquilla y en Boletos | LA NIÑA EN EL ALTAR | Centro Cultural del Bosque
DURACIÓN: 120 minutos sin intermedio.
DATOS DEL TEATRO: Cuenta con estacionamiento.