Hacer luz desde la sombra. Entrevista con Antonio Vega
Hacer luz desde la sombra. Entrevista con Antonio Vega
Dalia López Cortés
La obra Django con la soga al cuello, escrita y dirigida por Antonio Vega con la compañía Piedad Teatro junto a Teatro UNAM, se erige como un singular cruce entre la emoción íntima, el teatro de objetos y la experimentación tecnológica que se presentará en la 45 Muestra Nacional de Teatro.
Por Piedad Teatro, compañía que Antonio integra junto a Ana Graham, ha sostenido a lo largo de los años una misión expansiva: dar a conocer textos relevantes, urgentes o novedosos en México y, posteriormente, llevar algo de México a Nueva York y otras partes del planeta. Esta línea de trabajo se amplió con la creación de obras propias como en el caso de Django donde la exploración también es formal con un lenguaje creado a partir de títeres de gran formato, música en vivo, foley, circuito cerrado y lenguaje cinematográfico.
Pero más allá del virtuosismo formal, Antonio comparte que Django aborda la depresión y la dificultad creativa del dramaturgo protagonista, sin caer en la trivialización ni en la dramatización innecesaria. La obra propone una reflexión ética: no es una guía simplista para superar la tristeza, sino una invitación a mirar hacia afuera, a conectarse con el mundo y con los otros, a encontrar pequeños momentos de alivio. Es una apuesta por la esperanza práctica y tangible, que reconoce la dificultad del proceso, pero también su posibilidad de transformación. Personalmente he estado en esa situación —comparte Vega—, pero independientemente de lo que he lideado, de estar en tratamiento para la depresión, creo que es un tema del que es importante e interesante hablar y hacerlo de manera justa, no frivolizar. No decir “todo lo que necesitas para salir de la depresión es conocer a un amiguito, un perrito”. No es lo que queremos hacer. Hay primeros pasos, esto no te va a solucionar la vida pero que tal que te ayuda a ver fuera de ti, el pensar en alguien más te puede sacar de tu ensimismamiento.
Antonio Vega deja ver cómo el equilibrio entre sombra y luz, entre dificultad y esperanza, se traduce en cada decisión de la puesta en escena. La inclusión de la música en vivo, los sonidos grabados, los títeres y los objetos no son un adorno, sino un vehículo para amplificar la experiencia emocional del espectador, al que guía desde la empatía hasta la introspección, sin perder la ligereza poética que permite que la obra sea a la vez profunda y festiva. Este cuidado revela un compromiso con la sensibilidad del público y con la integridad del discurso creativo.
Sobre su relación con los títeres, Antonio comparte que se percibe como un “impostor”, al utilizar una técnica en la que no se considera especialista. Respeta y reconoce el valor y el trabajo de los titiriteros, asume la construcción y animación de estos objetos como medio expresivo. Cada acción, cada movimiento del títere es resultado de un diálogo íntimo entre intención y técnica. La construcción del lenguaje escénico no surge de la improvisación, sino de un entramado meticuloso donde cada elemento desde el foley hasta la música en vivo se conjuga con los objetos para generar emoción y sentido.
El origen de Django durante el confinamiento por covid-19, añade Vega, inició con un proceso entre cuatro paredes, con materiales reciclados, maquetas caseras, grabación con celular. Este riesgo le implicó cuestionamientos: ¿cómo conservar la delicadeza cuando se amplifica la sala? ¿cómo mantener el ritmo cuando se incrementa la complejidad técnica? Las respuestas están presentes en la narrativa escénica: múltiples cámaras, seis teléfonos, encuadres, cambios rápidos de set, microfonía de titiriteros: al principio fue una película artesanal que hicimos durante la pandemia y, a la hora de hacerla una obra de teatro, quisimos ser fieles al origen. Ana (Graham) pensó que sería muy interesante tener a alguien en el Foley… A María Kemp la invitamos a ser titiritera pero dijo “yo quiero ser quien haga el Foley” y ahí se unió ella como diseñadora, ella es un creativo más.
Antonio no duda en reconocer que la obra no sería posible sin el equipo que acompaña cada función. Vega asume la autoría y dirección de la obra, así como la construcción de los títeres, la utilería y las maquetas escenográficas que dan vida a cada escena. Ana Graham se encarga de la dirección de cinematografía y del diseño de vestuario, con lo que aporta una sensibilidad visual que dialoga con la poética de los objetos y el movimiento escénico. Belén Aguilar, Emmanuel Lapin, Alfredo Veldañez, Mónica García y Joaquín Herrera conforman el ensamble, alternando con Paulina Álvarez y Baruch Valdés.
La dimensión sonora, esencial en la propuesta, se materializa gracias a María Kemp, responsable del foley y los efectos sonoros en vivo, mientras que Cristóbal MarYán y Nicolás García Lieberman tejen la música que acompaña. Héctor Cruz aporta su experiencia en diseño multimedia y asesoría de CCTV, y Bruno Rosales coordina la edición de video en vivo, lo que permite que la obra se despliegue con la complejidad técnica de una coreografía audiovisual. Anna Adrià contribuye con el diseño escenográfico y la iluminación (a partir del diseño original de Víctor Zapatero), que se complementa con la creación de la luna y las flores que dan atmósfera a los espacios.
La puesta en escena se sostiene sobre un entramado minucioso de producción y coordinación: Ana Graham y Belén Aguilar como productoras ejecutivas, Mónica García en asistencia de producción, Laura Hernández como gerente de producción y Joaquín Herrera como productor residente del Teatro UNAM.
Django con la soga al cuello es un montaje que invita a reflexionar sobre la humanidad, la fragilidad y la potencia de mirar hacia afuera. Antonio y su equipo nos muestran que incluso en los temas más oscuros, es posible generar luz; que la creatividad, la paciencia y la dedicación pueden transformar un sentimiento íntimo en un diálogo universal.




