LA ESCUELA DE LAS MUJERES
Para quienes quieren reírse de la misoginia en México, desde la pluma de Molière.
LA ESCUELA DE LAS MUJERES
El mamarracho del pueblo se quiere casar, pero por temor a que le puedan ser infiel decide planear su casamiento con una pollita más joven e inocente, apenas saliendo del cascarón; pero el destino tiene otros planes. Cerca de su corral, un amigo suyo, un mancebo con la suficiente galanura para representar una amenaza y con el encanto suficiente para derretir a cualquiera, le anda queriendo pisar la cola a su prometida. Así es, señores y señoritas, los gallos están echados al corral; uno celoso e impaciente abre sus alas para defender vorazmente su patio, buscando proteger su anhelada presa, mientras que el otro aguanta vara. Sólo habrá que esperar que no corra mucha sangre sobre la tierra y que los enredos amorosos no terminen ahogando de risa al espectador.
“Yo no quiero junto a mí un espíritu elevado.”“La Escuela de las Mujeres” es una de las primeras grandes obras del renombrado Padre de la Comedia Francesa, Molière, uno de los dramaturgos más importantes del siglo XVII, al poner en evidencia los vicios más comunes, tanto del pueblo llano como de la clase social alta, al mismo tiempo que provocaba enormes carcajadas en aquellos que asistían a la función. Los vicios de carácter y la ridiculez humana, atributos esenciales en los clásicos personajes de Molière, se ven presentes en esta ocasión con Don Cornelio, un hombre maduro tanto iracundo y celoso, como orgulloso, que se enarbola en la majestuosidad bajo el seudónimo del Áyax Marqués del Valle. Pese a su carácter impulsivo y agresivo, no resulta ser un personaje plano, ya que continuamente en su razonamiento el pobre celoso debate con sus emociones, motivo para entrar en conflicto, peleando contra su malestar emocional. Simultáneamente, a través de sus enredos entablados con su pretendida Inés así como con los demás personajes, se puede apreciar la visión que el autor tenía sobre el carácter dogmático que atravesaba la sociedad de su época, que en contraposición con la liberación femenina creciente en las grandes ciudades genera un contraste muy cómico, lleno de ironías y sarcasmo.
“La Mujer es, en efecto, la sopa del Hombre.”El director y escenógrafo de esta puesta en escena, Germán Castillo, hace de esta adaptación un traslado al México rural de la primera mitad del siglo XX. Este ajuste de la sociedad francesa del siglo XVII con la nuestra acierta tanto estética como temáticamente. De entrada, el espectador se encuentra ante una puesta que adapta el texto al uso lingüístico de nuestras tierras revolucionarias e introduce bailes y canciones rancheras, elevando el nivel de disfrute y goce de la puesta. Por otra parte, en cuanto al tema, la similitud de las costumbres es cercana ya que la educación de la mujer mexicana de esa época se acerca a las máximas expuestas por Don Cornelio. Cabe mencionar que la adaptación incorpora ciertos giros en la trama, como el uso del narrador para exponer las situaciones del enredo, además de un giro sorpresivo en el cierre de la obra. Esta última decisión podrá gustar o dejar insatisfecho, dependiendo del espectador.
“Seguiré mi plan, animal indócil.”Del conjunto actoral destaca Marcos Mendoza en el papel de Don Cornelio, puesto que emplea expresiones faciales que siguen el plano del personaje ególatra, la mayoría del tiempo, para luego cambiar cuando su personaje está dispuesto a transformarse de iracundo celoso a un pasivo y patético hombre; este examinador del mal logra realmente conmover además de hacer reír al público, por sus gestos abiertos, lo cual es esencial como protagonista de una comedia. En cuanto a Elfega Sánchez, como Chaflán, es asombrosa la forma natural con la que se adueñó de un personaje masculino totalmente creíble, con expresiones rudas, una voz grave, además de dotarlo con una cara de turulato risible; me hubiera gustado ver su presencia en más escenas e incluso sería interesante verla como Don Cornelio. Daniela Rodríguez, como Inés, cumple con su papel al darle inocencia a su personaje además de lograr un efecto cómico con expresiones un tanto excéntricas, como la cara de muñeca y de mujer algo trastocada por el encierro.
“¡Hasta dónde arrastra una pasión!”La dirección de Germán Castillo cautiva por su fluidez, dada la facilidad con la que los actores se mueven abarcando por completo el escenario, sin tener que trasladar piezas de escenografía a gran escala y jugando con los pocos objetos estáticos, los cuales además resultan simbólicos para la trama (por ejemplo, una jaula gigante de pájaros que simboliza el enclaustramiento de la mujer). Esta ligereza en el escenario se acompaña simultáneamente con el trazo que los actores tienen sobre dicho espacio, pues estos se dirigen al público cuando se alude irónicamente al sexo masculino o femenino (lo cual resulta bastante divertido y gracioso), y también se alejan para dibujar espacios ficticios.
“La omnipotencia está del lado de la barba.”Me gusta imaginar que las comedias reflejan los vicios de la gente, tal como lo quería el Padre de la Comedia Francesa, al grado de que las personas puedan mirarse en un espejo y tal vez cambien sus preceptos, ya sea sobre el matrimonio, la mujer, sobre el mundo en general. Ustedes, lectores y espectadores, hagan la prueba: lleven a alguien que crean misógino o muy conservador. Estoy seguro que “La Escuela de las Mujeres” les enseñará algo y los divertirá mucho, pues es una obra completa que tiene actuaciones memorables, personajes intensos, un ingenioso sentido del humor y una enseñanza libre para interpretarse.