JACINTO Y NICOLASA

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Para quienes entienden que la ley y la justicia no son lo mismo, no en este país, menos para las comunidades indígenas.

JACINTO Y NICOLASA

Por Juan Carlos Araujo (@jcaraujob)
Fotografías: Ricardo Castillo Cuevas (RiAlCastillo)

“Quiero hablar con el señor de Previas.”

Unos tipos se llevaron al hijo de Nicolasa. Envolvieron al muchacho de apenas 13 años en una manta, como si de un muerto se tratara, y lo metieron en una troca negra. Jacinto mató a un hombre, a su compadre, y no lo niega. Él está dispuesto a pagar su condena. Ambos rarámuris han ido a la municipalidad para que se aplique la ley, para que encuentren a un hijo desaparecido, para que encarcelen a un asesino. Ambos habitantes de la sierra Tarahumara van y regresan una y otra vez, las suelas de sus huaraches cada vez más gastadas, pero pareciera que para el gobierno los problemas de dos indios no tienen la menor importancia.

“Vengo a informar sobre un asesinato.”

La dura y violenta realidad a la que se enfrentan las comunidades rarámuris en la Sierra Tarahumara, la inconcebible ineficiencia del sistema judicial y la impartición de justicia para las mismas, y la cosmogonía con que enfrentan la muerte y la vida misma, junto con sus usos y costumbres son la columna vertical sobre la que la dramaturga Camila Villegas construye “Jacinto y Nicolasa”. Narrada como dos monólogos entrelazados, una madre desesperada por hallar a su hijo desaparecido y un hombre que confiesa un crimen que no puede ser procesado por la ausencia de un juez que atienda el caso, la obra da cuenta de forma contundente y poética de una realidad que se vive no sólo en el norte del país, sino en un sinnúmero de comunidades indígenas de todo México.




“No quiero ver lo que quiero ver.”

Un buen día, años después de que desapareciera su hijo, la municipalidad le llama a Nicolasa para que identifique un cuerpo quemado que podría ser del muchacho que tanto ha buscado, al que nadie en averiguaciones previas le ha ayudado a encontrar, pero eso sí, todos le han pedido dinero para hacer básicamente nada. Al verse cara a cara con el cuerpo, y darse cuenta que no es su hijo, la mujer rarámuri entra en un conflicto terrible pues secretamente deseaba que fuera él, para poder por fin honrarlo y bailarlo, para seguir adelante con su vida. En cambio, ante el cuerpo de una mujer calcinada, lo único que sucede es que Nicolasa deja de soñar. Entre lo crudo y lo onírico, entremezclando cuidadosas dosis de humor con realidades dantescas, hablando sin tapujos de sicarios, corrupción y la justicia que se toma por las propias manos cuando el sistema se revela como inútil, “Jacinto y Nicolasa” no sólo revela un profundo entendimiento por parte de Villegas del objeto de estudio, también se su habilidad para hilvanar dos historias paralelas con presteza, para plantear cuestionamientos y criticar sistemas, así como para construir un lírico paisaje de lo que es la vida y la muerte para un rarámuri.

“Enfermaste a tu casa, enfermaste a tu gente.”

El espacio que habitan los protagonistas se crea a partir de dos sillas. Un asiento en una oficina de gobierno donde Nicolasa busca que alguien le ayuda a encontrar a su hijo, el lomo de un caballo bronco que tumbará a Jacinto antes de darle un par de patadas, unos barrotes desde donde un condenado a prisión toma la mano de quien amó en una vida que acabó hace más de siete años. Mientras que dos mujeres ven el cadáver incinerado de una joven, se escuchan los gritos que en un pasado una aterrada víctima vociferó antes de morir, al mismo tiempo que Jacinto confiesa su crimen, se escuchan los eternos tecleos en máquinas de escribir, sonido que de inmediato remiten a la inacabable burocracia en donde la justicia es una mala broma. La dirección de Alberto Lomnitz en “Jacinto y Nicolasa” apuesta por el minimalismo, por inspirar imágenes que los espectadores completan en sus mentes, por más un sugerir que un ilustrar. Este acierto fortalece la dramaturgia e impulsa a que la verdadera potencia de la puesta en escena recaiga en la actoralidad que en parafernalia escénica.




“No lo encontré muerto, pero lo maté un poquito.”

Nicolasa, vestida en traje típico de su región, va por primera vez a la oficina de averiguaciones previas con lo que casi se podría llamar una inocencia por la manera en que confía que el sistema judicial le va a ayudar a encontrar a su hijo. Jacinto, confesando por primera vez el crimen cometido, tiene una certeza en la mirada de que debe de ser castigado, aun cuando no está dispuesto a confesar sus verdaderos motivos detrás del asesinato. A medida que el tiempo pasa, y el sistema no les ayuda en nada, sus facciones cambian, la desesperación y frustración salen a flote, el enojo o la zozobra los ahogan, al mismo tiempo que tratan de seguir con sus vidas. En el corazón del montaje de “Jacinto y Nicolasa” se encuentran Teté Espinoza, quien alterna funciones con Sonia Couoh, y Luis Eduardo Yee. Ambos interpretes operan desde la entraña, de la fractura y la honestidad emocional, aportando mayor peso a cada uno de los conflictos que habitan les personajes. Mientras que Espinoza emite fuego desde la mirada ante la desesperación de no soñar más con su hijo, Yee siente el peso de cada pisada que da cada vez que debe de volver a su casa sin haber resuelto nada en su intento porque lo encarcelen por haberle arrebatado la vida a su compadre. Es en esta veracidad que la obra encuentra su solidez escénica.

“Yo voy a soñarlo vivo para que lo encuentre pronto.”

En 2014 tuve la oportunidad de aplaudir este mismo montaje, interpretado con gran presteza por Olivia Lagunas y Bernardo Velasco. Me duele volverlo a aplaudir diez años después, dado que la obra tiene la misma, sino es que más, pertinencia que en ese entonces. La impartición de justicia es detestable en este país, la corrupción asfixiante, la violencia provocada por el narcotráfico más fuera de control que nunca. Sí, han pasado diez años desde que vi por primera vez “Jacinto y Nicolasa”… diez años… y yo sé que en ese tiempo… el juez no ha venido aún de Chihuahua, una mujer sigue esperando a que la atienda alguien de Previas.

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DATOS GENERALES

(Toda la información contenida a continuación proviene de la producción)

OBRA: Jacinto y Nicolasa

DRAMATURGIA: Camila Villegas

DIRECCIÓN: Alberto Lomnitz

ELENCO: Luis Eduardo Yee, Teté Espinoza y Sonia Couoh (alternando funciones).

DÓNDE: Centro Cultural La Titería

DIRECCIÓN: Vicente Guerrero 7, Del Carmen Coyoacán.

CUÁNDO: Sábado 19:00 y Donmingo18:00 horas. Hasta el 16 de Junio 2024.

COSTO: $300, $250, $200 y $150. Boletos en taquilla o en La Titería de Marionetas de la Esquina (latiteria.mx)

DURACIÓN: 80 minutos sin intermedio.

DATOS DEL TEATRO: No cuenta con estacionamiento o valet parking.

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Licenciado en Literatura Dramática y Teatro con experiencia de más de veinte años en crítica teatral. Miembro de la Muestra Crítica de la Muestra Nacional de Teatro y Miembro de la Agrupación de Críticos y Periodistas de México.

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