Por Juan Carlos Araujo | 24 enero, 2014 1 Comentario

Para quienes entienden que el amor no es suficiente.

HEIMWEH ESTACIONES

 

“Levantarse a cualquier hora, cuando ya no puedes dormir.”

 

Dos universos pueden llegar a colindar por momentos. Las órbitas de dos planetas coinciden a veces, en un acto maravilloso de absoluto azar. Cuando este fenómeno sucede, la magia se vuelve realidad, todas las circunstancias alrededor desaparecen y el amor es el único alimento que necesita el alma. Pero estas colindancias son pasajeras y al separarse, se descubre que todo lo que pensamos que no importaba, importa. Se dice que el amor lo conquista todo, la realidad no está de acuerdo.

“Te quiero con el alma y duele.”

 

La premisa es casi inocente en su sencillez. Un austriaco y una mexicana se conocieron, se enamoraron y en un arranque de pasión y desenfreno se casaron. Ahora viven en Austria y ella no sabe ni qué hacer consigo misma. Éste es el punto de partida de donde arranca “Heimweh Estaciones” de Myriam Orva para proponer un tratado sobre la soledad, el amor, la nostalgia (heimweh en alemán), el lenguaje y la realidad de que tanto llega a sostener el amor a una pareja cuando todo, incluso el clima, pareciera estar en su contra. Pertenencia y posesión, amor y hastío, deseo y desencanto son partes naturales en toda relación, pero cuando una brecha de miles de kilómetros existe entre las raíces y el amor, a veces no hay mucho espacio para la negociación.

“Vivir por tu amor, vivir de tu amor.”

 

La propuesta visual que propone Isael Almanza en “Heimweh Estaciones” es interesante. Bolsas de plástico sostenidas desde el techo del teatro crean una atmósfera gélida y distante que, combinada con un manejo de iluminación adecuado, logran comunicar no sólo el clima del lugar, sino el estado anímico de la perdida protagonista. Aunado a esto, el director hace un buen uso del espacio de La Capilla para un juego visual en diferentes niveles y dimensiones que conlleva una buena dosis de teatralidad.

“Me aterra esa forma austriaca de pensar.”

 

El peso de la obra cae en Paulina Sabugal, como la desencantada Sol. Un personaje que nos tiene que transmitir un estado casi catatónico de fastidio ante el error que ha cometido y que debería de estar ampliamente contrastado por las altas y bajas emocionales que le pueden traer a su vida desde un perro o un churro de mota hasta la promesa de una nueva  vida y la pérdida de la misma. Encuentro en este montaje que sólo una parte de esta fórmula está conseguida, posiblemente por una decisión de dirección. Para conseguir todo el impacto emocional que conlleva “Heimweh Estaciones” se deben de poder sentir toda la gama de emociones que se debaten dentro de Sol, no sólo su fastidio.

“Aquí tu eres mi único sentido.”

 

Compartiendo el escenario está Gonzalo Guzmán, como el enamorado Jakob. Una vez más, la variedad y el contraste me hacen falta en la interpretación de Gonzalo, quien lleva a Jakob en un tono, siendo que la presencia de matices enriquecería la experiencia enormemente. El texto es poderoso, el lenguaje visual acertado y el potencial actoral es palpable en ambos. Una revisión a la dirección de actores llevaría a “Heimweh Estaciones” a un nivel mucho mayor, que es donde se merece estar.

“No sé cuándo las cosas dejaron de funcionar.”

 

Estoy enamorado de una persona maravillosa, responsable, cariñosa, romántica, detallista, comprometida y tantos y tantos adjetivos positivos que podrían llenar  páginas enteras. Sin embargo, nada de esto serviría para nada si nuestras vidas fueran incompatibles. Entretenia es una actividad sumamente demandante y he encontrado a alguien que comparte este sueño conmigo. De no ser así, imposible. “Heimweh Estaciones” entiende claramente el gran poder creador del amor y la destructividad de la incompatibilidad. Cuando la pasión se acaba, sólo queda la realidad ante nosotros. Más vale que lo que tenemos enfrente sea donde queremos estar. De lo contrario, habrá que empezar a buscar un vuelo barato a casa.

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